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Israel aprovecha la crisis libanesa para golpear a los palestinos y reforzar a los cristianos

Las múltiples incursiones de Israel en Líbano materializan una política que consiste en aprovechar al máximo la crisis libanesa para debilitar a sus enemigos palestinos, reforzar a sus aliados cristianos del sur y centro-norte y amedrentar a los sirios sin llegar a provocar un conflicto generalizado con Damasco. Jerusalén, no tendría, sin embargo, reparos en desencadenarlo si el régimen baasista de Hafez el Assad intentase obstaculizar por la fuerza los ataques militares hebreos o prosiguiese su ofensiva contra las fuerzas cristiano-derechistas. La envergadura de estas intervenciones israelíes dividen profundamente a los dirigentes de Israel.

Lejos de optar por una mayor discreción -como acordaron el jueves en la cumbre Saad Haddad, jefe de las milicias cristiano-derechistas del sur de Líbano, y Menájem Beguin, primer ministro israelí- en su respaldo a los cristianos instalados a lo largo de su frontera, Israel está ahora ayudándoles a construir fortificaciones y refugios antiaéreos. Paralelamente suministra armas a los falangistas (cristianos) y aprovecha el conflicto libanés para asestar nuevos golpes a la resistencia palestina, impidiéndola participar, junto con los sirios, en la ofensiva anticristiana.Nunca, desde su masiva' intervención en el sur de Líbano en la primavera de 1978, las fuerzas armadas israelíes habían intervenido tan frecuente, intensa y profundamente en territorio libanés, y eso que, según el portavoz del Ejército israelí, general Yaakov Even, «sólo una pequeña proporción de las incursiones dentro de Líbano son anunciadas».

El conflicto comenzó a principios de abril, en las ciudades de Zahle y Beirut, provocado por las milicias falangistas -unos 15.000 hombres en armas- que se esfuerzan por liberarse de la presencia en su país, desde la guerra civil de 1976, de 26.000 soldados sirios integrados en la Fuerza Arabe de Disuasión (FAD), intentando impedir la renovación de su mandato y suscitar una intervención militar israelí contra Siria. La crisis de Líbano resurge en un momento de lo más oportuno para el Gobierno de Beguin.

Carente de oposición interna, al estar disuelto el Kneset (Parlamento), el Gobierno israelí tiene las manos libres para actuar contra los palestinos en Líbano, donde los pequeños éxitos militares pueden incluso reportarle algún beneficio electoral.

No en vano, Abraham Broshi, presidente de la asociación que reagrupa a las localidades israelíes situadas cerca de la frontera libanesa, donde viven 250.000 personas, exigió el martes en Jerusalén al Gobierno israelí «que utilice los métodos apropiados para poner fin a la guerra de hostigamiento de los palestinos».

Además, las intervenciones militares hebreas en territorio libanés revisten, aun cuando están únicamente dirigidas contra posiciones palestinas, la apariencia de acciones de defensa de los cristianos libaneses, cuya causa sigue gozando, de muchas simpatías en Occidente.

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Tolerancia norteamericana

Lejos de condenar las incursiones israelíes y la utilización de armas norteamericanas fuera de las fronteras israelíes, como lo hacía sistemáticamente la Administración Carter, los responsables de la política exterior estadounidense bajo el mandato de Ronald Reagan parecen- considerar que el mantenimiento de reductos cristianos en Líbano, especialmente a lo largo de su frontera sur, es vital para la seguridad de Israel.

Además, las tropas sirias habrían dejado de desempeñar, en opinión de Washington, un papel estabilizador y pacificador, como en 1976, cuando impidieron el aplastamiento de los cristianos por las fuerzas palestino-progresistas, convirtiéndose en la principal amenaza para los enclaves conservadores y en un poderoso medio de presión sobre el movimiento palestino.

La firma, en octubre de 1980, de un tratado de amistad y cooperación entre Siria y la URSS obligó a Estados Unidos a revisar su postura sobre la función siria en Líbano -ahora Damasco actuaría con el beneplácito de Moscú- La venta a Arabia Saudí de aviones Awacs de vigilancia electrónica incitó a Washington a otorgar a Israel una mayor-libertad de actuación al norte de su frontera.

Los funcionarios israelíes que se entrevistaron con el secretario de Estado, Alexander Haig, durante su estancia en Jerusalén sacaron la impresión de que Estados Unidos estaba dispuesto a dar mano libre a Israel en el sur de Líbano, siempre y cuando su actuación no entorpezca alguna iniciativa de paz mínimamente credible y actualmente inexistente, aseguró la semana pasada el diario hebreo Haarezt, el más solvente de los rotativos israelíes.

Saliendo, sin embargo, al paso de los rumores sobre la complacencia norteamericana ante la política agresiva de Israel, el portavoz del Departamento de Estado, Dean Fisher, desmintió ayer que EE UU haya dado luz verde a las operaciones israelíes, que se abstuvo de condenar. Haig, por su parte, en una clara alusión a Siria, recordó ayer que «Moscú ejerce una influencia especial sobre uno de los países implicados actualmente en el problema libanés», y que por ese motivo han sido, solicitados sus buenos oficios. Oficialmente, para Washington, sólo Siria perturba la paz.

Reticencias militaresPero, aunque exista un cierto consenso en Israel sobre la necesidad de aprovechar la ocasión para debilitar a la guerrilla palestina, los responsables israelíes discrepan sobre las modalidades de intervención.Las actuales «acciones militares preventivas», como las califican los comunicados del Ministerio de Defensa de Tel Aviv, cuyo origen se sitúa a finales de 1978, y con las que se pretende obligar al enemigo a estar constantemente a la defensiva, suscitan ciertas reticencias entre los militares. Estos consideran que «el daño causado a los terroristas es mínimo, mientras cada actuación israelí les enseña útiles lecciones que dificultarán nuestras próximas intervenciones », señala el periódico hebreo Yediot Ahronot, recogiendo la opinión de varios oficiales.

Mientras personalidades como el viceprimer ministro, Ehrlich, o el general ShIorno Gazith declaraban, respectivamente, que Israel «no debe meterse en guerras con otros países por culpa de los cristianos», y «no tiene por qué dejarse llevar por factores emocionales», otros, como el general Avigdor Ben-Gal, comandante del frente norte, abogaban por «un apoyo militar total a los cristianos».

Si no hay consenso en Israel sobre la oportunidad de provocar a los sirios sí lo hay, por lo menos, sobre la necesidad de replicar enérgicamente a todos sus intentos de liquidación de los bastiones cristianos y de oponerse a las incursiones israelíes.

En estas últimas 48 horas se han sucedido las declaraciones de Beguín, asegurando que «el Estado judío no puede permanecer indiferente ante los intentos de genocidio» de los cristianos, o del viceministro de Defensa, Mordecai Tzippori, afirmando que «Israel no tolerará ninguna actividad aérea siria en el cielo de Líbano».

La corriente partidaria de una intervención masiva, como la de la primavera de 1978, que acabe por varios años con la resistencia armada palestina (unos 15.000 hombres) ha cobrado fuerza, tras la ofensiva desencadenada el domingo por el Ejército sirio contra los altos de Sanin, cuya conquista pondría al alcance de la artillería siria el único puerto en posesión de los cristianos, el de Junieh, y que pone de relieve, para Tel Aviv, la voluntad de Damasco de someter a los cristianos.

Prueba del endurecimiento del Gobierno israelí, además de su doble advertencia-ultimátum del lunes y del martes a Damasco, es la carta de Menájem Beguin entregada a principios de semana a Alexander Haig, en la que el jefe del Gabinete hebreo, tras acusar a las fuerzas sirias de brutalidad, califica de muy seria la situación en Líbano, y el derribo, por primera vez, el martes, de dos helicópteros sirios, «contra los que los cristianos no se pueden defender», según Tzippori.

La perspectiva de desencadenar una guerra con Siria -los 26.000 soldados sirios estacionados en Líbano se verían probablemente obligados a luchar con los palestinos- no asusta, en absoluto, a los halcones israelíes. Este sector ve en ella la oportunidad de aniquilar a su vecino del noreste- en un momento en el que la reacción internacional carecería de dureza al encontrarse aislado el régimen baasista, rodeado de vecinos enemigos (Jordania e Irak) y pudiendo sólo contar con la ayuda decidida del Frente de la Firmeza, ninguno de cuyos países miembros (Argelia, Libia y Yemen del Sur) tiene acceso al escenario de batalla.

El propio Beguin comentó el martes que no creía «que Siria reanudase las hostilidades en el frente del Golán, pero si Damasco continúa en esta línea le haremos frente».

Cabe, sin embargo, preguntarse si un ataque israelí contra Siria -país desgarrado entre su obliga ción de solidaridad, con los palestinos y sus propias exigencias de seguridad- no provocaría justamente una reacción solidaria de los demás países árabes.

Proyecto de particiónA más largo plazo, los círculos dirigentes israelíes barajan en privado la posibilidad de provocar, tras la expulsión de los sirios, una ipartición de Líbano en la que palestinos. y fuerzas progresistas que darían atrapadas entre dos mini-Estados aliados de Israel: el Estado cristiano-falangista del Norte y el de la franja fronteriza con Israel del comandante Haddad.

El Estado atenazado del medio podría incluso convertirse en una especie de inofensivo Estado palestino, a merced de Israel y sus aliados.Claro está que este proyecto no se podría poner en práctica sin la luz verde de Washington.

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