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QUINTA CORRIDA DE LA FERIA DE SEVILLA

Paquirri asusta a los toreros del arte

ENVIADO ESPECIALPaquirri salió a por todas, como siempre, y echó toda la carne en el asador para ganarles la partida a los toreros del arte. Demasiada carne echó, pues los toreros del arte no venían en plan pelea -ya se puede suponer-, que ellos hacen el amor, no la guerra. Y los dejó asustaditos.

Pasmados quedarían cuando vieron que Paquirri esperaba a sus dos toros a porta gayola, les daba largas cambiadas de rodillas, se embraguetaba a la verónica en los medios, galleaba por chicuelinas, bullía, pegaba saltos para prender banderillas a cabeza pasada, dominaba con la muleta como un león, pegaba unas estocadas que eran cañonazos.

¿Qué especie de vendaval es éste -se dirían los toreros del arte-, qué fuerza de la naturaleza, qué frenesí desbordado, qué mar océana embravecida, qué tifón del Caribe, qué megalítica forma de entender la lidia? Ea, pues, que atoree él. Y, agotados, renunciaban a torear.

Plaza de Sevilla

Quinta de feria. Toros de Manuel González, desiguales de presentación y juego, bien armados. Rafael de Paula: pinchazo y bajonazo descarado (ovación y salida al tercio). Cuatro pinchazos y media muy baja (pitos). Paquirri: haciendo muy bien la suerte, pinchazo y estocada (oreja y petición de otra). Estocada desprendida (dos orejas). Pepe Luis Vázquez: cuatro pinchazos, aviso y cinco descabellos (algunos pitos). Estocada (aplausos). Paquirri salió a hombros por la Puerta del Príncipe. Llovió torrencialmente, lo que obligó a retrasar el comienzo de la corrida para acondicionar el ruedo.

Sobre todo Paula renunció a torear. Había salido con ganas el hombre, frente a uno de los mejores toros de la tarde, el primero, y la verdad es que fue incapaz de templarle las embestidas, pese a su buena voluntad. Cuajó un par de redondos aseados y ahí quedó todo. En el otro, vista la paquirrición que atronaba la tarde, encima lluviosa, tiró líneas con mal disimulada precaución, lo que equivale a decir que se negó a dar un solo pase.

A Pepe Luis Vázquez también le afectó la fogosa actuación de su compañero Paquirri y anduvo desconcertado toda la corrida, hasta el final, en que consiguió centrarse y nada menos que llegó a dibujar el torero. Al menos reaccionó a tiempo, lo cual no deja de tener mérito. Le correspondió el peor lote. Dos animales aplomados, con apariencia de descastados y el último tirando a mulo. En el tercero estuvo vulgar con capote y muleta y con la espada dio un sainete. Sin embargo, precisamente con el mulo hizo exquisitez del toreo. Grabados en el albero quedaron los ayudados por alto y dos maravillosas series de redondos, en perfecta conducción, temple y hondura, más un chorrito de esencia sevillana, que levantaron los olés de las grandes solemnidades. Con la muleta en la izquierda pudo dar dos naturales impecables, pero en el tercero, el toro-mulo empezó a hacer de las suyas, como escapar del engaño, berrear, negarse a embestir y otras gracias, lo cual cortó agriamente la faena y nos dejó con la miel en los labios. .Por una vez, y sin que sirva de precedente, Pepe Luis mató a la primera. Y ahora, a esperar. Actitud muy aconsejable, pues estamos ante un diestro de calidad excepcional, que el día menos pensado dará la campanada. Ya llegará.

Nadie habrá pretendido que los pepeluises, o los paulas, o los curros sean Paquirri. Tampoco los grandes artistas de otras épocas (incluido el Pepe Luis padre) fueron paquirris. Ya con aquellos monstruos del arte había que recorrer muchas plazas y muchos puros antes de encontrarse, un inesperado día, con la genialidad de un quite o de una faena para la historia. Y esa genialidad es la que ha dado gloria a la historia del toreo.

Pero los paquirris también son importantes para la cotidianidad de la fiesta. El Paquirri de ayer (y de todos los días), un diestro de enorme valor y afición, dejó constancia de su poderío en todos los tercios -menos brillantes los de banderillas- y en dos faenas en las que eran constantes el arrojo y el dominio. Y además, dentro de su estilo seco, toreó muy bien, incluso excepcionalmente bien cuando ligaba el natural con el de pecho. Su triunfo, fue legítimo.

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