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200.000 españoles visitan Portugal durante la Semana Santa

Durante toda la Semana Santa, Portugal se ha puesto a vivir con acento español. Por tercer año consecutivo. los españoles han escogido al vecino país como lugar de elección para sus vacaciones. En Lisboa, desierta de habitantes por el doble efecto de las huelgas de funcionarios y de las salidas en masa hacia el campo, se escucha hablar en castellano más a menudo que en portugués.Según previsiones oficiales unos 200.000 turistas españoles habrán venido a Portugal en esta semana, la mayoría de ellos en coche, pero también en tren y, sobre todo, en avión. La cifra supera en 50.000 personas a la del año pasado.

Sin embargo, numerosos factores desfavorables se oponían a esta masiva afluencia, según la Oficina de Turismo Portugués en Madrid. El alza en el precio de la gasolina en los dos países, el restablecimiento, salvo raras excepciones, de la necesidad de pasaporte para salir de España, el cambio menos favorable de la moneda española, con respecto a la portuguesa el considerable aumento de la industria hotelera portuguesa y los rumores de huelgas diversas parecían oponer serias dificultades a la visita de los turistas españoles a tierras lusitanas en estas fechas.

Los comerciantes ponen buena cara y los restaurantes aceptan sin rechistar la modificación de sus horarios habituales para adaptarse a la hora española. Más aún: muchos dueños de tiendas están dispuestos a desafiar la legislación laboral y las iras de los sindicatos para no desperdiciar la oportunidad de aumentar sus ingresos. Así, en muchas ciudades, y amparadas por las autoridades municipales, las asociaciones de comerciantes anuncian que los establecimientos seguirán abiertos el viernes, a pesar de ser festivo.

Los ferrocarriles de ambos países son los únicos que siguen ignorando el fenómeno. A pesar de todas las protestas, las comunicaciones ferroviarias entre Lisboa y Madrid siguen realizándose en condiciones lamentables. No solamente por su lentitud, sino también por la utilización de viejísimos vagones, con un nivel de limpieza más que dudoso. sin servicio de restaurante ni de bar dignos de ese nombre, y faltando a menudo elementos tan indispensables como el agua o la calefacción. Ni siquiera existe, a pesar de la importante demanda potencial un servicio de auto-expreso entre las dos capitales.

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