El anticuerpo
Quizá la cosa esté así: antes teníamos menos presidente, pero teníamos más ucedé. Ahora tenemos más presidente, pero tenemos menos ucedé.Lo que está emergiendo de las ruinas dialécticas de la Itálica ucediaria es un líder civilizado de la derecha economicista -Calvo Sotelo- y un líder civilizadísimo de la socialdemocracia europeísta: Paco Ordóñez. Uno toca el piano con un solo dedo y el otro hace versos un tanto latinizantes, con lo que cualquier día Luis Antonio de Villena tendrá que incluir a Fernández Ordóñez en su nueva colección de novísimos Hyperión. Lo que vivaquea/brujuela en torno a estos dos políticos serios son las tribus democristianas, nacionalcatólicas, los miñones de Miñón, los monacillos de Landelino, los liberales ex/Garrigues y los flechas de Martín Villa. Y de vuelta, como un hombre que se parecía a Orestes, pero con niki, Adolfo Suárez, duque de Suárez, a quien no gusta demasiado que sus camaradas de campamento llamen «el duque», por lo que pudiera haber de recochineo y por lo que el título en sí, tan alto, tiene de tácita jubilación y noble sudario político. La UCD es el partido que nunca existió, un adunamiento de familias políticas para las Termópilas electorales y el saqueo de cargos. Adolfo Suárez tiene excepcionales cualidades para hacerse con el Poder, pero luego no sabe qué hacer con él. La UCD no ha sido sino el Movimiento vigilante/ vigilado, más el celuloide rancio o cine mudo de Rodríguez Sahagún.
El 23 de este mes acudiremos a la Zarzuela para el cóctel anual de los escritores con el Rey. Democracia es que cada cual se justifique a sí mismo (dictadura es que cada cual se identifique a sí mismo), y el Rey, por si no estuviera suficientemente justificado, asumió la absoluta autojustificación democrático /monárquica la noche 23/F, frente a un caballero con tricornio (que los suecos confundieron con una montera), testiculario de oro, armas facciosas y letras sepia.
La izquierda está justificada ante sus bases, y Fraga, ante su gran derecha. Antonio Garrigues, con sus clubes de jugar al pimpón liberal, entraría naturalmente en el proyecto financista de Calvo Sotelo, si Antonio fuese capaz de servir a algún señor que se le pueda morir políticamente. Los democatólicos y nacionalpiadosos, entrarían naturalmente en la gran derecha de Fraga, o éste en los trisagios parlamentarios de los otros, pero tampoco Fraga es hombre para servir a otro señor que el que se le murió. O sea, como dice Lola Flores, «Franco, con todo respeto». Si la política imitase a la naturaleza como la naturaleza imita al arte, la ucedé se escindiría naturalmente en dos o tres partidos que son los que aquí hemos esbozado; pero, en lugar de eso, trata de curar sus diferencías y contiendas intestinas expulsando al anticuerpo. El anticuerpo es, naturalmente, Fernández Ordóñez. Los nacionalcristianos atacan de nuevo. A mí esto me parece franquismo puro: se consigue la unidad/uniformidad segando/sesgando a los mejores, porque en España «ser diferente es un pecado».
La ucedé, formidable y espantosa máquina electoral, machihembrado de partidos que no se atreven a decir su nombre, prefiere subsistir como invernadero gubernamental y vivero de cargos a hacerse naturalmente soluble en el mapa político que en su interior/ exterior se dibuja. Para mantener ese centro que no existe y esa unidad hecha de vajillas rotas y pegadas, los ucediarios barrenan expulsar todo anticuerpo con cierto cuerpo político. Ahora, Fernández Ordóñez. España necesita partidos que se correspondan con los eventos consuetudinarios y machadianos que acontecen en la rúa. Y la UCD es el buque fantasma o el barco de los muertos. A los vivos, en UCD, se les llama anticuerpos. Y se les arroja, claro, a las procelas, que diría el centrista Azorín.
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