Explosiva situación en las cárceles italianas
Las cárceles italianas están en situación explosiva. En ellas hay 31.788 detenidos y, según el director general de Prisiones, sólo deberían contener, en condiciones decentes, unos 20.000. Por eso, el ministro de Gracia y Justicia, el democristiano Adolfo Sarti, ha presentado a la Comisión de Justicia del Senado una propuesta de amnistía para poner en la calle, por lo menos, a 5.000 presos.
Las primeras reacciones de las fuerzas políticas, con excepción de los socialdemócratas, han sido negativas y polémicas. Los radicales han afirmado que resulta «obsceno» pedir una amnistía sólo por motivos de falta de espacio en las cárceles, es decir, «por una situación que sólo puede atribuirse a la negligencia de los Gobiernos».Los socialistas se han puesto inmediatamente en contra también del proyecto. Dino Felisetti, presidente de la Comisión de Justicia de la Cámara de Diputados, afirmó ayer: «Una amnistía por estos motivos sería una nueva humillación a las instituciones». Y ha subrayado que la única solución es acelerar la reforma penitenciaria, que prevé la despenalización de los delitos menores y la libertad provisional para los sentenciados a menos de tres años de cárcel, a los menores de edad y a los que han superado los setenta años.
También los comunistas han insistido en la reforma de las instituciones penitenciarias como solución a un problema grave. Por ejemplo, el director de la famosa cárcel de Milán, Le Nouve, ha afirmado que allí no hay «espacio físico» para que los presos puedan estar de pie y estirar las piernas».
En los últimos seis meses, en las cárceles italianas ha habido dieciocho asesinatos, cuatro suicidios y treinta sublevaciones, con cientos de heridos.
En la Asociación de la Prensa Extranjera de Roma, dos funcionarios de prisiones y una asistente social expusieron, sem¡clandestinamente, a los periodistas la situación de estas cárceles, que no sólo están superpobladas, sino que además reciben una asistencia ridícula. Dijeron que cada uno de ellos tiene que vigilar a sesenta presos, que no pueden estar armados y que tienen miedo porque son amenazados. Ganan poco, son casi todos del Sur. «Hemos escogido este trabajo porque no existían otras alternativas», afirmaron. A veces viven lejísimos de la cárcel, y a las ocho de la noche tienen que presentarse sin excusas. Y sobre todo, dijeron, «no nos sentimos preparados para enfrentarnos a los nuevos presos, que cada vez están más preparados culturalmente, mientras nosotros seguimos siendo ignorantes y sin priparación profesional».
Esto explica tantas fugas misteriosas de las cárceles italianas, de tantas connivencias y de que pueden entrar con tanta facilidad droga, escritos y armas. Muchos de estos guardias son comprados o amedrentados o «convertidos» a la «causa» defendida por los presos más intelectuales. Fue esto lo que llevó al general Carlo Alberto dalla Chiesa a crear cárceles especiales para terroristas políticos, porque los presos comunes, hoy más preparados culturalmente, eran fácilmente reclutados por los grupos terroristas.
Pero las cárceles especiales y el hecho de tener juntos a los terroristas ha creado nuevos problemas. Ahora estalla todo de repente.
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