Nace una nueva generación de los "viajeros del espacio"
Una nueva generación de viajeros nace con la nave Columbia Los viajeros del espacio preparan sus maletas participar en futuros para vuelos espaciales. En la sede de la NASA están inscritos unas ochenta personas, hombres y mujeres, deseosas de participar en la apasionante exploración del espacio.
No todos son técnicos o científicos. Hay inscritos, entre norteamericanos y europeos, estudiantes, meteorólogos, cineastas, fotógrafos, políticos y periodistas. Pronto comenzará la información del espacio, en directo, predicen los futurólogos.Agencias de viaje norteamericanas abren listas de inscripción para vuelos espaciales, aunque, prudentemente, se abstienen de fijar el precio.
La NASA considera que el entrenamiento para volar en naves del tipo Columbia es mínimo. Las condiciones fisicas son también las normales para prácticas deportivas.
Naturalmente, se trata de viajeros, no pilotos, que con su deseo inicial marcan, quizá, la primera generación de futuros pobladores del espacio. Las estaciones orbitales habitadas, con vuelos regulares a la Tierra, son una ficción que puede convertirse en realidad en las primeras décadas del siglo XXI.
Varios cineastas de Hollywood programan la primera película espacial en directo, con actores y cámaras en el interior de una nave espacial. Algunos museos norteamericanos preparan ayudas financieras para artistas, con la esperanza que en el Cosmos abran nuevas fronteras para la creatividad.
Muestra del ambiente espacial en que comienzan a vivir los norteamericanos es el éxito de las películas con temas cósmicos, las colas para entrar en el Museo del Espacio, en Washington, o los millones de ejemplares del best seller escrito por el astrónomo Carl Sagan, bajo el título de Cosmos.
John Young y Robert Crippten son veteranos del espacio. Young participó en varias misiones Apolo y pisó la Luna. Criptten realiza su primer vuelo espacial. «Estamos entrenados al 149%», dijeron, sonrientes, momentos antes de iniciar el vuelo del Columbia.
«Me parece muy bien, pero preferiría que mi hijo se quedase en la Tierra», comentó la madre de Criptten, sin duda temerosa de que los imprevistos puedan truncar, como ocurrió en el pasado, el natural optimismo de los viajeros del espacio.
Aquellos particulares que deseen enviar al espacio sus propios experimentos pueden alquilar, por 3.000 dólares (261.000 pesetas), pequeños compartimientos anexos de carga, en los que pueden depositar los objetos o materiales que deseen, siempre que no representen un peligro para la tripulación.
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