Gritos y bostezos
Desde hace algún tiempo estoy llegando a la triste conclusión que en esta, a pesar de los pesares, querida España es necesario alzar la voz para alcanzar cierta notoriedad pública. Gritar, insultar y decir incongruencias, es la manera más rápida de alcanzar la fama. Semejante progresión de decibelios no puede resultar beneficiosa. El teniente coronel Tejero grita para salvar «su patria» (?) y el señor Fraga hace valer sus derechos gritando. Los barbudos muchachos de Herri Batasuna y sus repeinados amigos de Fuerza Nueva, gritan y cantan para convencernos de su valentía (qué bonito orfeón formarían juntos). Gritan los políticos desde las tribunas, y el doctor Cabeza, desde las gradas, consigue gritando mayor popularidad que ninguno de nuestros premios Nobel. Miles de ciudadanos, sin proyección pública, se desahogan gritando en partidos de fútbol o conciertos de rock. Los profesionales de la voz altisonante proliferan con inusitada rapidez. Tal vez tenga razón el señor Cebrián y exista una España que bosteza. Lo que sí puedo asegurar es que existe una España que grita, casi siempre cuando no tiene nada que decir. Y hay otra España que gusta de no alzar la voz. Debe de ser por eso que nunca nos escuchan. /