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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Las "malas acciones" de la siderurgia

LA PREOCUPACIÓN por salvar sector es y empresas en crisis también busca remedios para la siderurgia española. La crisis del petróleo sorprendió a nuestra siderurgia, lanzada, en gran parte por obcecación gubernamental, a un ambicioso y descabellado programa de expansión. Por ejemplo, Altos Hornos del Mediterráneo no sólo no fue cerrada, sino que, pese a las perspectivas de un mercado tambaleante, se decidió su desorbitada ampliación. El caso español no fue, sin embargo, único. En 1973, otros muchos países, deslumbrados por el crecimiento económico de comienzos del decenio, cayeron en la trampa de crear nuevas plantas siderúrgicas.La ctisis se ha tratado de resolver, en parte, descargan do sobre la exportación los excedentes no absorbidos por el mercado interior. España, tradicionalmente importadora de productos siderúrgicos, se convirtió en exportadora. Las exportaciones, el 20% de la producción nacional en 1975, pasaron a representar casi un 50% en 1979. Pero los precios de venta en el exterior no compensan nuestros altos costes de producción. La siderurgia española ha sido siempre un sector arancelariamente superprotegido y sus altos precios de venta le habían concedido el suficiente margen como para desconectarse de las exigencias de la competencia internacional. Un diagnóstico sobre su situación, elaborado a mediados del pasado año por el Ministerio de Industria y Energía, en colaboración con las centrales UGT, CC OO y ELA-STV, ofrecía algunas cifras ilustrativas. En efecto, entre 1972 y 1978, el crecimiento de los salarios del sector en Europa había sido del 20%, mientras que en España fue del 55%; en 1979, la remuneración medía de los trabajadores en la siderurgia española se situaba en 1,1 millones de pesetas, superior en términos absolutos a la de Inglaterra e Italia y muy próxima a la media de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero: 1.300.000 pesetas. La productividad española alcanza sólo un 73 % de la CECA, pero su nivel de remuneración es el 84,6%.

Como los males nunca vienen solos, la CEE, como complemento a un programa de reducción siderúrgica, nos acusa de fijar un contingente de exportación de 700.000 toneladas, inferior en un 30% a nuestra punta de mayor exportación. Además, una mala y apresurada inteligencia de nuestro ministro de Industria, durante unas negociaciones en Bruselas, le llevó a aceptar esta reducción si se cumplía la reducción de la producción comunitaria. Curiosamente, las propuestas de reciprocidad para cortar paralelalmente las importaciones de productos siderúrgicos comunitarios, defendidas por la industria española y el Ministerio de Economía y Comercio, han quedado congeladas.

La tabla salvadora no podía menos que llegar. El Ministerio de industria ha desarrollado un programa generoso de salvamento para la siderurgia integral (Ensidesa y Altos Hornos de Vizcaya y del Mediterráneo), con una aportación financiera próxima a los 190.000 millones de pesetas. La siderúrgia no integral ha sido excluida de ese plan. La competencia «desleal», naturalmente, ha comenzado. Las no integrales, que habían negociado aumentos salariales del 4% e incluso nulos, tendrán dificultades para competir con los productos de las integrales, que, no obstante, han acordado incrementos salariales del 9%. La generosa aportación de fondos por el Estado refuerza la tesorería y la capacidad de aguante de las integrales. Mientras otros sectores industriales contemplan con enorme pesimismo estos aumentos salariales en un sector en crisis, las no integrales entran en una especie de «pasotismo» a la espera de que, llegado el momento de las dificultades económicas, el Estado, con su generosidad, venga también a sacarles las castañas del fuego.

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Estas acciones parciales -pero decisivas- del Ministerio de Industria y Energía enturbian los objetivos de una política de reestructuración sectorial y debilitan cualquier compromiso serio de política de rentas, cuyo lugar es ocupado por la búsqueda de los padrinos apropiados para encontrar las ayudas necesarias. La credibilidad del Gobietno queda comprometida. No tiene así nada de particular que la Prensa del norte de España compare este programa de reestructuración de la siderurgia integral con las «acciones concertadas» del pasado. Pero con «las malas acciones».

Mientras pervivan estas iniciativas semisectoriales de desnudar a un santo para vestir a otros, los empresarios españoles continuarán desconcertados y a la búsqueda de «soluciones empresariales» poco ortodoxas. La reestructuración de empresas o sectores industriales exige un tratamiento distinto del actuálmente vigente, con entrada paritaria, junto a la Administración, de la comunidad financiera (privada y pública), de los empresarios, los sindicatos y del mundo académico. De otro modo seguiremos prisioneros de la arbitrariedad, en unos casos, o de los cambios de criterio o de humor, en otros.

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