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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Cataluña, hoy

LAS JORNADAS sobre Cataluña, hoy, que se inauguraron en el palacio de la Unesco de París el pasado día 23, y que durarán hasta el 7 de abril próximo, se proponen ofrecer una muestra significativa del panorama cultural y de las características políticas, sociales y económicas de la comunidad autónoma dentro de la España actual. Cuadros de Miró, Dalíy Tápies, el recital de Montserrat Caballé, la actuación de Lluis Llach, proyecciones de películas, representaciones de danza, teatro y mimos y una exposición bibliográfica permitirán a los parisienses una sumaria aproximación a la realidad cultural catalana. Las conferencias y los coloquios sobre una amplia diversidad de temas servirán igualmente para dar a conocer los perfiles de la economía y los rasgos de las instituciones de autogobierno de la Cataluña autónoma.La utilización en sentido restrictivo del término Estado, identificado con la Administración central, no es formalmente incorrecta, como se ha encargado de repetir Leopoldo Calvo Sotelo con la Constitución en la mano. En efecto, tanto el artículo 149 de nuestra norma fundamental como otros textos legales dan pie para esa estrecha interpretación. Sin embargo, también figura en la Constitución otra definición más amplia y sustancialmente más exacta de ese equivoco término. Así, el artículo 137 señala que «El Estado se organiza territorialmente en municipios, en provincias y en las comunidades autónomas que se constituyan». Con la dependencia de la hermenéutica jurídica, parece claro que sólo la resuelta aceptación política de que las comunidades autónomas son también Estado puede acabar con los equívocos, a los que tan aficionidos son los adversarios de nuestro sistema democrático. Pues los fantasmas independentistas que algunos creen adivínar en los corredores de las oportunidades autónornas y en los despachos y Cámaras de las instituciones de autogobierno nacen a veces de los armarios centralistas de los juristas que asesoran a los ministros. Mientras la clase política no tenga, claro que el Estado no se identifica con la Administración central y sus delegaciones periféricas, sino que incluye a los órganos de autogobierno de las comunidades autónomas a la Administración local, resultará muy difícil que esa obvia realidad sea también aceptada por los sectores sociales y por las instituciones hacia las que dirigen maliciosamente sus voces tronitonantes los grupúsculos que interpretan como un riesgo para la unidad nacional el Estado de las autonomías.

Nadie se escandaliza porque los alcaldes de Madrid, de Barcelona o de otras capitales hagan viajes oficiales al extranjero y celebren entrevistas con altos dignatarios. No hace mucho tiempo, por ejemplo, Enrique Tierno Galván fue recibido en México por el presidente López Portillo sin que nadie se rasgara las vestiduras, a diferencia de lo que ocurrió con la audiencia del Papa a Jordi Pujol. Por esa razón, que el presidente de la Generalidad o en el futuro, el lendakari vasco puedan ser mirados con recelo cuando cruzan las fronteras es cosa sólo explicable por la enorme susteptibilidad cercana a la paranoia, que despiertan en algunos las autonomías de las nacionalidades históricas. Si bien resulta evidente que la autonomía es la única vía para acabar con el enraizamiento social de las veleidades independentistas, la machacona propaganda de varias largas décadas y los prejuicios ideológicos, cuando no la mala fe de los compañeros de viaje del golpismo, transforman en inevitable secuencia histórica ese antagonismo estructural. entre autonomismo e independentismo y presentan a las instituciones de autogobiemo como el primer paso de una dialéctica interna que llevaría ineluctablemente a la ruptura de la unidad española.

Desgraciadamente, para disolver ese macizo núcleo de prejuicios, bastante extendidos. dentro de la Administración civil y militar y en sectores sociales nada desdeñables, no basta con que se recuerde desde Madrid que las comunidades autónomas son también Estado. Los dirigentes y cuadros de Convergencia Democrática y del PNV, partidos que encabezan las instituciones de autogobierno de Cataluña y del País Vasco, deben tener presente, por su parte, que los enemigos de las autonomías y de las libertades escudriñan con lupa sus comportamientos públicos para cazar el más mínimo, gesto susceptible de ser deformado y manipulado como prueba irrecusable de propósitos independentistas. Las instituciones de autogobierno catalanas y vascas tienen, por supuesto, perfecto derecho a actuar de la forma que consideran conveniente, dentro de los marcos de la Constitución y de los respectivos estatutos. Pero también deben recordar que las formas a veces suplantan a los contenidos y que la falta de matices, de cortesía o de delicadeza puede ser interpretada como una agresión a la unidad española por las miradas maliciosas o desconfiadas que atisban sus posibles errores.

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Por esa razón hay que resaltar el buen sentido y la cordura que han rodeado el planteamiento de las jornadas catalanas en París, inauguradas por Iñigo Cavero y por Jordi Pujol, que viajó a la capital francesa en compañía del ministro de Cultura y que se alojó en la Embajada española durante su breve estancia. Ya durante la tensa noche del 23 de febrero el presidente de la Generalidad habla dado un notable ejemplo de valor cívico, responsabilidad política y sentido del Estado al hacer pública su conversación con el Rey -aquel «tranquilo, Jordi, tranquilo fue el primer flash de esperanza en momentos sombríos- y al dirigirse por radio y por televisión a los catalanes y a los demás españoles. Ahora, en París, al situar por encima de toda sospecha que la Cataluña autónoma es parte integrante de la historia, del presente y del futuro de la España contemporánea, ha mostrado de nuevo que los prejuicios o la mala voluntad son los principales responsables de. esa injustificada y subversiva identificación entre autonomía e independentismo con la que hacen terrorismo ideológico los enemigos de las libertades, de la Constitución y de la democracia.

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