_
_
_
_
Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La obsesión militar

LAS PALABRAS pronunciadas por el Rey ante los consejos superiores de los Ejércitos de Tierra, Mar y Aire merecen ser leídas con la mayor atención, tanto por los ciudadanos leales a la Constitución como por quienes especulan bellaca y clandestinamente con la figura de don Juan Carlos y se dedican a calumniar y a ensuciar su conducta y su persona. El discurso del Rey, que ha recordado cómo el artículo 62 de la Constitución le encomienda «el mando supremo de las Fuerzas Armadas», ha resaltado tres cosas íntima mente relacionadas: «La necesidad de cumplir las leyes que constituyen nuestro ordenamiento jurídico», el rechazo de la idea de que las normas puedan ser derogadas «por la fuerza o por la inobservancia» y la atribución de las eventuales modificaciones del orden vigente a los «procedimientos legalmente establecidos». Pero don Juan Carlos no se ha limitado sólo a proclamar su com proiniso con el mantenimiento de las instituciones de mocráticas en sus aspectos formales o simbólicos. Preci samente cuando algunos líderes políticos comienzan a recordar con sus ambiguos compartimientos la conocída imagen carpetovetónica de los laicos que son más papistas que el Papa o de los paisanos que son más castrenses que los militares, el Rey, a la vez que ha manifestado su confianza en que los consejos superiores de los tres Ejércitos acierten a transmitirle el sentir de los hombres de la milicia, ha reafirmado también el principio básico de un sistema parlamentario expresado en el artículo 97 de nuestra Constitución con la afirmación de que el Gobierno, designado por los representantes electos de la soberanía popular, «dirige la política interior y exteríor, la Administración civil y militar y la defensa del Estado».

El Rey, en efecto, ha señalado de manera explícita que ese papel de los consejos superiores como vehículo de «los deseosjustos, los sentimientos correctamente expresados y las preocupaciones expuestas con cordura» de los miembros de los institutos armados, ni puede ni debe interpretarse como el vaciamiento del conteñido de un ordenamiento constitucional cuya fachada sólo siguiera en pie comó un decorado del príncipe Potemkin. «No se pretende con ello, ní muchísimo menos, y quede esto bien claro, establecer una influencia militar que condicione indirectamente las actividades políticas nacionales. Antes, por el contrário, se trata de conseguir que las actividades políticas nacionales no estén obsesionadas por las influencias militares después de los graves sucesos del 23 de febrero». Precisamente para lograr ese objetivo pide don Juan Carlos a los consejos superiores que le conviertan en interlocutor de esos sentimientos de las Fuerzas Armadas, que deben ser conocidos y valorados. Pues, al fin y al cabo, la propia Constitución establece que el Rey, entre otras funciones, «arbitra y modera el funcionámiento de las instituciones».

El discurso de don Juan Carlos- es, por lo demás, muy nco en implicacíones y significados. El reconocimiento de la disciplina, la serenidad y el buen sentido demostrados hace un mes por las Fuerzas Armadas, la sinceridad con la que se declara personalmente solidario con las emociones suscitadas por la escalada terrorista contra el Ejército y su recomendación de pasar de «una defensiva paciente a una enérgica ofensiva» contra las bandas armadas marchan en paralelo con el llamamiento a no dejarse arrastrar a la trampa tendida por el terrorismo -que ataca a las Fuerzas Armadas «con án'imo de que sus nervios salten y la serenidad se pierda»- y la reafirmacíón de que los militares deben mantenerse apartados de las actividades políticas.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Hay, finalmente, en el mensaje del Rey una nueva exhortación a la convivencia entre los españoles y a su reconciliación definitiva. Y también un recordatorio que los civiles que sueñan con la destrucción,y la sangre, que gritan ¡viva la muerte! y que esparcen el odio y el rencor entre nosotros nunca deberían olvidar: que nadie conoce mejor que los militares los males de la guerra y lo, que significa la pérdida de la paz y la condena de todo un pueblo al sufrimiento, al dolor y al enfrentamiento violento.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_