Montero Díaz, maestro de historiadores
El pasado mes de enero se jubiló el profesor Montero Díaz, vinculado a la universidad desde 1936, año en que obtuvo, por oposición, la cátedra de Historia Universal de la Edad Media, en Murcia; en 1941 ganará, también por oposición, la cátedra de Historia Universal Antigua. Mucho antes, sin embargo, ya había ingresado en el cuerpo de archiveros, desempeñando su cargo varios años en la Universidad de Santiago.Es difícil -pero creemos que necesario- resumir en pocas líneas lo que el profesor Montero Díaz ha significado para la universidad española. El punto de arranque de su amplia formación fue, sin duda, su estancia en Berlín en 1933, donde trabajó con los profesores Gamillscheg y Caspar; la Universidad Humboldt era entonces la capital intelectual de Europa, donde se reunían corrientes ideológicas y científicas de diversas procedencias. Fue allí donde Montero Díaz profundizó en el concepto de universalidad de la historia que Meyer había asentado y que otros muchos, como Altheim, desarrollarán más tarde. Debió serle preciso, sin embargo, una fuerte capacidad de autocritica para superar lo que la Alemania de Hitler también traería consigo.
Es bien conocida de todos la labor docente de Montero Díaz: las primeras promociones de alumnos tuvieron la oportunidad de oir temas que hasta entonces eran casi -desconocidos (el pensamiento chino, indio o iranio, por ejemplo) o rigurosamente prohibidos, como sus seminarios sobre marxismo. Porque, si bien su mayor dedicación fue hacia la historia antigua universal -Grecia, Roma, Oriente, religiones-, también sirnultaneó -cuando las necesidades así lo exigían- con la enseñanza de otras disciplinas, como la Historia de la Filosofía. En este sentido, su especial inclinación por la Filosofía le llevó a la realización de diversos seminarios sobre Dilthey, Hegel o Nietzsche, siempre con particular referencia a la aportación de los filósofos modernos a la cultura clásica.
Sín embargo, no es menos importante la labor investíaadora del profesor Montero, labor que se manifiesta en innumerables trabajos científicos que van desde sus estudios sobre la Figura de Alejandro o Trajano hasta la publicación de la colección diplomática de San Martín de Jubía; o también su actividad como conferenciante, explicando cursos en centros muy diferentes y pronuncíando conferencias, dentro y fuera de nuestro país, que superan con creces el millar Yque casi en su totalidad se refieren a temas de tipo profesional, científico y de carácter estrictamente monográfico.
Si tuviésemos forzosamente que destacar algo de su actividad docente, tendríamos que señalar su constante dedícación al alumno, como lo demuestran los seminarios que, en muchas ocasiones, se prolongaban hasta el final de la tarde, o su celo en la dírección de tesís doctorales sobre los temas más diversos (filología, historia, filosofía, literatura en el mundo clásico).
Su trato abierto y directo con los alumnos (que hoy son en gran parte catedráticos de universidad o de instituto), no es sino la expresión de su modo de entender la universidad, que para él no debe encerrarse sobre sí misma, sino permanecer en eterno contacto con la realidad, es decir, abierta a la sociedad.
Quizá así se explique también su faceta política -resaltada ya por muchos historiadores, como lo ha hecho recientemente Tuñón de Lara- que en ocasiones, como en los sucesos universitarios del año 1965, le reportaría severas sanciones: la separación temporal de la universidad.
De cualquier forma, todos deseamos que su jubilación no le aparte definitivamente de la vida universitaria; le animamos a que prosigan tanto sus trabajos científicos como sus enseñanzas en los cursos monográficos del doctorado. Irá, como hasta ahora ha venido siendo, en beneficio de la universidad.
J. M. Blázquez Martínez es catedrático de Historia de España Antigua y director del departamento de Historia Antigua de la Universidad Complutense. Luis García Moreno es profesor agregado de Historia Universal y de España de la Universidad Complutense.
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