Un poeta de las cosas cotidianas
Muchos se preguntarán hoy al leer EL PAIS quién era Pedro García Cabrera. Ajenos a todo ombliguismo, lejos de cualquier valoración provinciana, sus paisanos podrán decir, sin complejos, que de los nombres escasos que se barajan como notables poetas de una generación llamada de 1936, éste es uno de los que se recupera para la historia de la poesía española. Podrán decir que en medio de todos ellos representaba una de las voces más ricas, atravesada por la gracia más lúdica del surrealismo, guiada por la poesía pura, fortalecida por una conciencia civil que no lo arrastró jamás por barranqueras demagógicas ni lo apartó de su luminosa visión poética.La de Pedro García Cabrera era, a pesar de todo, una voz universal. Y digo a pesar de todo, porque bien sé y lo saben muy bien los canarios que han de acompañar hoy a Pedro hasta su tumba, que las adversidades de este país nuestro le dejaron en las carnes las marcas de la derrota y dieron mazazos a la voz cristalina de Transparencias fugadas.
Pedro García Cabrera era un superviviente de aquella magna empresa cultural que, fue Gaceta de Arte, pero la aventura jubilosa y vanguardista de aquellos años se quebró con las torturas y los destierros. No pudieron con su vida entonces y aquella pura voz quedó intacta, atravesó los páramos culturales del franquismo y llegó lozana hasta nuestros días en medio del más entusiasta reconocimiento de los jóvenes poetas insulares que ahora lo lloran y ayer mismo lo aclamaban y homenajeaban como maestro indiscutible. Su voz no se quebró jamás ni pudo con ella el resentimiento: alcanzó, eso sí, mayor rotundidad en virtud de un compromiso político y ético.
Pedro García Cabrera era algo más que una obra repleta de bellísimas metáforas, algo más que la canción de un hombre de orillas que proyecta sobre el mar la mirada más abarcadora. Pedro García Cabrera ha sido para los canarios de varias generaciones un testimonio de ejemplaridad poética y cívica.
Había llegado con ilusión al tiempo nuevo y había compartido las felices horas de muchas recuperaciones democráticas que después habrá podido ver peligrar. Se ha ido, quizá sin haber obtenido el reconocimiento que en esta Península se le debía. Mas es verdad que no son las antologías al uso las que perpetúan el valor de los poetas ni las marginaciones y los olvidos del centralismo cultural consiguen sepultar al fin las voces más auténticas.
Pedro García Cabrera, poeta de las cosas cotidianas, se ha ido humildemente. Ahora corresponderá a otros recoger la herencia de una obra y un ejemplo.
novelista y poeta, es miembro de la última generación de escritores de Canarias.
Babelia
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