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Entrevista:

"La economía de un país funciona mucho mejor en una buena democracia"

Hace una semana, John K. Galbraith, 73 años, reconocido y respetado profesor de la Universidad de Harvard, creyó que su proyectado viaje a España había quedado interrumpido inesperadamente por las balas disparadas en el palacio de las Cortes. Ayer, sin embargo, el inspirador de la filosofía de la nueva frontera de John Kennedy se mostraba «especialmente satisfecho» de encontrarse en Madrid, adonde ha llegado invitado por la Asociación para el Progreso de la Dirección. El autor de La sociedad opulenta, El capitalismo americano y El nuevo Estado industrial manifestaba, en una entrevista exclusiva con este periódico, que «la economía de un país funciona mucho mejor en una buena democracia», y añadía que su oposición al programa económico de Reagan también se extiende a que en España se ensayen fórmulas parecidas.

Pregunta. El programa económico de Reagan ha sido recibido por algunos como un ataque frontal a la noción del Estado como garante del bienestar de los ciudadanos. En este sentido, ¿usted cree que su concepto del welffare State (Estado del bienestar) ha muerto?Respuesta. No, de ninguna manera. La noción de la compasión humana es muy atrevida, pero sigue vigente. Existe mucha gente enferma, desempleada, anciana, que aún requiere la ayuda de los Gobiernos, del Estado. Por eso creo que la idea de que estamos entrando en un mundo diferente, en el que es necesario romper con el pasado, no es acertada. El pensar que la gente tiene que sufrir en un sistema incapaz de satisfacer sus necesidades más perentorias es una locura.

P. Y, sin embargo, el programa de Reagan para resolver la crisis económica pasa necesariamente por la adopción de recortes en los programas sociales que usted ayudó a crear en las presidencias de los demócratas Kennedy y Johnson...

R. Es muy cierto que el programa de Reagan contempla a la gente más situada de una manera mucho más favorable que en el pasado. No obstante, yo me niego a aceptar la idea de que hemos entrado en una nueva época o era de egoísmo. En cualquier caso, todas estas nuevas nociones no durarán mucho. En Estados Unidos existen más ricos que pobres.

P. Mucha gente, sin embargo, está hablando a nivel sociológico de las esperanzas frustradas de los años sesenta y setenta. Bajo este prisma, ¿no le parece que los objetivos de Reagan, en el terreno económico, son poco realistas?

R. Evidentemente, no. Yo, que desde luego no figuro a la cabeza de los defensores del programa de Reagan, no creo que se puedan aumentar los gastos de defensa, reducir otros gastos que son difíciles de recortar, bajar los impuestos y controlar la inflación, todo al mismo tiempo. Sin una política de rentas, que pase por un control decidido de precios y salarios, se puede hacer muy poco. Para mí, es absolutamente esencial la imposición de algún tipo de control de salarios y precios industriales para que la economía moderna funcione. Incluso en Gran Bretaña, donde las teorías económicas de Friedman tienen el máximo de audiencia, los conservadores están ahora abogando por la adopción de una política de rentas.

'La política monetaria no es una fórmula mágica'

P. La última vez que en Estados Unidos. se impuso una política de rentas por mediación de la Administración fue en 1971, bajo la presidencia de Nixon. En aquel momento, sin embargo, las críticas fueron enormes y algunos creen que se abandonó porque no funcionaba. El dólar estaba por los suelos, la economía entró en una seria recesión dos años después.

R. Si la política económica de Reagan funciona como yo espero, no me cabe ninguna duda de que los economistas republicanos abrazarán con pasión la misma política que Nixon desarrolló en 1971. Tenga en cuenta que la política de controles, que yo, desde luego, no descarto como el próximo paso de Reagan cuando todo lo demás no funcione, redujo efectivamente en 1971 y 1972 tanto la inflación como el índice de desempleo a menos del 5%. Como consecuencia de ello, Nixon fue elegido presidente con el voto mayoritario de todos los Estados, con excepción de Massachussets y el distrito de Columbia. A mí no me cabe duda de que si Reagan quiere ser nuevamente elegido no tendrá más remedio que dar un giro a su política económica, especialmente si la inflación se desata en los próximos meses, como yo espero.

P. En cambio, el dólar no estaba tan fuerte entonces como sucede ahora.

R. Bueno; efectivamente, se produjo la primera devaluación del dólar. Pero yo no me tomaría eso muy en serio. El dólar ya estaba por los suelos antes de 1971, y fue entonces cuando se comenzó la política de dejar en libertad los tipos de cambio, a hacerlos más flexibles. Los factores que decidieron esta devaluación estaban presentes en el sistema mucho antes de 1971.

P. Para terminar este breve análisis del futuro de la política económica de Reagan, ¿cuál sería su recomendación al Congreso norteamericano, cuya última palabra en la aprobación del programa puede ser definitiva?

R. Yo no soy muy bueno en esto del diagnóstico político, pero mi punto de vista en el terreno económico es que el Congreso anulará partes importantes del plan Reagan. Esto provocará que el presidente tenga que echar mano de la política monetaria casi exclusivamente para atajar los males de la economía. Esto se traducirá en unos tipos de interés mucho más elevados, ya que la manipulación de los tipos es la base de la política monetaria actual. Desde luego, Reagan no conseguirá ajustar el presupuesto, ni reducirá su déficit, ni tampoco será capaz de evitar que se eleven los precios y los salarios.

P. ¿Cuál va a ser el principal impacto en Europa del programa de Reagan?

R. El único efecto inmediato que se puede ver ahora se refiere a los tipos de interés. Si la política económica de Reagan hace subir los tipos en Estados Unidos, en Europa no habrá otro camino que hacer subir los suyos para evitar que se produzca una imparable corriente de fondos inversores hacia Norteamérica. En términos globales es previsible que la política monetaria de Reagan profundice la recesión en Estados Unidos, lo que a todas luces no es bueno para Europa.

P. En otras palabras, que no se ve una salida próxima al túnel de la crisis en los cuatro años de mandato de Reagan.

P. Decir que no va a haber salida, hoy sería muy arriesgado. Pero, en cualquier caso, está claro que debemos ser realistas y apagar un poco ese entusiasmo general que han provocado las recetas de Reagan. No hay soluciones mágicas en economía, y mucho menos si pasan por el mal trago de la política monetaria. Como demuestran los casos o ejemplos de países que han abrazado más o menos la tesis de Friedman (Reino Unido, Israel y Chile), no hay soluciones buenas en la vía monetaria. Y lo que es peor desde el terreno humano, a mí no me sirven políticas que crean un mal mucho peor de la enfermedad que se pretende curar. La inflación no se puede atajar a base de crear más paro.

'La inflación no se puede atacar a base de crear paro'

P. Respecto a España, ¿cuál sería su consejo en el terreno económico al nuevo primer ministro?

R. Desde luego no le recomendaría seguir el ejemplo Reagan. Por el contrario, mis consejos se orientan hacia la adopción de una política fuerte en el terreno presupuestario, que minimice el déficit y reduzca el gasto público corriente. Asimismo haría un llamamiento a los sindicatos y a las empresas para que limiten las alzas salariales y los precios, y por último, una disminución del coste del dinero mediante una reducción de los tipos.

P. ¿Usted cree que el fallido golpe de Estado ha repercutido en el nivel de confianza y crédito internacional de España?

R. En primer lugar, yo confío en que la feliz superación de la situación vivida por España la semana pasada permita al Gobierno un mayor margen de actuación en el terreno económico. La economía de un país funciona mucho mejor en una buena democracia. En cuanto a la confianza internacional, yo creo que debería subir por el hecho de que se afiance la España democrática.

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