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"Alto el fuego" de ETApm

Liberados sin daños los tres cónsules secuestrados por ETApm

«Somos los cónsules», dijeron tres hombres somnolientos y barbudos al incrédulo conductor de una ambulancia que un momento antes había detenido su vehículo ante las señas que los desconocidos le hacían desde el borde de la acera de la calle de Juan Olaizábal, de San Sebastián, poco después del mediodía de ayer.

Los cónsules de Austria y El Salvador en Bilbao, y de Uruguay en Pamplona, habían sido abandonados media hora antes en la plaza de Pío XII de la capital donostiarra, diez días después de haber sido secuestrados por ETApm. Al despedirse, los secuestradores habían ordenado a los tres cónsules permanecer inmóviles en la parte trasera del Land Rover en que habían cubierto el último tramo de su traslado, hasta que pasase a recogerlos «la policía o una ambulancia de la Asociación de Ayuda en Carretera (DYA)».Así permanecieron durante unos 45 minutos. A la vista de que nadie llegaba, decidieron salir. Frente a ellos vieron el edificio del Gobierno Civil de Guipúzcoa. Pero antes de decidirse a entrar vieron, por el lado opuesto de la plaza, una ambulancia de la DYA. Pensando que era el vehículo cuya llegada les había sido anunciada, los tres cónsules, todavía un poco mareados por la pastilla que se les había suministrado horas antes, al iniciar la marcha, hicieron señas al conductor, que se detuvo en la esquina de la plaza con la calle de Olaizábal, en el barrio donostiarra de Amara.

El relato

El relato era hecho a los informadores, cinco horas después, por el cónsul de Austria, Hermman Diez del Sel, ya lavado, afeitado, muy tranquilo, en su domicilio de Las Arenas, sobre El Abra bilbaína.«El chófer de la ambulancia se pensó que era una broma. Hemos tenido que dar toda clase de razones antes de que se decidiera a creernos», recordaba el cónsul.

El local donde han permanecido secuestrados durante estos diez días «era una pieza de tres por seis metros, no más, en la que había unas tablas a modo de literas, con mantas y sacos de dormir, una estufa, una lámpara de camping-gas y un orinal». Los encargados de la vigilancia, «cuatro o cinco personas, entre ellas una mujer, permanecieron todo el tiempo encapuchados, vestidos con buzo, unos de color azul y otros blanco». Los secuestrados permanecían todo el tiempo con las manos atadas, «excepto para comer o ir al servicio, que estaba situado fuera de la habitación, por lo que cada vez que salíamos nos vendaban los ojos». Durante los primeros días, «los vigilantes apenas hablaban con nosotros, pero con el tiempo cogimos cierta confianza y la disciplina fue relajándose. Los últimos días nos permitían estar casi todo el tiempo sin atar».

Por lo demás, «los tres nos pusimos de acuerdo para tomárnoslo con filosofía, haciendo cosas como jugar a las cartas -mus, tute, la podrida-, hablar de temas intrascendentes, leer». La lectura estuvo compuesta por algunas revistas políticas -«aunque la verdad es que no intentaron adoctrinarnos»- y cuatro periódicos: La Vanguardia, del día 22; Diario 16, del día 23, y EL PAIS, del jueves y viernes último.

Del intento de golpe militar se enteraron el martes, «pero los detalles no los supimos hasta leer EL PAIS del día 26, cuando la cosa parecía ya superada». Los vigilantes «parecieron inquietos al hablarnos del golpe, pero nos tranquilizaron respecto a nosotros. Desde el primer día parecían obsesionados con hacernos comprender que ellos no eran milis, sino poli-milis; decían que ellos condenaban los asesinatos brutales que se habían producido, que su acción era sólo propagandística y no debíamos preocuparnos».

La carta publicada en la Prensa, junto con las fotos de los tres secuestrados, fue redactada por estos «sin ningún tipo de coacción o indicación. Sólo nos dijeron que pusiéramos por escrito nuestra opinión sobre la tortura y la amnistía, pero no qué cosas concretas debíamos poner sobre estos temas».

Tres cambios de vehículos

La noticia de la liberación la recibieron el viernes por la noche. Recuerda Hermann Diez del Sel que en total hubo tres cambios de vehículo, el último de los cuales, «seguramente ya muy cerca de San Sebastián, era un Land-Rover».Dicho vehículo había sido robado a primera hora de la mañana de ayer, a punta de pistola, según informaría posteriormente el gobernador civil de Guipúzcoa, Pedro Arístegui.

Este último, en declaraciones realizadas poco después de haber saludado a los tres cónsules, agradeció públicamente «las gestiones realizadas por el diputado Bandrés, con el que he tenido numerosos contactos estos últimos días». Bandrés, que es abogado de numerosos presos de ETApm, «tiene un medio, al parecer indirecto, de comunicar con ETApm, y, por ello, yo, de acuerdo con el Ministerio del Interior, hablé con él para que realizase las gestiones que juzgase oportunas, a fin de que los tres secuestrados fueran liberados», dijo Pedro Arístegui.

Díez días secuestrados

En la noche del 20 de febrero, la organización ETApm llevó a cabo, a punta de pistola, el secuestro de los tres diplomáticos: el cónsul de Austria, Hermann Díez del Sel, en Bilbao; el de El Salvador, Antonio Alfaro Fernández, también en Bilbao, y el cónsul de Uruguay en Pamplona, Gabriel Biurrum Altavill. El lunes día 23, ETApm, a través de un comunicado para la liberación de los representantes diplomáticos exige, para liberar a los cónsules, la difusión en diversos medios de comunicación privados y oficiales -incluidos periódicos, cadenas de radio y Televisión- de los informes que sobre torturas en España han realizado Amnistía Internacional y la Comisión de Derechos Humanos del Parlamento, y de las dieciocho diapositivas sobre el estado del cuerpo de José Arregui, que de forma anónima llegaron a manos de Euskadiko Ezkerra.El 26 del mismo mes, ETApm difunde a los medios informativos de San Sebastián un comunicado y varias fotografías de los cónsules secuestrados.

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