El nuevo Gabinete puede estar integrado por sólo nueve ministros
Cuando ya nadie duda de que el martes próximo tendremos un Gobierno del presidente Leopoldo Calvo Sotelo, con mayoría simple obtenida en la segunda votación, prevista para el lunes precedente, todavía se ignora casi todo acerca de su composición más probable. El valor más seguro se llama José Pedro Pérez-Llorca. Y la marcha del debate iniciado ayer permite asegurar la continuidad del ministro de Administración Territorial, Rodolfo Martín Villa, con cuya política el candidato se declaró solidario. También se asegura que Pío Cabanillas pasará a ocupar la cartera de Presidencia, y Jaime Lamo de Espinosa, con su presidencia de la FAO a cuestas, tiene garantizada la reserva de su plaza.Las interpelaciones del martes pasado parecen pronosticar igualmente que Leopoldo Calvo Sotelo se inclinará por mantener a Juan José Rosón en el Ministerio del Interior, con ánimo de probar así su sentido de la autoridad. Desde luego, está fuera de discusión que el área económica caerá bajo la responsabilidad del socialdemócrata Juan Antonio García Diez, actual ministro de Economía y Comercio.
Círculos cercanos al candidato dan por seguro que Leopoldo Calvo Sotelo formará un Gabinete muy restringido de ocho o nueve ministros, para distribuir después con bastante largueza las secretarias de Estado. Los hombres del Gabinete estricto serían los titulares de Exteriores, José Pedro Pérez-Llorca; de Justicia, donde hay dudas aún sobre la continuidad de Fernández Ordóñez, que podría verse trasladado a otro departamento; de Economía, Juan Antonio García Diez; de Defensa, cartera para la que se da con seguridad el nombre de Alberto Oliart, de Educación y Agricultura, donde se apuesta por la continuidad de Ortega y Díaz Ambrona y Lamo de Espinosa, respectivamente; de Presidencia, que sería el destino de Pío Cabanillas, y del Interior y Administración Territorial, con sus actuales titulares.
Los errores de las políticas anteriores
Más allá y más acá de estos cálculos sobre la composición del Gobierno, el debate de ayer tarde probó que «cada política comienza por mostrar el error de las precedentes y que, merced a esto, intenta ser otra política». La sesión giró sobre el estribillo de que el candidato no ha entrado para obtener su investidura en el mercado de los votos. Ahí precisamente, en la precariedad, que pudiera ser considerada muestra de debilidad, se basa la estrategia para probar la superioridad frente a Suárez.Nadie lo hubiera dicho desde la estampa exterior que ambas figuras proyectan. Suárez ofrece la imagen de la flexibilidad. Leopoldo Calvo Sotelo, la del hieratismo. La sesión de ayer fue un rotundo desmentido a esa visión plástica inmediata. El candidato, sin traicionar su afirmación de la víspera de haber dado fin a toda emoción fundacional, subió una y otra vez a la red, es decir, a la tribuna, tomó notas para devolver las pelotas que consideró más templadas y se guardó en el bolsillo, para posteriores intervenciones, las que le hubieran obligado a mayores definiciones y compromisos.
Desde esa actitud, donde las alusiones al respeto personal alcanzaron niveles de juegos florales de la cortesía, resultó ensordecedor, por estruendoso, el silencio obsequiado por el candidato a la intervención del portavoz de Coalición Democrática, Manuel Fraga.
El brindis absoluto al graderío televisivo del líder de Alianza Popular mereció duros comentarios en los pasillos del Congreso. Un destacado diputado centrista hablaba de la propensión creciente de Fraga por asumir en los Plenos televisados el papel de Pedrito Ruiz. Otro, ministro en funciones y paisano del presidente aliancista, resumía sus impresiones con una imagen de un periódico británico:
-Las cosas de la vida. Si a un niño alemán le dan un mecano, le sale un tanque.
La sesión se cerró con una valoración al alza del socialista vasco Carlos Solchaga y un claro retroceso de Miguel Roca, mucho más brillante cuando ensayó por primera vez su discurso sobre la gobernabilidad, con ocasión del voto de confianza, hace cuatro meses, al presidente Suárez.
Nadie supo contestar con exactitud quién era el asesor de imagen del diputado nacionalista vasco Marcos Vizcaya, pero la intervención ayer de su pupilo es seguro que no le ha ganado nuevos clientes. Premioso, reiterativo, falto de convicción y obsesionado con la idea de defenderse de presuntas acechanzas contra su partido, Marcos Vizcaya consiguió, como Alejandro Rojas Marcos, desinteresar a la Cámara, en la que se instaló durante ambas intervenciones un rumor de conversación paralela ampliamente mortificante para quienes hacían uso de la tribuna de oradores.
El Grupo Mixto
La broma del Grupo Mixto, con la condescendencia abusiva del presidente Landelino Lavilla, ofreció ayer perfiles, en unos casos patéticos y en otros lamentables. La desafortunada intervención del diputado de Euskadiko Ezkerra, Juan María Bandrés, que intentó emular a Hernán Cortés trazando una raya en el hemiciclo para separar a torturadores de torturados, incluyéndose en el segundo grupo, mientras pretendía dejar al candidato a la presidencia en el primero, proporcionó a Calvo Sotelo una ocasión de oro para lucirse en la dureza de un quiebro que va a reconciliarle con mucho público.
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