¿Desde el Nilo hasta el Eufrates?
No, queridos señores Toledano y López Nieto. No se trata del manido tópico j)ara uso, más o menos jocoso, del antisionista de turno. .No es hoy mi propósito hacer la siempre fácil caricatura del gran Israel mítico, idea tan cara a sus viejos y venerables maestros. Se trata de algo mucho más simple y directo, como es el aventurar que no habrá paz desde el Nilo hasta el Eufrates mientras el contencioso árabe-israelí no se resuelva... por derecho. Que es tanto como decir: mientras no se repare la injusticia histórica de que fue y sigue siendo víctima el pueblo palestino. ¿Y como se va a saldar la cuenta pendiente? ¡Ah! Doctores tiene Sión... Aunque para salir de la ciénaga actual habría que combinar el vigor profético de Amós y de Natán con la sensatez de Mardoqueo y el genio atribuido a Salomón, cualidades que yo no acierto a ver en Beguin ni en Sharon..., ni siquiera en el camarada Peres. Lo que ya es peor.El tratamiento dado por ustedes al tema, precisamente en este periódico, me anima a hacer en voz alta algunas reflexiones con carácter de objeción que condensaré en un modesto artículo, por lo que no podré tocar siquiera, a mi pesar, algunas facetas de los puntos por ustedes trabajados en los tres artículos con que acaban de obsequiarnos... Sí, airosa triada la suya, explicativa (a su modo) de aconteceres recientes, a la vez que prospectiva (con pretensión de acierto) de un futuro que aún está por escribir. Y en el que a la pluma palestina le está reservado algún que otro rasgueo.
Empezaré por contradecirles en algo que me parece primordial: a mi juicio, la solución justa del conflicto reviste importancia máxima para el logro de una paz que merezca tal nombre y, en buena lógica, para la estabilidad de la zona. Y la solución pasa, en gran medida, por la puesta en práctica de la libre autodeterminación del pueblo palestino, incluido el derecho a establecer su propio Estado dentro del territorio que les fue usurpado, para lo. cual Israel no necesita hacer concesiones territoriales, sino retirar sus fuerzas de ocupación. Israel nada tiene que ceder. Debe, simplemente, respetar el derecho de los demás. Ya recibirá, en justa contrapartida, las garantías a que aspira.
Afirmar sin sonrojarse que ciertos hechos nada tienen que ver con la intransigencia sionista revela.... digamos, atrevimiento. ¿Acaso el precio de los crudos no se disparó, en parte con carácter de represalia, tras la guerra del Yom Kippur? ¿Acaso un eventual choque libio-egipcio no tendría relación estrecha con Camp David? ¿Acaso la frustración árabe que siguió a la derrota de 1948 no motivó el surgimiento de ásperos nacionalismos defensivos? ¿Acaso el irredentismo palestino no constituye un podero so catalizador de procesos revolucionarios? Y... ¿para qué seguir?
No olvidemos que Israel es la punta escandalosamente visible del iceberg imperialista en la zona y que todas las revoluciones, incluida la chiita de Jomeini, son respuesta, de algún modo, a la proximidad de un Israel-gendarme que garantiza a las multinacionales el acceso a los yacimientos petrolíferos, así como a las potencias conservadoras el control de un área de gran valor geoestratégico. La creación. misma del Estado sionista, sobre el trampolín del proyectado hogar nacional judío, se inscribe en los designios anglosajones de la primera posguerra mundial.
Hacer futurología afirmando que la Paz llegará a aquellas tierras cuando- se agote el petróleo, independientemente de la existencia de Israel, es poco serio y revela escasas dotes prospectivas. Insistir más de la cuenta en el tema. del petróleo es desviar el centro del problema, esgrimiendo para ello una media verdad. Atribuir a los árabes, en exclusiva, el desencadenamiento de las cuatro guerras es, más que falsedad. histórica, pura frivolidad. Añadir, también sin rubor en las mejillas, que la inestabilidad de la zona ya casi no depende de un arreglo global del contencioso árabe-israelí es demasiado.
Nos es lícito preguntar: estabilidad, ¿de qué? ¿Del régimen de explotación neocapitalista, quizá? Por cierto, que tan triste papel no pasa inadvertido al recio conservadurismo hispano, dignamente represent4do por el señor Fraga Iribarne. Incluso la derecha montaraz propugna el reconocimiento de Israel; ya lo hizo el señor Piñar (don Blas) nada menos que durante la dictadura del general Franco. La izquierda, en cambio, matiza con rigor; sobre todo nosotros, los socialistas, que nos creemos en el deber de no premiar con nuestro universalismo a quienes no acatan las resoluciones del Consejo de Seguridad... ni otros principios de valor universalmente aceptado.
Tratar una realidad tan dramática como la surgida de la aventura sionista no permite al comentador prescindir de conceptos tales como lo justo y lo injusto, que ustedes relegan aplano muy secundario. Renunciar a la concepción ética de lo real puede ser, alguna que otra vez, una necesidad política facificadora de ópticas razones; pero hay que actuar con suma cautela, ya que se puede caer en la eliminación del factor moral. Y entonces... ¿Les recuerdan algo los apellidos Hitler., Goebbels, Rossemberg ... ? Y, los nombres holocausto, pogrom ... ? Por eso me preocupa la superación de los presupuestos éticos del problema.
Sus argumentos económicos me recuerdan los de los ricos ante las demandas de los pobres. Por eso, cualquier solución técnica que no .esté montada sobre la base de un sólido arreglo político será un castillo de arena. Dejen en paz a lord Carrington y a los nueve y no afirmen que Israel usó la fuerza de modo diferente a otras potencias. Esto es un fariseísmo de mal tono; o una estupidez (con perdón). El argumentofuerza que asiste a Israel es peligrosarriente reversible, pues la OLP también tiene fuerza saltemos, por añadidura, que esta organización, representante legítima del pueblo palestino, dicho sea mundo entero, rompiendo el blo queo informativo a que la sometían los medios sionistas. El clamor de un pueblo atormentado vino a ser, en versión actual, el trompetazo que dieran en su día los seguidores de Josué. La OLP derribó así una nueva muralla de Jericó.
A propósito: los Amigos del Pueblo Palestino vamos a celebrar durante esta semana varios actos de inspiración pluralista, concebidos desde opciones religiosas y políticas diferentes, pero todas ellas convergentes en la causa de la justicia, Ya es hora de decir, como Jeremías a Joaquín, rey de Judá: «Ay del que edifica su casa con injusticia, piso a piso, inicuamente ... » (Jeremías, 22, 13). Y de recordar la Segunda denuncia de Miqueas: «Escuchadme, jefes de Jacob, príncipes de Israel: vosotros, que detestáis la justicia y torcéis el derecho, edificáis con sangre a Sión; a Jerusalén, con crímenes ... » (Libro de los profetas; Miqueas, 3, 9).
A punto ya de finalizar, casi me olvidaba de reseñar su mal gusto cuando aluden a Jordania como país «un tanto artificial, creado por los británicos». Pronunciarse en tales términos sobre el reino hachemita es, en su caso, ofensiva desfachatez, además de pasar por alto el origen mismo del Estado sionista sobre base tan endeble como es la Declaración Balfour. Desde luego, si ustedes se propusieron dar una orientación novedosa en nuestra Prensa a problema tan espinoso, como confiesan ya en las primeras líneas de su trilogía, lo han conseguido... cum laude.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.