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El Gobierno portugués elabora un plan de restricciones eléctricas y de agua a causa de la sequía

La agricultura portuguesa acaba de ser declarada en situación de «gran catástrofe», en razón de la sequía. Los técnicos competentes cierran los grifos y elaboran un plan de cortes de abastecimiento para evitar «situaciones de rupturas», y el Portugal rural, de rodillas, reza a todos los santos para que lleguen las lluvias antes de que sea demasiado tarde. El cielo, obstinadamente azul, pesa sobre las aldeas como una maldición. Hace semanas que las informaciones meteorológicas son esperadas por el público con más ansiedad que la telenovela diaria, y cada día que pasa la angustia es mayor: no llovió, no llueve, no lloverá.

El hombre del tiempo confirma las observaciones del «hombre de la calle»: esta sequía es la mayor de los últimos treinta años. En toda la región del interior y al sur del Tajo, las precipitaciones no han llegado, desde septiembre pasado, al 30% de la media de los diez últimos años, y en la zona norte litoral, menos afectada, han alcanzado aproximadamente la mitad del nivel «normal».Portugal tiene sed, y los gremios agrícolas empiezan a anunciar los primeros resultados del desastre: la cosecha de arroz del año en curso es considerada ya como irremediablemente perdida, y el atraso registrado en las demás cultivos de primavera amenaza en convertirse en catástrofe a cada día que pasa.

Sin pastos para alimentar el ganado, los pequeños campesinos intentan deshacerse de sus vacas y ovejas a cualquier precio y en cualquier condición, ya que muchos mercados y ferias han sido suspendidos, como consecuencia de la epidemia de fiebre aftosa.

Mientras conservaban la esperanza de que la situación podía mejorar en breve plazo, las autoridades se esforzaron en tranquilizar a la población. La amplitud del desastre ha vencido el optimismo prudente.

El Ministerio de Industria anuncia un plano de restricciones en los consumos energéticos y, simultáneamente, la empresa pública distribuidora de agua para la región de Lisboa anuncia próximos cortes en el abastecimiento de agua.

Sin agua y sin electricidad, las empresas encaran la necesidad de suspender su producción durante varias horas por día y piden compensaciones: si el Gobierno no las indemniza por las quiebras de producción, tendrán que disminuir en la misma proporción los salarios de sus plantillas, darles vacaciones u obligarlas a trabajar los domingos y festivos. Los sindicatos están de acuerdo con el plano de ahorro, pero no consideran posible hacer soportar su coste a los obreros, y el Ministerio de Trabajo no sabe «a qué santo rezar... », porque los santos son el último recurso frente a las inclemencias del cielo, y el Portugal rural se vuelve hacia los curas para pedir el milagro que los técnicos niegan. Uno tras otro, los obispos han cedido a los pedidos del clero rural para autorizar en todas las diócesis las tradicionales «rogaciones».

Rogativas

Se reza a los santos locales, a los que tienen fama de «mandar la lluvia y el buen tiempo», a la Divina Providencia y, para que se enteren bien de lo que está pasando, se les sacan a pasear por los campos asolados por la sequía.Con los ritos católicos se mezclan a veces vestigios de los cultos paganos de la fertilidad, curiosamente transfigurados por una fe ingenua: es el caso de este cura alentejano, que tiene a su cargo dos parroquias rurales, y que tuvo la idea de organizar dos procesiones convergentes: una aldea llevaba a la Virgen de Fátima; la otra, a san José, y del «casamiento místico» de las dos imágenes sagradas, en medio de los campos, esperaba que resultase la bendición de la lluvia fecundante...

La Iglesia no ignora que la superstición medieval está al acecho en estas manifestaciones colectivas y se muestra reticente. El arzobispo de Braga, al autorizar las rogativas en su diócesis, no omite recordar que hay que obrar también en lo material, para remediar en la medida de lo posible las consecuencias de la calamidad, y que, para el resto, los «designios de la Divina Providencia son un desafío para la fe ». «A Dios rezando y con el brazo ayudando ... ».

Pero ¿y si la sequía se prolonga ... ? Nadie se atreve a pensar más allá de la amenaza formulada por el viceprimer ministro: si no llueve, probablemente habrá que limitar la circulación de los coches particulares durante los fines de semana.

Los más angustiados, pero que no pueden dejar traslucir sus preocupaciones, son los responsables del turismo.

Hace años que el Algarve se enfrenta cada verano con problemas tremendos de abastecimiento de agua en pleno auge de la temporada turística. Chalés y hoteles de gran lujo esconden, como una vergüenza, sus grifos desesperadamente secos durante varias horas del día.

La industria de los paraguas está al borde de la muerte. Las ventas han registrado este año una quiebra del 90%, y la fábrica más importante del sector, con quinientos empleados, anuncia el despido del 15% de la plantilla».

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