Olivier Todd ataca la figura de Jean-Paul Sartre
El redactor jefe de "L'Express" publica un libro contra la política del filósofo
La primera salva contra el Sartre-dios ha sido disparada. Este mismo miércoles se pone a la venta en las librerías francesas Un hijo rebelde, reflexión feroz sobre el filósofo, escritor, militante político y premio Nobel Jean-Paul Sartre. Su autor, Olivier Todd, redactor jefe del semanario L'Express, fue amigo del autor de La náusea hasta que el pasado mes de abril este último fue enterrado, en olor de multitud, a los 76 años de edad.
Esto tenía que ocurrir: el chovinismo francés y sus aspectos positivos no son menos cosa de casta presunta que de exigencia, de autocrítica cruel. Tal es el caso presente. Esta primera revisión furiosa de Sartre tras su muerte es de un francés que, por añadidura, fue el «hijo rebelde» del filósofo, como él mismo se lo anotó en una dedicatoria de una de sus obras. Ese lazo «casi filial» ha prevalecido a lo largo de trescientas páginas, y ello ha evitado el panfleto simplista. La relación personal Sartre-Todd constituye un elemento esencial para valorar la tormenta de furia y de desconsuelo que desencadena el periodista de L'Express contra el filósofo y, sobre todo, contra el político Sartre, al que sólo salva literariamente.Todd, hijo de madre inglesa, nació en París hace 52 años. Su padre abandonó a su madre antes de que él naciera. Tras la liberación, estudiante de bachillerato, influenciado por la vedette de la intelligentsia gala, el azar y el amor hicieron lo necesario para que un día fuera presentado al autor de Los secuestrados de Altona. Un compañero suyo le presentó a una hermana, de la que se enamoró. Estos dos muchachos eran hijos de Paul Nizan, el escritor francés, amigo de Sartre, separado del Partido Comunista francés y muerto en 1940. Dos años después, Todd se casaría con la hija de Nizan, y así entró en contacto con Sartre, que fue testigo de su boda. Y, a partir de 1948, Todd se reunió regularmente con Sartre y El Castor (así llamaba el filósofo a Simone de Beauvoir, su compañera inseparable), para comer en uno de los dos célebres restaurantes de la nostálgica bohemia de los seudointelectuales del barrio de Montparnasse: La Coupole y La Palette.
Repaso de la amistad
Todd comió con Sartre por última vez el día 23 de febrero del año pasado, es decir, pocos días antes de la muerte del escritor. La narración de su conversación, mientras el filósofo, torpe ya y ansioso, apuraba su vino blanco preferido de Burdeos, constituye el inicio de la hecatombe que va a configurarse después con el repaso de 32 años de amistad, de confidencias, de confesiones, de debates, todos ellos ligados a la actualidad, y que se revelan como testimonios dramáticos en la cadena de fracasos políticos del hombre que ha influenciado a dos generaciones y, dice Todd, amante de los jefes, desconocedor de los pueblos, cortante, capaz de juzgar a partir del Chisme si éste favorece a «su» izquierda y maldice a la burguesía.
Todd cuenta, en definitiva, la historia de su liberación, «de una filosofía policial o dictatorial, como lo fue la de Sartre intelectualmente, por sus ostracismos y sus pretensiones». Pero esa demostración no es pontifical, sino que hay que captarla a través de intimidades, amistades, respetos y rebeldías del uno hacia el otro. El día de su último encuentro, Todd refiere que, al interrogarle sobre su amigo de juventud Raymond Aron, Sartre respondió: «Es de derechas».
¿Y qué piensa de L'Express. «Eso no puede ser bueno con Aron y Revel». ¿Lo lee usted? «No, pero me lo cuentan». Y al evocar el areópago de amantes que lo rodearon toda su vida, Todd le interroga sobre su método para manejarse también entre todas ellas. «Les miento a todas», dice Sartre. «Es más simple y más honesto». ¿Incluso a Simone de Beauvoir? «Sobre todo, a ella». Y añade Todd lo que esta última ha escrito en uno de sus manifiestos literario- ideológicos: «Hemos concluido (Sartre y ella) otro pacto: no sólo ninguno de los dos no mentirá al otro, sino que no le ocultará nada».
Babelia
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