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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Lemóniz y el crimen

EL ASESINATO de José María Ryan por ETA Militar ha suscitado en la opinión pública sentimientos de horror, indignación y rechazo superiores a los provocados por las decenas y decenas de crímenes anteriormente cometidos por los terroristas. Tanto o más importante que la intensificación de la condena por las fuerzas democráticas sería la extensión del repudio de esa violencia sanguinaria en el -seno de los sectores sociales que hasta el presente, y a través del apoyo electoral a Herri Batasuna, venían respaldando, justificando o disculpando a ETA Militar. Los dirigentes de la coalición abertzale radical, o al menos buena parte de ellos, son, políticamente, vasallos de sus señores de la guerra. Pero si la dirección de Herri Batasuna recibe su fuerza politica de ETA Militar, son los sufragios populares -152.000 en las elecciones al Parlamento vasco de marzo de 1980, esto es, casi el 10% sobre el censo- los que le dan su apoyo social. Crímenes como el perpetrado anteayer tal vez puedan contribuir a que los votantes de Herri Batasuna caigan en la cuenta del siniestro carácter de la opción a la que apoyan. Al horrible entorno de esa muerte se une, por lo demás, el cinismo con el que estos sanguinarios orates tratan de justificar él asesinato del ingeniero Ryan. Según el comunicado de ETA Militar, los «verdaderos culpables» del crimen no son sus crueles matarifes, sino el Gobierno, la compañía Iberduero y «las instituciones, sindicatos y partidos reformistas» (esto es, la abrumadora mayoría de los diputados electos del Parlamento vasco, los socialistas, los comunistas, Euskadiko Ezkerrá, Comisiones Obreras, UGT, ELA-STV, etcétera), responsables solidarios por no haber aceptado el chantaje terrorista que les ordenaba iniciar la demolición de la central nuclear de Lemóniz. El asesinato de José María Ryan se encuadra así en el desvergonzado intento de ETA Militar de embanderar, en su propio provecho, el tema de Lemóniz, inicialmente planteado por movimientos ecologistas y antinucleares de carácter pacífico y democrático. En alguna ocasión (véase EL PAIS 15-8-1980) tuvimos oportunidad de señalar que Lemóniz pasará a la historia de las centrales nucleares como un ejemplo de localización inadecuada y como un modelo de todo lo que la Administración pública y la empresa privada pueden poner de su lado para hacer impopular y sospechosa una instalación de tal género. La proximidad de la central al Gran Brilbao, las irregularidades administrativas que rodearon la primera fase del proyecto (iniciado bajo el franquismo) y la forma torpe e impositiva de defender su necesidad contribuye ron a que una amplia parte ¿e la opinión pública vasca recibiera como un trágala su construcción. Sin embargo, el indigno abordaje que supone la captura por ETA Militar de la causa de Lemóniz no tiene más objetivo que incorporar al exhausto almacén de las justificaciones ideológicas de estos asesinos una consigna movilizadora. Porque el intento de ETA Militar de imponer por la fuerza la demolición de Lemóniz nada tiene que ver con los movimientos ecologistas y antinucleares que buscan un modelo diferente de sociedad y cuyos puntos de vista, aunque discutibles o exagerados, son respetables y merecedores de atención. Los temas de las energías alternativas (desde la solar a la de fusión), de la seguridad de las centrales nucleares, de los residuos radiactivos, del elevado coste de las instalaciones, de la obsolescencia tecnológica de los diseños hoy disponibles o de los riesgos para la población y el medio ambiente de la energía nuclear son asuntos que deben ser debatidos pacífica y democráticamente entre seres racionales, y a ser posible con conocimientos serios sobre la materia. No pueden, en cambio, servir para que unos energúmenos los manipulen tan ignorante como fraudulentamente en sus campañas.

El ecologismo, vinculado inicialmente a replanteamientos democráticos de las sociedades industriales avanzadas, ha sido, de esta forma, ensuciado y ensangrentado por quienes sólo desean utilizar oportunistamente sentimientos y emociones populares mediante el procedimiento de presentarse como el superman colectivo que defiende sus intereses contra un capitalismo voraz. Toda una teoría encarnada del superhombre fascista puesta al servicio del crimen y la estupidez.

La existencia en la Unión Soviética y en los demás países del llamado socialismo real de un plan de centrales nucleares mucho más ambicioso y extenso que el emprendido en España enseña que la cuestión de la energía nuclear trasciende las diferencias entre el capitalismo y el sistema soviético y se inscribe en la agenda de problemas comunes a las sociedades industrializadas.

Con el asesinato del ingeniero Ryan, ETA Militar ha demostrado que le importa una higa la voluntad de la ciudadanía vasca, claramente expresada en las movilizaciones populares exigiendo la liberación del rehén y en las condenas del secuestro y del crimen por las instituciones autonómicas y los partidos y sindicatos democráticos. Y la mejor prueba de que el argumento aducido para justificar este sórdido crimen es un pretexto cínico y hueco es que tanto ETA Militar como los grupos y asociaciones a sus órdenes se han opuesto repetidamente a la idea de un referéndum sobre Lemóniz, que hubiera podido ser una ocasión para ese debate racional, pacífico y democrático al que tanto temen sobre la central nuclear vizcaína y las opciones energéticas de Euskadi.

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