Dos películas que llegan demasiado tarde
Dulce pájaro de juventud es, sin duda, la película del fin de semana. No obstante, otro curioso título está previsto para el espacio Primera sesión. Se trata de Planeta prohibido (1956), estrenada en España doce años después de ser realizada, a raíz de su «descubrimiento» en la retrospectiva del Festival de Cine de San Sebastián. El doctor Morbius, huido del mundo, vive en un lujoso planeta del año 2000, donde ha conseguido todo tipo de comodidades, elementos fantásticos y originales que, en manos de los guionistas, se transformaron en lo mejor de la película. Entre los «tesoros» inventados por el doctor Morbius destaca el humanizado robot Robby, que fuera utilizado, dado su éxito, en otras películas posteriores de la Metro Goldwyn Mayer y, años más tarde, en películas de otras productoras que variaron brevemente algunos de los atributos del robot.
Mal estrenada en su momento, Planeta prohibido consiguió, sin embargo, entusiasmar a los aficionados a la ciencia-ficción, que encontraron que la película era en realidad una versión libre de La tempestad, de Shakespeare. Que el actor principal sea el viejo Walter Pidgeon puede añadir un valor nostálgico a los que no se sientan especialmente conmovidos por el género.
Más años aún que Planeta prohibido ha tardado en estrenarse la película que este sábado se exhibe en el ciclo de Cary Grant, Hubo una luna de miel, prohibida por la censura española desde su realización en 1942. Aun no siendo una de las mejores comedias de su director, Leo McCarey, se trata, al parecer, de una divertida peripecia en tomo a espías nazis, lo que en los años cuarenta no debía ser muy bien visto en nuestro país. Junto a Cary Grant aparece en el reparto Ginger Rogers, que ya ha compartido con él algunas de las películas de este ciclo que, independientemente de su valor, tiene posibilidades, como en este caso, de ofrecer estrenos sorprendentes.
De cualquier forma, Dulce pájaro de juventud será la película clave en los comentarios de este fin de semana, a pesar de que el tiempo transcurrido desde su realización -diecinueve años- la hayan hecho envejecer e, incluso, abreviar las pequeñas distancias que ya la separaban de lo grotesco, riesgo posible para Tennessee Williams, autor del texto en que se basa, dada su habitual tendencia a desmelenar situaciones o a ocultar sus auténticas raíces. Sin embargo, la calidad básica de ese texto, junto a la interpretación que Paul Newman y Geraldine Page hacen de sus respectivos personajes y el buen hacer clásico de su director, Richard Brooks, seguirán manteniendo vivo lo mejor de la obra, maltratada, eso sí, por el doblaje español con que se estrenó en su momento y se repuso años más tarde.
Babelia
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