El otro lado de una imagen
«Long John Silver no está al servicio de ningún rey, ningún país le apoya», cantaba Grace Slick hace muchos, muchos años, en 1972. Eran otros tiempos, claro. Después de la muerte de Franco se hizo ya más difícil sobrevivir sin estar al servicio de ningún rey, cosa que descubrirían con asombro quienes habían dedicado mucha ilusión y no pocos esfuerzos a la causa de la editorial Ruedo Ibérico, punto de referencia casi invariable de la oposición interior a la dictadura, y, en especial, de los sectores menos dogmáticos o sectarios de esta oposición. Pero el hecho fue que las cosas cambiaron lo suficiente como para que las historias de la guerra civil anteriormente archiprohibidas, se convirtieran en libros de venta masiva, y como para que autores antes malditos («tiene un libro publicado en Ruedo») se dieran a conocer ampliamente como liberales más bien conservadores.En este trance, Ruedo Ibérico estaba abocada a sufrir una crisis de imagen, y la sufrió, lógicamente. Esto condujo a la acentuación de una de las líneas ideológicas anteriormente ya presentes en la editorial y en sus Cuadernos: la libertaria y ecologista. Y en un sentido más amplio, llevó a Ruedo a hacer hincapié en las ideologías o grupos políticos más inasimilables para el sistema, tomando de forma algo arbitraria las limitaciones digestivas del adversario como supremo criterio definitorio de los aliados propios. El resultado, en cierta forma previsible, fue restringir su presencia a los márgenes de la oposición al régimen de UCD, lo que pudo crear la alusión de que la venganza y los odios del general, como los de algunas famosas momias, no se detenían ante los límites de la tumba. O, más allá todavía, el espejismo, ligeramente paranoide, de que en medio de la gran conspiración rnonárquico-reformista no había espacio para una oposición intelectual radical.
Los viejos topos
Pero como los viejos topos no sucumben ante la persecución ni ante la paranoia, Ruedo Ibérico, bajo la etiqueta (para el interior) de Ibérica de Ediciones y Publicaciones, ha tenido a bien presentar, hace escasos días, en Madrid, una nueva colección con la que pretende mostrar su escasa predisposición a dejarse enterrar. La colección se denomina «Al otro lado», ya que pretende buscar al otro lado de la ideología dominante formulaciones globales que puedan servir de bandera a los movimientos sociales que luchan por una sociedad más decente.
Contando con un título anteriormente ya publicado, Ruidos, de Jacques Attali, los nuevos volúmenes presentados fueron Subversion -perversión, de Mikel Dufrenne; Revoluciones campesinas: el nuevo orden del hambre, de Albert Provent y François de Ravignant; Violencia y política, de Yves Michaud; Por una sociedad ecológica, de Jean-Marie Pelt, y La sociedad sin amo, de Léo Scheer. Partiendo de un explícito deseo de éxito para la colección -como para todas las empresas de Ruedo Ibérico-, cabe insinuar ciertas dudas sobre la comercialidad de ésta, ya que oscila entre un cierto tipo de escritura difícilmente comprensible fuera de París y esa incansable búsqueda de la ideología absolutamente alternativa a la que se ha entregado buena parte de la izquierda desde que estalló la crisis del marxismo. Es posible que la colección responda a un cierto estado de ánimo: más improbable es que encuentre la necesaria demanda solvente.
Para matar dos pájaros de un tiro se presentaron también otros dos títulos de Ruedo ajenos a la nueva colección: la novela Radiante por venir, del disidente ruso Aleksandr Zinóviev, y el ensayo Los libertadores del amor, de Alexandrian, un estudio de la oscilación entre amor único y libertiñaje en la obra de nueve escritores, desde Restif de la Bretonne a Georges Bataille.
Quizá no sea precipitado suponer que ambos gozarán de mayor éxito.
Babelia
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