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El manantial geotérmico de Madrid puede ahorrar un 1% de la factura nacional del petróleo

El reciente descubrimiento en las proximidades de Madrid (véase EL PAIS de 1 de febrero) de un manantial de energía geotérmica abre un portillo a la esperanza de utilización de energías alternativas para usos, como la calefacción y el agua caliente sanitaria, que hasta ahora dependen fundamentalmente del petróleo, haciendo disminuir así la factura que por el oro negro pagamos, cada vez más cara, los españoles.

La energía geotérmica es olvidada frecuentemente cuando se habla de potenciar las energías alternativas (eólica, solar, maremotriz, biomasa), quizá porque se piensa que sólo unos pocos países con subsuelo volcánico pueden disponer de ella. Sin embargo, se trata de una fuente de energía muy importante para países en vías de desarrollo, y con un interés creciente para países industrializados. La explotación y el uso de la energía almacenada en el subsuelo bajo la forma de agua caliente se encuentra actualmente en marcha en sesenta países del mundo; algunos de ellos, como Islandia o El Salvador, obtienen más de un tercio de sus necesidades energéticas totales de esta fuente de energía.El uso de la geotermia que ha recibido hasta ahora mayor atención en recientes estudios sobre las nuevas formas de energía susceptibles de reemplazar al petróleo es la generación de electricidad empleando vapor geotérmico. En Italia, Japón, Nueva Zelanda y Estados Unidos existen, desde la década de los sesenta, plantas generadoras de electricidad geotérmica. En 1979, la capacidad total instalada era de unos 2.000 megavatios en los campos geotérmicos de alta energía de once países; los principales productores fueron Estados Unidos, 700 megavatios; Italia, 420; Filipinas, 220; Nueva Zelanda, 200; Japón, 170; México, 150, y El Salvador, 95. China, Islandia, Turquía y la URSS tienen instalada una potencia de unos diez megavatios. En total, esos 2.000 megavatios suponen tan sólo el 0,1% de la demanda mundial de energía eléctrica, pero para algunos de los países citados la producción es realmente importante.

Tres modalidades

El interés global de la geotermia de alta energía, que es la que se emplea para producir electricidad, es, sin embargo, reducido. En efecto, sólo aparece este tipo de energía geotérmica en las regiones activas de la corteza terrestre, muy especialmente en las zonas volcánicas. El calor anormal del subsuelo recalienta los acuíferos a temperaturas que oscilan entre 150 y 400 grados. El vapor que llega a la superficie puede ser utilizado directamente para mover turbinas en las centrales eléctrica que a tal fin se instalan.Hasta ahora sólo en los once países citados ha presentado interés esta utilización, y desde luego no parece que en España podamos albergar esperanzas de obtener este tipo de geotermia de alta energía, aunque la posibilidad existe en el sur del país y en las regiones mediterráneas, preferentemente.

La geotermia de energía media proviene de las aguas que afloran en superficie a temperaturas entre 150 y 80 grados. Transfiriendo este calor a un líquido cuyo punto de ebullición sea bajo se puede, al menos en teoría, obtener electricidad; no obstante, con un rendimiento sumamente bajo, lo que le quita todo interés a este tipo de utilización. La geotermia de energía media puede ser utilizada también como fuente de calor, sobre todo para usos domésticos. De todos modos, se trata de una energía igualmente poco extendida, y ligada también a las zonas volcánicas de forma preferente.

Finalmente, la geotermia de baja energía, que es sin duda la que se ha descubierto en San Sebastián de los Reyes, se encuentra mucho más extendida en el mundo, pudiendo existir en todas las cuencas sedimentarias.

La temperatura del suelo crece con la profundidad a razón de unos tres grados por cada cien metros, lo que significa que un acuífero situado a unos 2.000 metros bajo el suelo podría tener una temperatura sesenta grados superior a la temperatura del agua superficial, es decir, alrededor de unos setenta grados. Recordemos a este respecto que en la boca del pozo geotérmico abierto en Madrid el agua alcanzaba una temperatura de unos 75 grados.

Esta temperatura es suficiente para poder ser utilizada como fuente de calor doméstico (agua caliente, calefacción), y también para diversas aplicaciones agrícolas (invernaderos calentados geotérmicamente, por ejemplo).

Los expertos de la Dirección General de Minas, del Ministerio de Industria, confían en poder ahorrar, gracias al yacimiento geotérmico de Madrid, cuyo primer pozo es el descubierto en San Sebastián de los Reyes, unas 500.000 toneladas equivalentes de petróleo al año. La cifra no es muy grande, desde luego, si tenemos en cuenta que España importa cada año unos cincuenta millones de toneladas. Pero en Madrid la explotación de esa energía puede significar la obtención de calefacción y agua caliente para casi un millón de personas, al mismo coste o similar que la actual.

Concentración salina

El agua caliente natural del subsuelo suele tener una fuerte concentración salina, lo que hace inviable su utilización directa en la red de calefacción o agua caliente. El calor que contiene debe ser intercambiado al agua dulce en mecanismos muy resistentes a la corrosión, pero el agua subterránea, una vez enfriada, no puede ser vertida a los ríos, porque sería una grave fuente de contaminación.La solución es, pues, la de reinyectarla al acuífero una vez que su energía térmica ha sido ya utilizada. Lo que implica que el pozo de reinyeccion esté bastante alejado del pozo de extracción, porque, si no, el agua fría reinyectada acabaría saliendo de nuevo, con temperatura cada vez más baja.

De todos modos, cada «doblete» tiene una vida media que no supera los 35 años, ya que entonces el agua caliente se ha ido mezclando con el agua fría reinyectada, y su temperatura de salida deja de ser utilizable.

Las posibilidades que ofrece la geotermia de baja energía son, pues, importantes en España, a poco que los sondeos en busca de agua caliente a profundidades no superiores a los dos kilómetros se sistematizaran en las zonas geológicamente favorables.

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