Las denuncias sobre una internacional terrorista caldean el ambiente político italiano
A pesar del deseo del primer ministro Forlani para no dramatizar el debate parlamentario del próximo martes sobre las presuntas complicidades de Estados extranjeros en el terrorismo italiano, la tensión política crece día a día, exacerbada en muchas ocasiones por los propios partidos que integran el actual Gobierno de centro-izquierda, y en especial, por socialistas y socialdemócratas.En unas declaraciones aparecidas ayer, jueves en el diario romano Il Messagero, el líder socialista Craxi exigió al Gobierno una respuesta clara al respecto, replicando con un sí o con un no a las sospechas sobre supuestas relaciones entre Estados extranjeros y grupos terroristas italianos y reservándose las pruebas que pudieran existir.
Mucho más exigentes en esta línea de claridad han sido los socialdemócratas, quienes, por primera vez, insinúan incluso una posible salida del actual Gobierno si Forlani, o quien responda en nombre del ejecutivo el próximo martes en la Cámara de Diputados, no disipa dudas.
A través de su órgano informativo L'Umanitá, los socialdemócratas suministraron ayer revelaciones sobre conexiones internacionales, citando Checoslovaquia como «santuario» del terrorismo italiano. En un breve artículo del vicesecretario del partido, Ruggero Puletti, se asegura la existencia de un campo de adiestramiento para la guerrilla en la localidad checa de Doupov, a ocho kilómetros de Karlovy Vary, por el que habrían pasado no pocos miembros de las Brigadas Rojas.
Los campos de entrenamiento fuera de Italia, en donde eventualmente se habrían adiestrado terroristas italianos, han sido siempre tema de los estudiosos de este fenómeno, que en muchas ocasiones han facilitado pruebas evidentes para sostener la tesis de una cooperación entre grupos terroristas de diversa nacionalidad. Checoslovaquia, Yemen, Libia, entre otros, fueron citados como enclaves de entrenamiento,
El principal diario italiano, Corriere della Sera, de Milán, escribía ayer que nadie puede dudar de las relaciones entre terroristas árabes, alemanes, italianos, españoles y suramericanos, y toda la Prensa se hizo eco, para corroborar esta afirmación, de la confesión de un «terrorista arrepentido». Umberto Mazzola, miembro del grupo Primera Línea, quien reveló a la policía haberse entrenado, en el verano de 1978, en un campo militar francés, próximo a la frontera española, dirigido por ETA y por el grupo terrorista galo Napapa.
El clima político, ya de por si cargado por esta polémica, ha sido aprovechado por algunas fuerzas políticas para recoger las palabras del nuevo secretario de Estado norteamericano, Alexander Haig, quien acusó a la U RSS de financiar el terrorismo internacional.
Los neofascistas acusan
Así, el secretario general del Movimiento Social Italiano (MSI) (neofascista), Giorgio Almirante, declaró ayer que «Haig ha dado la respuesta que por desgracia ni el Gobierno ni el propio presidente Pertini se han atrevido a dar».Los «mismos», por otra parte, han solicitado que Italia rompa relaciones diplomáticas con la Unión Soviética después de la declaración de protesta presentada por Moscú ante las polémicas palabras de Pertini sobre las «centrales terroristas extranjeras».
A la recriminación soviética se unió el Gobierno checoslovaco, el cual, a través de su órgano oficial Rude Pravo, rechazó ayer las acusaciones sobre presunta complicidad de los servicios secretos de países del Este con las Brigadas Rojas, reafirmando que las naciones socialistas han repudiado desde siempre y lo seguirán haciendo el terrorismo político, al que jamás han prestado ayuda.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.