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El dramaturgo Antonio Buero Vallejo y la actriz Carmen Carbonell, premios nacionales de Teatro 1980

El dramaturgo Antonio Buero Vallejo y la actriz Carmen Carbonell obtuvieron ayer el Premio Nacional de Teatro 1980, dotado por el Ministerio de Cultura con un millón de pesetas en cada modalidad de autor y actor, por su amplia dedicación y entrega al teatro español. Estos premios nacionales galardonan una meritoria tarea en pro del teatro español.

La comisión asesora, presidida, por el director general de Música y Teatro, Juan Antonio García Barquero, estuvo formada por Alonso Zamora Vicente, escritor y académico; Ricardo López Aranda, dramaturgo; José Luis Alonso, director escénico; Lorenzo López Sancho, crítico, y Adolfo Marsillach, actor, director y autor.Antonio Buero Vallejo recordó ayer que la actriz Carmen Carbonell interpretó, junto con su marido, Antonio Vico, una obra suya titulada La señal que se espera. El autor añade que esta obra está hoy «felizmente olvidada, ya que pertenece al punto más bajo de mi carrera». Respecto al Premio Nacional de Teatro, Buero opina que «en nuestro país, tan menesteroso de desarrollo cultural, y de protecciones, vienen a estimular y llamar la atención de la gente hacia el teatro. Me encanta que me lo hayan dado, no tenía ni idea, y el dinero me viene muy bien. Aunque existe también una política de subvenciones a montajes y grupos, hace falta que el teatro sea más orgánicamente apoyado, a través de muchas cosas que sería largo de explicar, para que se recupere la atención general de todo el país hacia el fenómeno teatral y el teatro de calidad».

Ante su producción teatral «podría autocriticar a Buero Vallejo de manera muy seria, pero me voy a abstener cuidadosamente en estos momentos. Aunque este premio es como una recapitulación, el capítulo no está cerrado, me sigo considerando en activo y procuraré dar guerra». La próxima temporada, el autor estrenará una nueva obra en Madrid, de la que prefiere no adelantar nada.

Desde Historia de una escalera, premio Lope de Vega 1949, Buero plantea un teatro de compromiso, inédito en temática y personajes para el teatro español de posguerra. «Todas las obras no son iguales», declaró ayer el dramaturgo. « Creo que esa faceta de compromiso existe, pero mi teatro no es sólo este compromiso, sino otros muchos aspectos de orden creacional, estético y teatral. He procurado mantener este teatro de compromiso a lo largo de las dificultades de estos años, y lo he ido paulatinamente reforzando hacia formas de compromiso más claras en la escena, con un propósito subordinado al orden estético».

Buero, de 65 años, está incluido en una generación realista que ocupó la escena en los años cincuenta y sesenta, junto con autores como Sastre, Olmo, Muñiz, Martín Recuerda, Rodríguez Méndez, etcétera. El dramaturgo y académico dice que no termina de encontrarse en esta clasificación. «Cuando salió esta generación, sus principales componentes cuidaban mucho de advertir que yo no pertenecía. Cuando perdieron relativa actualidad, entonces sí me incluyeron; incluso se decía que era el padre. Soy un autor relativamente solitario. En un contexto de fondo y desde un punto de vista estético, luchaba en solitario contra el realismo como manera de hacer. Creo que desde mis primeras obras escribo un teatro más aventurado, de una experimentación estética más personal. A lo largo de toda mi obra me he ido moviendo sobre vivencias personales muy arraigadas en mí. No se puede hablar de ciclos determinados, como la ceguera o el histórico; en todo caso, son ciclos recurrentes. Me parece más certero hablar de evoluciones formales, que yo he procurado aventurar.

La detonación y Jueces en la noche son las últimas obras estrenadas de un autor que elige entre su producción El sueño de la razón y La fundación, títulos que se montan con frecuencia en el extranjero, junto con En la ardiente oscuridad y El concierto de san Ovidio.

Una intérprete de comedia clásica

La actriz catalana Carmen Carbonell, de 81 años, ha dedicado toda su vida al teatro. Comenzó su carrera con las compañías Guerrero-Mendoza, Bárcena, Vilches y Margarita Xirgu, en papeles de «damita joven». A lo largo de los años veinte, interpretó obras como La mariposa que voló sobre el mar y No quiero, no quiero, de Benavente; La ermita, la fuente y el río, de Eduardo Marquina; Mariana Pineda, de García Lorca, y otras piezas de Serrano Anguita, Arniches y Ardavín.En los años treinta, formó parte de la compañía titular del teatro Lara, de Madrid, donde conoció al actor Antonio Vico, con el que contrajo matrimonio y formó compañía hasta su muerte. En el Lara estrenó, entre otras obras, El negro que tenía el alma blanca, de Alberto Insúa, y Para ti es el mundo, de Arniches. Después de la guerra, junto con Concha Catalá y Manuel González, el matrimonio formó la compañía Los Cuatro Ases, y montaron en la Zarzuela obras de Benavente, Pemán, García Lorca, Marquina, Ruiz Iriarte y otros autores de la época. Hasta la muerte de su marido formaron compañía propia, con montajes de autores españoles, en papeles cómicos de comedia. Sus últimas actuaciones han sido en 1978-1979 en Otra Fedra, si gustáis, de Espríu, y La casa de Bernarda Alba, de García Lorca, en 1976.

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