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Washington recibirá hoy en un ambiente de euforia a los 52 ex rehenes norteamericanos liberados

En un ambiente de euforia nacional, el presidente de Estados Unidos, el republicano Ronald Reagan, recibirá hoy en la Casa Blanca a los 52 norteamericanos que fueron secuestrados durante 444 días en Irán. Justo después de una semana del desfile presidencial con motivo de la entrada en funciones del presidente Reagan, la comitiva de hoy, martes, llevará a los ex rehenes de la base aérea de Andrews a la Casa Blanca, seguirá el mismo itinerario del Capitolio a la Casa Blanca, por la avenida de Pensilvania.

Se espera que miles de washingtonianos animen con banderas y cintas amarillas la llegada a la capital federal de los liberados y sus familias. Será una repetición gloriosa de la llegada, a las tres de la tarde del pasado domingo, a la base aérea de Stewart. Lejos de las cámaras de televisión y de las preguntas de los periodistas, los ex rehenes y sus familiares más íntimos se retiraron en el hotel Thayer, de arquitectura Tudor, en la población de West Point, célebre por ser la sede de la más reputada academia militar estadounidense.Una copiosa cena, con pavo relleno, langosta, tarta de manzana y helado, reunió en torno a las mesas a los 52 ex cautivos y unos 150 familiares que se habían trasladado a West Point, después de un breve acto, el domingo por la mañana, en la Casa Blanca, donde el presidente Ronald Reagan les felicitó por su «coraje, orgullo de América», y agradeció a Dios el feliz desenlace del secuestro de los rehenes a manos iraníes.

Del primer contacto entre familiares y liberados sólo hay testimonios parciales, ante el carácter privado e íntimo que las autoridades norteamericanas dieron al histórico momento. «Todo transcurre normalmente», dijo el padre de uno de los ex rehenes, horas después del encuentro en el hotel Thayer.

A falta de un contacto directo con la Prensa, televisiones y periódicos reproducen aún los últimos testimonios recogidos en el momento de la salida de Wiesbaden, en la República Federal de Alemania, donde los ex rehenes salieron de la primera etapa del programa de «descomprensión» desde su liberación el pasado martes día 20, por un periplo que les llevó de Teherán a Argel, Wiesbaden, y cinco días más tarde a West Point, Washington y, finalmente, a sus respectivos hogares a partir de mañana miércoles.

Entre la cólera y la alegría, la opinión pública norteamericana continúa sumergida en el lógico despliegue informativo dedicado a la liberación de los ex prisioneros. «Volvería a Irán, pero con un B-52», declaró Bruce German, refiriéndose a los superbombarderos norteamericanos que machacaron las poblaciones de Vietnam del Norte y Camboya. Malcolin Kalp, uno de los rehenes que pasó doce meses completamente aislado, de los catorce meses y medio de cautiverio, manifestó por su parte que Estados Unidos debía haber enviado a Irán «8.000 millones de bombas», en vez de los fondos iraníes depositados en bancos norteamericanos.

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"Terror total"

«Fue una experiencia de terror total», con torturas psicológicas que fueron de la ruleta rusa, con pistolas en la sien de algunos rehenes, a repetidas amenazas de ejecución por espías. Los doctores que examinaron a los ex rehenes en Weisbaden manifestaron que no se ha producido el síndrome de Estocolmo, así denominado por los hechos ocurridos en 1973 en la capital sueca, cuando un grupo de atracadores secuestró a varios clientes en un banco, liberándoles al cabo de cierto tiempo, convencidos de las tesis de los secuestradores.

Robert Cohen, psiquiatra que analizó el comportamiento de los liberados, declaró que el deseo general es «regresar cuanto antes a la vida normal», aunque deberán seguir un tratamiento para superar el choque de tan largo tiempo de aislamiento.

A nivel político, una vez superado el estallido de júbilo nacional, Estados Unidos buscará lentamente la fórmula de apaciguar la tensión entre Washington y Teherán. Argelia, país que representó un papel clave en la última fase de la negociación para zanjar el conflicto de los rehenes, podría ser el puente para una estrategia a largo plazo que normalice las relaciones entre Estados Unidos e Irán.

«De la cólera a la razón», titulan algunos comentarios de Prensa en Estados Unidos, a propósito del futuro con Irán. La riqueza petrolera del golfo Pérsico, es considerada como vital por Estados Unidos. Para mantener el acceso a los pozos de petróleo de la región arábiga, Washington teje actualmente una red de bases militares en Egipto, Omán, Somalia y Kenia, al tiempo que prepara una fuerza de intervención militar (Rapid Deployment Force), capaz de intervenir en conflictos bélicos que pongan en peligro los intereses de Estados Unidos en el mundo.

Durante largo tiempo, Washington no podrá esperar reanudar una mínima alianza con Irán, sobre todo de surgir problemas en la aplicación y respeto, por parte de la Administración Reagan, del acuerdo financiero para la liberación de los rehenes, negociado y firmado por la antigua Administración Carter.

Pero la situación geopolítica de Irán, el medio millón de barriles de petróleo diarios que importaba Estados Unidos antes de la crisis de los rehenes, y la necesidad de intentar evitar un giro hacia Moscú por parte de los gobernantes iraníes, serán elementos clave para una futura realpolitik de Washington hacia Teherán, dejando para la historia el lamentable episodio de los rehenes.

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