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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La factura de la luz

Los CONSUMIDORES españoles asisten perplejos y desalentados a una continua escalada de precios de artículos y servicios de primera necesidad. Ahora ha llegado el turnio a las tarifas eléctricas, que pegan un salto calculadísimo del 19,17%. Si se utiliza el índice de precios industriales del INE, entre 1974 y 1979, la electricidad había subido un 10% menos que el total. Comparando su subida con la de los precios energéticos, el alza de la energía resulta un 17% inferior. Los últimos datos de 1980 siguen confirmando estas diferencias. El precio de la electricidad se sitúa un 26% por debajo de los precios generales de la energía. Los datos acaban, por desgracia, a la altura del pasado mes de junio. Probablemente con las dos últimas elevaciones de las tarifas eléctricas las diferencias deben haberse acortado. Las comparaciones citadas ponen, sin embargo, de manifiesto que durante toda la crisis energética las alzas de los productos industriales han sido superiores a las de las tarifas eléctricas, y que lo mismo ha ocurrido con los precios del conjunto del sector energético.El comportamiento que reflejan los índices demuestra que la electricidad, por un lado, no ha repercutido mecánicamente las alzas del petróleo y, por otro, que sus aumentos han sido inferiores a los de los precios del total de los productos industriales. Indirectamente se ha primado el uso de electricidad generada por fuel, favoreciendo las importaciones de petróleo, y al mismo tiempo se han desanimado las inversiones en proyectos eléctricos. En definitiva, todo un descalabro de política energética. Pero, además, la fuerte dependencia del petróleo de la OPEP obliga a España, de una manera muy imperiosa, a desarrollar fuentes sustitutivas de energía. Las únicas posibles son las nuevas térmicas de carbón y las nucleares, más la rápida sustitución del fuel en las térmicas por carbón. Recuérdese que el fuel se lleva el 50% de las importaciones de petróleo y que su sustitución abarataría la factura de crudos y dejaría un gran espacio para la destilación de otros productos petrolíferos cuyo consumo no es hoy día sustituible. Pero estas razones de fondo pueden quedar invalidadas si las medidas adoptadas adolecen de defectos y torpezas, porque entonces los ciudadanos tendrán muy poderosas razones para pensar en la connivencia entre los «eléctricos» y el Gobierno.

La política de lucha contra la inflación debe ser objeto de un grandísimo cuidado porque la selva de los precios está siempre dispuesta a tragarse cualquier mejora, y en este sentido las subidas deben ser muy meditadas y muy justas. Si se aprueba un alza de tarifas que incorpora un margen para inversiones futuras mientras las compañías eléctricas distribuyen acciones parcialmente liberadas, se está dando la razón a quieres consideran el aumento del 19,17% en la factura de la luz como escandaloso.

En una época de necesaria sustitución del petróleo, las empresas eléctricas conviene, por supuesto, que mejoren su cuenta de explotación para disponer de fondos propios y abundantes de financiación, pero, precisamente para conseguir esta finalidad, los beneficios obtenidos tienen que imputarse a la cuenta de reservas y no distribuirse en forma de beneficios encubiertos a base de ampliaciones de acciones parcialmente liberadas. El argumento de que la Bolsa necesita oxígeno tampoco resulta convincente, porque, por ejemplo, en Estados Unidos, donde las utilities de electricidad tienen fijadas unas condiciones muy rigurosas a la hora de distribución de dividendos, los inversores, sin embargo, mantienen su fidelidad por la seguridad de una actividad cuasi monopolista explotada por empresas privadas. Tampoco ahora el Gobierno ha sabido dosificar sus razones, y lo justificable desde el punto de vista de la política energética a medio y corto plazo se presenta de una manera tan inaceptable para los consumidores-productores que lo único que tratarán es de compensarse rápidamente de esta nueva alza en el precio de la factura de la luz. La lucha contra la inflación continuará así sin conseguir un mínimo de credibilidad.

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