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ARAGON

El río Ebro volvió a desbordarse a su paso por la ciudad de Zaragoza

El río Ebro ha vuelto a desbordarse y a llenar de incertidumbre a las localidades ribereñas, aunque esta vez las consecuencias no han sido demasiado graves y el peligro comience a alejarse. Tres semanas después de la última riada, y cuando apenas se habían llegado a evaluar los daños ocasionados, el Ebro se ha convertido de nuevo en un caudal de agua difícil de controlar.

Ayer por la tarde se registró en Zaragoza el nivel máximo -5,17 metros-, que en esta ocasión ha sido ligeramente inferior al de diciembre. A partir de ahí se estabilizó, y las previsiones de la Comisaria de Aguas eran que en la madrugada se iniciaría un progresivo descenso. Precisamente una de las características de esta riada es que avanza con una gran lentitud. Por ejemplo, en uno de los puntos más conflictivos, Alcalá de Ebro-Remolinos, la última vez estuvieron quince horas en situación de alarma y ahora esperan tener de tres a cuatro días.Como en anteriores ocasiones, se han inundado las huertas, en especial de Boquiñeni, Pradilla y Remolinos, y en Alcalá de Ebro el agua ha llegado a entrar en el pueblo y ha sido necesario desalojar una casa -muy próxima al curso del río- y una granja de terneros. Se ha cortado la carretera de Gallur, aunque hoy entrará ya en servicio, y ha sido preciso que los vecinos reforzasen con tierra las defensas. A pesar de ello, la situación ha registrado menor peligro y no han tenido que intervenir fuerzas del Ejército. Las medidas de seguridad han funcionado y fuentes municipales de las localidades afectadas se mostraban satisfechas del modo como se habían llevado las operaciones.

En el centro del problema siguen algunos aspectos que se vienen repitiendo de forma constante. De un lado, las voces de protesta por no tener todavía una adecuada regulación del Ebro -ha habido ocasiones en las que, por el puente de Santiago, de Zaragoza, el agua no sobrepasaba los cincuenta centímetros, mientras que ayer tenía más de cinco metros-. Del otro, la construcción de defensas, que ya tiene algunas obras en ejecución y un plan general trazado, pero que ha ocasionado ya varios conflictos. Concretamente, el famoso muro de Remolinos, costeado por los propios vecinos, sigue siendo germen de discordia entre este pueblo y el de Alcalá de Ebro, del que sólo les separa un kilómetro de agua. Un portavoz del Ayuntamiento de Alcalá manifestó ayer a EL PAIS que el nivel de las aguas había subido por esta razón de cincuenta a ochenta centímetros más que en la riada de 1978.

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