Visitantes del nueve largo
Alguien dijo: «Son noticias las pequeñas cosas de los grandes y las grandes cosas de los pequeños». Yo, que me considero pequeño por varias razones, estoy sorprendido. Ayer me. llamaron mis amigos de Barcelona, de Bilbao: «Oye, que vienes en los periódicos». Uno, concienciado integrante de la mayoría silenciosa que jamás soñó con tales honores, se pregunta entre escéptico y atolondrado, ¿por qué?¿Por qué y por qué?, me pregunto desde hace dos días y dos noches. Tal vez porque no me conformé con hacer cola en la ventanilla de parados y, apoyado por dos personas que no me exigieron aval, cogí el traspaso de un café llamado El Largo Adiós. Tal vez porque, encontrándolo en delicada situación, volviera a funcionar al margen de manipulaciones. Tal vez...
Que más da. Lo que no da igual es el salvaje atentado que derramó la sangre de una persona, de un amigo, un cliente que, como tantos días, trataba de encontrarle sentido a la vida mientras tomaba una copa charlando con sus amigos.
Por eso, porque no entiendo nada, me dirijo a vosotros, adolescentes que apretásteis el gatillo contra indefensos ciudadanos que en aquellos momentos estaban en mi establecimiento. Me dirijo a vosotros para que me expliquéis quién ha sembrado el odio en vuestras mentes, pues sólo así se puede entender un acto semejante.
Como humano (que aún creo ser) y como propietario o administrador (tanto da), os pido que no volváis a disparar contra inocentes. Si lo que tanto os molesta es que este lugar siga abierto, soy el único responsable. Mi única finalidad es vivir y dejar vivir. No puedo hacerlo de otra forma. Por eso y porque sé que cuando queráis podéis impedírmelo, sin que ello os cause demasiados problemas, os pido: por favor, no disparéis más a través de uñas cortinas sin saber contra quien.
El martes pudisteis matar a varios, pero a muchos nos habéis quitado las ganas de vivir. / propietario del café El Largo Adiós.
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