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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Reflexiones en torno al canon farmacéutico

Los temas farmacéuticos, por una u otra razón, han salido en estos días abundantemente representados a los medios de comunicación. De igual manera hemos advertido que los farmacéuticos se han granjeado las iras mejor o peor contenidas de todos los sectores de la Administración: se habló de posibles sanciones gubernativas, o sea, multas; de que el Ministerio de Comercio iba a intervenir en virtud de ciertas competencias que dice le son propias, de que la última palabra estaba en manos del Ministerio de Sanidad; pero lo cierto es que al final ha sido el parlamentario Ciriaco de Vicente el que ha interpelado al Gobierno para saber cuál es el organismo competente en el asunto del canon farmacéutico y dirimir sobre su legalidad. Algo se ha avanzado.Aparte lo anecdótico, es nuestro deseo centrar el tema.

Es curioso que en nuestro país el incumplimiento sistemático de disposiciones de todo rango y de todo tipo (legales, técnicas, reglamentarias, etcétera) sea la norma generalizada. No extrañe, pues, que cierto ministró del Gobierno llegara a decir en el Congreso algo respecto al incumplimiento de la Constitución como, norma, lo que produjo el consiguiente escándalo en el hemiciclo e indujo a muchos padres de la patria a rasgarse simbólicamente las vestiduras.

Esto viene a colación con los líos que el canon propuesto por la Junta del Colegio Farmacéutico ha ocasionado en estos días, cuyo fiel reflejo lo hemos tenido en los medios de comunicación social.

Existe todavía en vigor -salvo disposición al efecto en contrari a la real orden de 12 de enero de 1928, que dice textualmente: «S. M. el Rey (q. D. g.) se ha servido disponer que durante las horas de la noche en que habitualmente permanecen cerrados los establecimientos farmacéuticos, el propietario de éste, o persona versada en el despacho, solamente tiene la obligación de atender la dispensación de medicamentos que se formulen mediante la presentación de receta». (Publicado en la Gaceta de 14 de enero de 1928.)

Aquí hubiera podido zanjarse la cuestión si desde tiempos pasados .la farmacia de guardia nocturna no hubiera venido atendiendo a todo el mundo.

Grupos de productos

Para comprensión de todo el mundo y con un criterio simplista, diremos que en cualquier farmacia de España hay tres grupos de productos:

1 . Dietética infantil, ortopedia, óptica -si la hay-, plantas medicinales, cosmética y dennofarmacia, etcétera. De venta tradicionalmente farmacéutica, pero que también pueden ser adquiridos en otros establecimientos.

2.Especialidades farmacéuticas, que podemos subdividir en dos grandes grupos:

2.1.Especialidades farmacéuticas, cuya dispensación precisa ineludiblemente receta médica:

2.1.1. Receta normal (Seguridad Social, Muface, Isfas, recetas particulares, seguro libre, etcétera), necesaria para la dispensación de todas aquellas especialidades en la que se halle consignado tal requisito y las especialidades cuyo control se exige en virtud del Convenio de Viena, según dispone el Decreto 2829/1977 del Ministerio de Sanidad y Seguridad Social.

2.1.2. Receta de estupefacientes, cuya finalidad es el control y restricción de los mismos, encomendado a la oficina de farmacia y al correspondiente departamento de Sanidad.

2.2.Especialidades farmacéuticas de dispensación sin receta médica, conocidas en nuestro argot como productos de mostrador, que habitualmente se despachan previa solicitud del cliente o, por consejo del farmacéutico.

Está bien claro que la exigencia de la correspondiente receta médi ca nada tiene que ver con la noche o el día, como, se ha venido esgrimiento en algunos medios. Está también muy claro que el farmacéutico no puede eximir de tal requisito a nadie, a pesar de que la obtención de una receta médica haya sido calificada poco menos que de «inverosimil».

O sea, que la obligación del profesional que atiende la guardia nocturna -sea el titular o persona versada en el despacho- se reduce a dispensar lo que en los países sajones se llama prescripción. Y a propósito de tal requisito, a uno de nosotros se nos negó, por carecer de él -a pesar de identificamos como colegas-, un eficaz remedio helvético para curamos una inoportuna faringitis británica... Escribimos al Times y no nos hizo caso.

La serie de acontecimientos que ha protagonizado la Junta del Colegio Farmacéutico de Madrid en los últimos días, al plantear una solución al tema de una más correcta utilización del servicio de urgencia noctumo, ha puesto a toda la profesión farmacéutica en la picota de la opinión pública, con el consiguiente deterioro de su imagen ante la misma, evidenciando, una vez más, la falta de comunicación y la incomprensión existente entre los farmacéutico! y la sociedad a la que tratan de servir y especialmente con uno de sus pilares más importantes en la formación de la opinión pública, como son los medios de comunicación social.

Volviendo al tem a inicial del canon por la utilización de unos servicios farmacéuticos nocturnos para ser aplicado a aquellos artículos o productos que no precisan receta médica para su despacho, y que, como hemos visto a tenor de la legislación vigente, tiene por exclusión carácter totalmente voluntario, conviene precisar que la farmacia solamente tiene obligación de dispensar aquello provisto de la correspondiente receta médica.

Es decir, en lenguaje llano. A la farmacia de guardia noctuma hay que ir provisto con receta. Si pretende obtener otro producto para el que no sea obligatoria la receta, lo que el Colegio Oficial propone es el abono de un canon por la utilizacíón de un servicio extraordinario ,que la farmacia no tiene obligación de realizar. Este canon, por otra parte, existe en todos los países del Mercado Común y otros, incluso en algunos para las dispensaciones con receta médica.

Esto tan sencillo ha ocasionado una polvareda fenomenal en España, y lo que fue en su día asumido en los citados países, a pesar de sus eficaces asociaciones de consumidores y otros estamentos, aquí hemos llegado a un callejón sin salida, en el que unos, ceñidos a la ley (y paradójicamente enfrentados a la Administración, y otros, tratando de concretar las competencias administrativas, impiden la posibilidad de llegar a un razonable juicio salomónico, que de por concluida satisfactoriamente para todo el mundo semejante diatriba.

Despachar sin receta

En primer lugar, por su escasa incidencia, ya que, salvo raras excepciones, tanto en la capital como en los pueblos, el enfermo agudo es evacuado al centro hospitalario más próximo. Los que acuden a la urgencia nocturna farmacéutica con su receta (Seguridad Social, Isfas, Muface, etcétera, receta particular, seguro libre) son atendidos de inmediato, en la forma en que estamos obligados.. Y ahora sólo resta aquello, objeto de la controversia que el canon ha levantado. Lo que se puede despachar sin receta, pero el hacerlo entraña un acto voluntario, ya que no existe, obligación legal de realizarlo.

¿Cómo se resuelve el asunto?

La otra cara de la moneda es que el balance del servicio de urgencia no puede ser más desolador, si añadimos a los más de quinientos atracos a mano armaday robos con intimidación, las lesiones a las personas que, en algún caso, han supuesto víctimas mortales. Por otra parte, hay que decir, quecon cánon o sin canon, este servicio carece totalmente de rentabilidad económica, y que su única razón de ser en este aspecto es su carácter de servicio al público, y este es el verdadero tema que los consumidores, también productores de bienes y servicios, se deben plantear con reflexión y serenidad.

El público en general, conocedor tan sólo del ámbito de su quehacer cotidiano, hajuzgado duramente a una profesión de manera global.

Los medios de comunicación, más conocedores de los problemas en general, han tomado, sin embargo, el todo por la parte. Nos ex plicaremos: no se puede juzgar la actuación de una clase profesional (sea cual sea la profesión) por la actitud de determinados dirigentes de la misma. A veces, se confunde el simple electoralismo con las justas y sentidas reivindicaciones de un grupo más o menos maltratado, y que, por su especial situación en los esquemas sanitarios existente ocupa un lugar incómodo, molesto a veces, con el que se puede contar, llegado el momento, como «chivo expiatorio », y sobre el que se puede instrumentar una fácil demagogia de cualquier signo político.

La Prensa en general ha uniformad o a la clase farmacéutica («los farmacéuticos madrileños» se ha dicho), como si de un grupo totalmente homogéneo se tratara, con la única finalidad de enriquecerse a costa de la salud de los españoles -en este caso, de los madrileños-, deseosa de un cómodo y fácil ejercicio profesional, subrayando su faceta mercantilista, sublimada por el monopolio de la limitación, con todas las ventajas a su favor y sin aceptar las contrapartidas que conlleva el otro plato de la balanza. Y eso, preciso es decirlo, es simple demagogia, no importa el tinte que lleve. La realidad es otra. Toda profesión entraña unos riesgos y responsabilidades de los que el farmacéutico -al igual que otros profesionales- nunca abdicó.

Como colectivo profesional, tenemos -como cualquier otra actividad- a nivel profesional, sujetos que la denigran y compañeros que merecen todo nuestro respeto y admiración. En el aspecto profesional, tenemos desde el farmacéutico absentista -por suerte cada vez más escaso-, despreocupado por todo lo relativo a su farmacia, hasta el fiel y estricto cumplidor en todos los aspectos. En lo económico, desde la potente farmacia, dotada de medios y personal, hasta la sencilla farmacia de suburbio, donde el titular personalmente ejerce su profesión, llena, por otra parte, de entrega y contenido humano y social, no siempre valorados.

La reivindicación sobre los servicios de guardia es tan vieja en Madrid como en el resto de España, pero hemos sido los «farmacéuticos madrileños» los que hemos salido a la picota de la opinión pública, sufriendo los embates de todos los sectores del país: Administración, asociaciones de consumidores, público en general, etcétera.

¿Por qué?

Entendemos muchos compañeros que, entre otras cosas, podemos acharlo a, la inoportunidad del momento escogido para su planteamiento, a la obstinación mostrada en su ejecución inmediata y a la imprevisión política que se ha cometido al no medir sus posibilidades reales, es decir, a la falta de un profundo y sereno análisis de la situación, pues es preciso tener conciencia plena de la larga y grave crisis que atraviesa España. El paro alcanza, según estimaciones oficiales, el millón y medio largo de españoles, especialmente jóvenes, y la inflación rebasa los topes deseables, y un largo etcétera.

En esta crisis también se hallan inmersos los farmacéuticos.

Por último, queremos subrayar que tanto los farmacéuticos con oficina de farmacia como los que ejercen en cualquiera de las múltiples modalidades profesionales sólo desean una utilización integral de sus conocimientos en beneficio de la sociedad en la que viven, anteponiendo las necesidades más inmediatas del país a la oportunidad en el planteamiento de sus reivindicaciones económicas y profesionales, pero sin renunciar en ningún momento a lo que en justicia aspiran.

José López Estrada es licenciado en Farmacia y en Ciencias de la Información (sección de Periodismo). Angel Herrero Muñoz es licenciado en Farmacia, diplomado en Optica y Acatica Farmacéutica y licenciado en Ciencias de la Información (sección de Periodismo).

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