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El nuevo Congreso de Estados Unidos inicia sus trabajos en un ambiente legislativo más conservador

A la espera de la conflictiva ratificación, el viernes, del nombramiento del ex general Alexander Haig, como secretario de Estado, los comités senatoriales han aprobado ya los cargos propuestos por el presidente Ronald Reagan para los departamentos de Agricultura, Tesoro, Sanidad y Defensa. El titular de este último Departamento, Caspar Weinberger, anunció ante el Congreso la necesidad de una «reflexión» previa de seis meses, antes de concretar las bases para una renegociación con la URSS del Tratado sobre Limitación de Armas Estratégicas (SALT II).

Weinberger insistió también sobre la necesidad de defender los intereses «vitales» de EE UU en la zona del golfo Pérsico, con presencia de fuerzas militares si es necesario, para lo cual, en su opinión, la nación no tiene la capacidad suficiente.La ratificación por el Senado del responsable del Departamento del Interior, James Watt, tropezó con las críticas de los grupos ecologistas y varios miembros democrátas del Senado, que criticaron la visión de Watt sobre la protección del medio ambiente, capítulo que recae bajo su nueva responsabilidad.

Por su parte, el presidente electo, Ronald Reagan, nombró ayer los últimos cargos importantes de su Administración. Terre Bell, como secretario de Educación, y James Brady, como portavoz de la Casa Blanca. Concluidas las audiencias sobre el Gabinete ministerial de Reagan, el Congreso pasará a ocuparse, con prioridad, de los temas económicos y defensivos.

La entrada en funciones, esta semana en Washington, del nuevo Congreso de Estados Unidos marca el inició de una época política en EE UU orientada hacia una vuelta al conservadurismo. La arrolladora victoria del Partido Republicano en las elecciones del pasado 4 de noviembre, que llevan a la Casa Blanca a Ronald Reagan a partir del martes 20 de este mes, coloca en primer plano de la escena política norteamericana a los republicanos que copan la Presidencia y el Senado, avanzando considerablemente en la Cámara de representantes -donde los demócratas siguen siendo mayoritarios- y ganando puestos en la mayoría de administraciones locales de los cincuenta Estados de la Unión.

Fácil para Reagan

El control republicano del Senado, con sus respectivas comisiones, facilitará la aprobación de las nuevas directrices de Gobier no que el equipo del presidente Ronald Reagan proponga en materia de presupuesto, reducción de impuestos, incremento del gasto para la defensa, relaciones exteriores, derechos cívicos y política social.Pero la primera labor del Congreso consiste en ratificar los nombramientos del nuevo Gabinete designado por Reagan. Uno a uno, los secretarios (ministros) de cada departamento exponen brevemente sus proyectos de programa y responden a las preguntas de los miembros de las comisiones senatoriales que les, interrogan sobre ciertos aspectos particulares, antecedentes o vínculos que podrían suponer un condicionante para el desempeño de su labor.

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Tradicionalmente los hearings del Senado (audiencias) son puro protocolo cuando se trata de confirmar los primeros responsables de una nueva Administración. La regla se respeta también actualmente para todos los secretarios, excepto en el caso del responsable del Departamento de Estado, o Relaciones Exteriores, el ex general Alexander Haig. Varios miembros demócratas de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado preparan una serie de preguntas delicadas en torno al Watergate, que podrían poner en un aprieto a Alexander Haig, cuando mañana, viernes, se presente ante el Senado para obtener la ratificación de su nuevo cargo.

Sin embargo, el control de la mayoría en el Senado por parte de los republicanos y el deseo general entre la clase política norteamericana de no resucitar el escándalo que costó la presidencia al republicano Richard Nixon, deberían permitir, sin sobresaltos, la ratificación senatorial de Haig como futuro responsable de la política exterior norteamericana, bajo la presidencia de Ronald Reagan.

Varios senadores demócratas desean aclarar, no obstante, si Haig, desde su puesto de jefe de Gabinete del equipo Nixon, estuvo implicado en el escándalo del Watergate, asunto del que salió indemne el entonces general Haig, pasando a ocupar, por un mandato de cinco años, el puesto de comandante en jefe de las fuerzas de la OTAN en Casteau (Bélgica).

Un Congreso de signo conservador

El líder de la mayoría en el 97º Senado, Howard Baker (senador republicano por el Estado de Tennessee), abrió las sesiones con declaraciones conciliatorias hacia los demócratas, grandes perdedores en todos los terrenos en los últimos comicios, y garantizando un «buen diálogo» entre el Senado y la Presidencia. Por su parte, el líder de la mayoría en la Cámara de Represntantes, Thomas O'Neill (congresista demócrata por Massachusetts), desde la tribuna de líder de la mayoría demócrata, prometió un «diálogo constructivo » de la oposición.Sin embargo, el equilibrio real de fuerzas en el Congreso, al margen de las primeras declaraciones políticas «conciliatorias», pasa al lado de los republicanos. Después de veintiséis años, los republicanos recuperan la mayoría en el Senado, con 53 escaños, contra 46 para los demócratas y un independiente. En la Cámara de Diputados, los demócratas mantienen la mayoría, con 243 representantes, frente a 192 para los republicanos, que avanzaron 35 puestos en las últimas elecciones.

Ante la avalancha republicana, los demócratas perdieron primeras figuras del liberalismo político en EE UU, como los senadores George McGobern, Frank Church (ex presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores, que se caracterizó por un intento de control de las actividades de la CIA), o Birch Bayh. Otros, como el senador Edward Kennedy, pierden el control de un puesto decisivo, como en la comisión jurídica del Senado.

Llegan dieciocho nuevos miembros al Senado y 73 a la Cámara de Representantes. Entre los senadores, destaca el equipo de republicanos tradicionalistas, que ganaron las elecciones apoyados por movimientos como la «mayoría moral» o la «nueva derecha». Serán el núcleo que apoye en el Congreso la modificación de la actual legislación que permite el aborto, bajo ciertas condiciones; pedirán la obligación de la plegaria en todas las escuelas públicas o intentarán la supresión del sistema de transporte escolar gratuito, que favorece la integración racial.

Como en anteriores congresos, no se puede definir, en bloque, a los republicanos como conservadores y a los demócratas como liberales. En cada bando existen fracciones que pueden balancear, entre los republicanos moderados, las propuestas de leyes que intenten restringir las libertades públicas o la asistencia social y, entre los demócratas conservadores, favorecer un aumento del presupuesto de la defensa o radicalizar las posturas en materia de relaciones exteriores.

Economía y defensa, temas prioritarios

La primera prueba de fuego entre republicanos y demócratas llegará cuando empiecen las deliberaciones para el presupuesto federal de 1982, cuyas orientaciones serán presentadas por el presidente Jimmy Carter el día 16 de este mes, como último acto político antes de la toma de posesión del nuevo presidente, el republicano Ronald Reagan.Carter sugerirá un presupuesto de unos 750.000 millones de dólares, con un deficit de 30.000 millones. Obviamente, el nuevo presupuesto -que debe entrar en vigor el 1 de octubre- será ampliamente modificado por la nueva Administración. El equipo Reagan propondrá al Congreso un presupuesto para 1982 y es probable que incluso correcciones para el actualmente en curso, destinadas a una reducción del gasto público- coherente con sus promesas electorales, de disminuir en un 10% los impuestos.

El equipo Reagan propondrá recortes importantes en el gasto público destinado a ayudas sociales (bonos de comida, seguridad social, transporte escolar) para equilibrar un presupuesto que, por una parte, disminuirá los ingresos y, por otra, incrementará el gasto en sectores como la defensa.

Los demócratas liberales no dejarán escapar la ocasión para lanzar sus primeras críticas desde la oposición parlamentaria, que pueden servir de base a Edward Kennedy para renovar su imagen de presidenciable cara a las elecciones de 1984.

A la propuesta de reducción de impuestos, sugerida por los senadores Kemp-Roth, pueden incluso nacerle críticas dentro del mismo bando republicano.

En el capítulo de la defensa, los múltiples proyectos de modernización del arsenal norteamericano para hacer frente a la URSS, junto con el rechazo de la ratificación del tratado SALT II bajo las fórmulas que negoció la Administración Carter con Moscú, serán los dos principales temas de disputa parlamentaria entre republicanos y demócratas. Antes de abandonar su cargo, Jimmy Carter deja un regalo a Ronald Reagan, al decidir un aumento adicional para 1981 de 6.200 millones de dólares para la defensa.

Determinar si EE UU fabricará el costoso sistema de misiles MX o el superbombardero B- 1 centrará también el debate parlamentario en materia de defensa, donde muchos senadores y congresistas, incluso entre los republicanos, dudan de dar un cheque en blanco al Pentágono,

La situación en América Central, relaciones con la URSS, embargo de grano, Tratado de Limitación de Armas Estratégicas (SALT), Oriente Próximo, con el inevitable tema palestino, en un Congreso en el que los expertos dicen que ha perdido influencia el lobby judío, serán otros de los principales temas cuando el Congreso trate la política exterior de la primera potencia del bloque occidental.

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