Estudiantes de BUP de un instituto de Entrevías decoraron sus clases con frescos y poemas
Los alumnos de BUP del Instituto García Morente, en Entrevías, han dedicado los últimos días anteriores a las vacaciones a fregar y pintar sus clases. Y sobre las paredes aún húmedas han repintado murales, escenas literarias y poemas. «Si hubiesen venido los pintores, además de ser carisimo, las hubiesen dejado igual de feas. Nosotros nos hemos decorado la clase a nuestro gusto y a partir de ahora las sentimos realmente nuestras».
Ahora, apenas tienen que ver los lúgubres pasillos del instituto -sucios, con desconchones y grietas enmohecidas-, con esos paraísos pintados de rosa o azul donde se evoca a Picasso, a don Quijote, a Miguel Hernández, a los hermanos Marx o a todos los personajes de Mafalda. Sin olvidar a John Lennon -forever John- o a un monigote enorme sobre la pared que acompaña a la mesa del profesor y que proclama un ¡no! rotundo. «Es para recordar que siempre diremos no a las imposiciones del profe, nos tiene que convencer antes de decidir lo que tenemos que hacer». La iconografía es ecléctica, pero no da lugar al pastiche.La directora del centro, Nieves Ortega, está asombrada y entusiasmada con los resultados, «porque algunas clases han quedado tremendamente artísticas. Han rebasado nuestros cálculos y nos ha sorprendido la creatividad y sensibilidad de unos chicos que a veces son agresivos, apáticos y bastante pasotas». Hijos de obreros en su mayoría, se llevaron de sus casas muchos de los bártulos y herramientas para una faena en la que eran principiantes. Enfundados en sus monos, hubo un reparto un tanto desorganizado, pero eficaz, de espátulas, rodillos, botes de pintura, aguarrás y bayetas.
Los más hormiguitas hasta pintaron los tubos del radiador y los contrafuertes de las ventanas. Algunos barnizaron la mesa del profesor o pusieron una chapa nueva. Pero el trabajo más duro fue lijar los pupitres, eliminar morcillas y chuletas escritas apresuradamente en un momento de inspiración, apuro o tedio y raspar la suciedad del techo. «En un principio, los chicos decían que ellos pintaban y que nosotras fregáramos, pero protestamos y hemos hecho juntos todas las tareas», puntualiza una chica de tercero de BUP.
Los profesores de dibujo y de literatura ayudaron a sus alumnos en los momentos de apuro «pero las ideas y el trabajo han sido de ellos». Antes de pintar la pared hacían un pequeño boceto y los profesores aconsejaban la manera más lógica de llevarlo a cabo. En algunas clases, los alumnos cuadricularon previamente la pared para encontrar la proporciones exactas. En otras de una manera más libre, un estudiante sostenía una lámina del Guernica, del Quijote y Sancho, o de Las señoritas de Avignon, y los manitas de la clase lo iban copiando sobre la pared.
Al principio, hubo gazapos y nervios. «Algunos profesores estábamos un poco alarmados, sobre todo cuando vimos que los colores quedaban muy fuertes. Pero luego, según se iban secando, el tono se aclaraba y aquello mejoraba mucho», comenta la directora. «Los profesores lo único que hemos hecho ha sido arriesgarnos a que se expresaran a su modo. Ha merecido la pena». En un principio, había premios para las mejores aulas dentro de cada curso, «pero no ha sido competitivo, no tendría que haber premios, porque nos hemos divertido mucho y cada uno piensa que su clase es ahora la más bonita». Una excursión general será el reconocimiento a la labor común, para compensar la inevitable subjetividad del jurado.
Cerca de quinientos chavales, la mayor parte del alumnado diurno, han participado en la decoración de sus respectivas clases. Hay alusiones constantes a la paz, «porque estamos hartos de tanto bla-bla-bla sobre la guerra que viene y deseamos con ansiedad la paz». En una clase apa recen hermanados el Discóbolo y un busto de Miguel Angel Hernández, junto a una frase: «La libertad es algo que sólo late en tus entrañas como un relámpago».
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.