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La censura actúa con distintas fórmulas tanto en el Oeste como en el Este

Amparada tras el uso de caretas distintas, que en países de América Latina es la del pistolero, en Europa del Este la de la sapientísima actitud de la clase dirigente y en Occidente la sutilísima labor del que interpreta las leyes, la censura sigue tan campante prácticamente en todo el mundo. Una revista, en Londres, se dedica a describir periódicamente tan inquietante panorama. Su subdirector, que ha estado en Madrid participando en un simposio organizado por Cambió 16, habla de esta situación.

Años antes de que se pusiera de moda el término disidentes, George Theiner, un checoslovaco que ya ha cumplido los cincuenta años, decidió disentir de la línea estalinista que se vivía en su país, se negó a figurar como miembro del partido comunista y fue ingresado en un campo de concentración, en el que realizó trabajos forzados entre 1950 y 1953. Los años más duros. Ese hombre sonriente ahora, que mantiene una mirada ingenua y una cierta simpatía que le viene del Este («Praga está más en Occidente que Viena»), ha venido a España estos días como subdirector de una revista que apoya a los que son lo que él fue: periódista, intelectual perseguido por sus ideas, tanto en el Este como en el Oeste. La revista, Index on Censorship (Indice de Censura), se edita en Londres y no se ocupa sólo, dice George Theiner, de los «disidentes típicos».Index, recuerda hoy George Theiner, surgió de una iniciativa británica, como Amnistía Internacional, la organización que defiende los derechos humanos en el mundo. Hace ocho años, un hijo de soviéticos, Pablo Litvinov, nieto de un ex ministro de Stalin, escribió al diario The Times pidiendo ayuda extranjera para obligar a las autoridades de su país de origen a respetar la libertad de expresión.

Un grupo de intelectuales británicos, entre los que estaban los escritores W. H. Auden, Stephen Spender, Iris Murdoch y David Astor, propietario del semanario The Observer, escribieron un telegrama al Times ofreciendo esa ayuda requerida por Litvinov.

No quedó en agua de borrajas el ofrecimiento, sino que cristalizó, hace siete años, en el nacimiento de Index on Censorship, «creada», dice hoy Theiner, «para publicar las voces de la gente que haya sido silenciada, la obra de aquellos escritores que hayan sido declarados no existentes en sus paises».

El director de la revista, Michael Scammell, inglés, es experto en asuntos rusos, incluida la literatura de aquel país, mientras que Theiner es especialista en lengua y literatura inglesas. Esa combinación de naciones e intereses evitan un desequilibrio en la publicación, que además cuenta con investigadores en asuntos africanos, latinoamericanos y asiáticos.

Para llevar a cabo una labor como la que se propone Index, la publicación, que también edita, aparte de sus números bimestrales, obras de los autores prohibidos, vive de la donación pública, que en ningún caso es oficial.

Una situación deprimente

La evidencia, en el campo del respeto a la libertad de expresión, es deprimente, dice Theiner. «Y es deprimente tanto en el Este como en el Oeste. Ocurren los casos notorios,de gran parte de Latinoamérica, varios países de Africa, gran parte de Asia y toda la Europa del Este. Pero también hay casos en los países llamados avanzados en cuanto al ejercicio de las libertades. En Inglaterra, por ejemplo, donde tenemos nuestra sede, hay una peculiar forma de censura, establecida en el artículo 2º de la ley de Secretos Oficiales, aparte de las restricciones que hay sobre toda información proveniente de los conflictos que ocurren en Irlanda del Norte».

Hoy no es mejor que ayer

«En Norteamérica», sigue Theiner con su enumeración de la censura en el Oeste, «un periodista de la CBS, Daniel Schorr, fue expulsado de su trabajo por haber publicado una información que se consideró secreta. Luego se revocó el despido, pero ahí quedó esa forma de censura. En Francia todo el mundo conoce el reciente caso del proceso a Le Monde y en su propio país, España, usted tiene ejemplos cercanos de que ahora se está mejor que en tiempos de Franco, pero que la perspectiva actual tampoco es demasiado brillante». En la República Federal de Alemania, por citar otro país de la Europa occidental, se sigue practicando el berufsverbot contra aquellas personas sospechosas de ser comunistas, a pesar de que la ley originalmente se ideó para combatir la penetración nazi».En la Europa del Este los métodos son más sutiles que en algunos países de América Latina, dice Theiner. «Mientras en América Latina hay lugares, como Buenos Aires, donde la más drástica fórmula de censura es el balazo o la desaparición de intelectuales como Haroldo Conti o Rodolfo Walsh, en los países del Este hay casos, como los de Hungría o Polonia, donde la censura no existe formalmente ni los que transgreden las normas estatales reciben daño físico. Es más sutil, porque se actúa imponiendo la autocensura, y en los casos en los que ésta no sea drástica se decide eliminar de la circulación, no físicamente, a los intelectuales, que así se convierten en no personas. En Uganda y Argentina usted desaparece fisicamente; en el Este la desaparición es moral».

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