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De área a área
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Hacia un límite de partidos por jugador

Es una solución imaginativa y por tanto rara, que desagradaría al aficionado y enredaría a los entrenadores, pero una propuesta a considerar ahora que no hay otra

Carlo Ancelotti durante la rueda de prensa este viernes.
Alfredo Relaño

El debate sobre el calendario de jugadores se va emponzoñando. La irrupción del repentino y desagradablemente mourinhizado Ancelotti ha provocado la incontinencia natural de Tebas, que ha querido darle consejos de cómo manejar su plantilla. A los dos se les puede decir lo mismo: zapatero a tus zapatos. Lo de Tebas es hacer el calendario y lo de Ancelotti manejar como mejor pueda la fatiga de su plantilla y los dos lo tienen difícil por una situación que les desborda y a cuya solución no contribuye en nada que cada uno se meta en el trabajo del otro.

Hay demasiados partidos, eso es obvio. Desde que sigo el fútbol (Liga de 16, competiciones europeas por eliminatorias y un calendario de selecciones que venía a ser un tercio del actual) se ha producido un continuo crecimiento. Paulatino pero inflexible. Cada una de las partes ha ido rascando espacios libres del calendario hasta no dejar ni uno, llegándose a la situación extrema de este año en el que a un jugador del Madrid que sea internacional con su país le pueden caer hasta 82 partidos si llega hasta el final en todas las competiciones, como viene ocurriendo.

Desgraciadamente, podemos descartar una cumbre de responsables en la que cada cual devuelva una parte de lo que últimamente han venido apropiándose todos, el último de ellos la FIFA, que ha empotrado este verano un nuevo Mundial de Clubes. Porque sí, porque yo lo valgo, porque éramos pocos y parió la abuela.

¿Por qué no se plantan los futbolistas, me preguntan? Primero, porque más competiciones y más partidos son más dinero para ellos (y también para los ancelottis que trafican con su fatiga); y segundo, porque el problema sólo afecta a unos cuantos: los que juegan torneos europeos hasta sus últimas instancias y resultan imprescindibles para sus selecciones. En términos españoles, una mayoría en el Madrid, el Barça (que al menos no tiene Mundial) y el Atlético y casi ninguno en otros clubes. En toda Europa no serán muchos más de cien, América no la cuento porque casi todos sus internacionales juegan aquí. Para el resto, un 95 %, es un problema lejano, o un problema de compañeros que incluso les puede servir para tener más huecos en el equipo en busca de rotaciones. De modo que es difícil que FIFPro se mueva seriamente en esto, más allá de que David Aganzo se tirara hace poco de espontáneo para hacer la pelota a Florentino (sus motivos tendrá y su derecho tiene) en el reciente revuelo.

Miguel Ángel Gil ha planteado en la FIFA y la UEFA una solución que de primeras suena rara, incluso extravagante, pero que está siendo escuchada y considerada: limitar el número de partidos por jugador y año. Admitida la imposibilidad de recoger carrete con el calendario, se trataría de prohibir que cada jugador actuara, pongamos por caso, en más 50 partidos en su club y cinco en su selección. Los entrenadores y seleccionadores trabajarían con ese condicionante, sabiendo a qué atenerse. En la práctica, la cosa ya va un poco hacia ahí, por lesiones y rotaciones dictadas por la prudencia; se trataría, en todo caso, de una regulación cerrada que garantizara la salud y la buena forma de los jugadores y evitar que determinados imprescindibles, caso Valverde, fueran explotados en exceso.

Una solución imaginativa y por tanto rara, que desagradaría al aficionado y enredaría a los entrenadores, pero una propuesta a considerar ahora que no hay otra, y visto que el aliviadero del continuo aumento de cambios no sirve. Mejor esto que el espectáculo de los trastos a la cabeza entre Tebas y Ancelotti.

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Sobre la firma

Alfredo Relaño
Alfredo Relaño formó parte de la redacción fundacional de EL PAÍS, en la sección de Deportes. Fundó la delegación en Andalucía, regresó como redactor jefe y luego fue director de Deportes en la SER y Canal +, y director de AS, del que ahora es presidente de honor.
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