Estados Unidos cree que ha perdido la supremacía ante la URSS
El «desequilibrio» militar entre las dos grandes superpotencias, Estados Unidos y la Unión Soviética, a favor de Moscú en la mayoría de sectores, según fuentes estadounidenses, es tema diario en la Prensa norteamericana. Washington, después de una supremacía indiscutible en todos los aspectos al término de la segunda guerra mundial, vive hoy un relativo deterioro de su aparato militar, debido a la caducidad de gran parte de su armamento, falta de potencial humano y, sobre todo, carencia de dinero suficiente para desarrollar, los diversos proyectos para la modernización de la defensa de EE UU.Los costes son tan enormes, que, incluso con la victoria del republicano Ronald Reagan y con una mayoría conservadora-republicana en el Senado, Washington quiere que los países de Europa occidental paguen parte de la «factura» del precio de una defensa común.
La polémica de incrementar, como mínimo, el 3% anual de los presupuestos de defensa en los quince Estados miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) es una de las diferencias, que separan a EE UU del resto de sus aliados, salvo raras excepciones.
Frente a los proyectos de rearme norteamericanos, no siempre coincidentes con las políticas de los principales aliados europeos -Francia y República Federal de Alemania (RFA) en particular-, los miembros europeos de la OTAN polemizan también con el deseo de la próxima Administración Reagan de renegociar con Moscú el tratado sobre la limitación de armas estratégicas (SALT II), firmado en julio de 1977, en Viena, entre el presidente Jimmy Carter y su colega soviético, Leónidas Breznev, y que nunca fue ratificado por el Senado norteamericano.
Dentro de este contexto general, sobre el terreno, varios altos responsables militares de la defensa norteamericana, en los sectores naval y aéreo, argumentaron a un grupo de periodistas europeos la urgente necesidad de mejorar y modernizar su potencial, con la lógica cooperación de los países aliados.
Interés hacia España
España, país no miembro de la OTAN, pero vinculado a Estados Unidos por el Tratado de Amistad y Cooperación, que permite contar con bases militares estadounidenses en territorio español, recibe el interés de los militares norteamericanos en dos direcciones perfectamente compatibles: el deseo de continuar beneficiandose de las facilidades de las bases aéreas y navales, más importantes que nunca en caso de conflicto en la zona de Oriente Próximo, y la eventualidad de adherir España a la OTAN.
Las compras de nuevo equipo militar para el Ejército español (en particular aviones de caza F-16, que cuestan unos quince millones de dólares unidad, casi 1.200 millones de pesetas), son también objeto de atención por parte de EE UU.
Nuevos portaviones
En la sede del SACLANT, alto mando naval de la OTAN para el Atlántico Norte, el almirante Harry D. Train explicó con detalle la evolución del incremento de potencial en el sector maritimo soviético. Señaló que los europeos son reticentes para aumentar el 3% en el presupuesto militar, cuando la URSS no para en su esfuerzo por lograr una superieridad en armamentos. Siempre, según cifras de fuente norteamericana, Moscú destina entre el 15% y el 16% de su PIB a la defensa, dedicando el 20% del total al sector naval.
«Todavía tenemos una ligera superioridad naval frente a la Unión Soviética, pero ¿hasta cuándo?», dijo el almirante Train, alegando que es imprescindible un esfuerzo en la construcción de nuevos submarinos y portaviones. Hace diez años, la Marina soviética estaba sólo presente en la zona del Atlántico norte. Hoy, portaviones supermodernos, como el Kiev, o submarinos nucleares, como el Typhoon, último fletado por la URSS, equipados con la versión submarina de misiles SS-18, capaces de alcanzar objetivos a 7.000 kilómetros de distancia, constituyen una amenaza a la que Estados Unidos entiende responder.
«Los soviéticos sólo entienden el lenguaje de la fuerza», dijo el vicealmirante Thomas Bigley, insistiendo en la urgencia para dotarse de nuevos portaviones Los escenarios imaginarios de guerra convencional o nuclear en distintos puntos simultáneos del globo obligan a EE UU a desplegar su presencia en zonas que eran casi estratégicamente ignoradas hace una década. La presencia de dos portaviones norteamericanos en las cercanías del golfo Pérsico, capaces de desplegar un potencial considerable de aviones de caza, es un factor de disuasión cara a posibles aventuras soviéticas en la región del golfo Pérsico.
Pero construir un portaviones cuesta actualmente unos 2.000 millones de dólares (unos 152.000 millones de pesetas), razón más que convincente para que EE UU pida apoyo a los aliados. «La OTAN tiene la misión de afirmar su presencia en la zona conflictiva del golfo, aunque no caiga dentro de la zona geográfica de operaciones de la alianza», dicen en los medios militares norteamericanos, confirmando una doctrina pregonada desde hace ya varios años en la sede bruselense de la OTAN, cuando era comandante en jefe el general Alexander Haig.
«Proteger las rutas del petróleo en el Atlántico, por donde transita el 40% del importado por EE UU y el 65% del importado por Europa occidental, es otra de las tareas de la marina norteamericana, añaden en Norfolk, esgrimiendo uno de los argumentos más sensibles ante la opinión pública.
El F-16, la opción para la OTAN
Otro de los elementos clave para la defensa norteamericana es la creación de la «fuerza de rápido despliegue», capaz de movilizar a 200.000 hombres y material a cualquier parte del mundo en breve plazo. Creada en marzo de 1980 por Jimmy, Carter, hace unas semanas las primeras maniobras de la nueva fuerza de intervención se realizaron en territorio egipcio, en pleno desierto.
«La importancia de las bases de apoyo es fundamental, teniendo en cuenta que, por ejemplo, la isla de Diego García está a más de 3.000 kilómetros del estrecho de Ormuz», declaró el vicealmirante Bigley. EE UU cuenta actualmente con facilidades en Omán, Kenia, Somalia y, obviamente, Egipto. Los modernos portaviones o submarinos nucleares cuentan con autonomía para permanecer hasta seis meses sin necesidad de tocar ningún puerto, pero la posibilidad de tener bases de apoyo se considera como fundamental en caso de conflicto.
Otro de los aspectos que preocupa a los responsables militares norteamericanos es el factor humano. Actualmente se calcula que faltan en la marina unos 120.000 hombres y otros 1.300 pilotos en la aviación.
A pocas millas de la base naval de Norfolk se encuentra la base aérea de Langley, con instalaciones coordinadas entre las fuerzas aéreas norteamericanas y un centro de investigación espacial de la NASA. «Es difícil retener a los pilotos altamente cualifcados o los expertos en informática o telecomunicaciones ante la disparidad de sueldos entre el Ejército y el sector privado», confirmó el general McMullen, comandante enjefe de la base de Langley. Las diferencias de sueldos entre los dos sectores son del ciento por ciento, diferencia que una Administración republicana intentará, posiblemente, corregir.
Una demostración para la Prensa de la capacidad de maniobra, rapidez de ataque y reacción de un avión de caza F- 16 concluyó la visita por instalaciones militares norteamericanas vinculadas a la defensa conjunta de la OTAN. «El F-16 es claramente la orientación para los países de la OTAN en su renovación de material de defensa aérea», dijo el general McMullen.
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