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La danza y la música de los seises en la catedral de Sevilla

Durante estos días de diciembre, que en la terminología católica se conocen como octava de la Inmaculada, sevillanos y turistas tienen ocasión de contemplar la danza y la música de los seises, renovando una tradición de varios siglos que tiene por marco la catedral de Sevilla y que -como toda tradición que se precie en esta ciudad- aparece a caballo entre la historia y la leyenda.

La historia escrita de los seises no empieza hasta 1508, pero está claro que su origen real es anterior -algunos lo remontan hasta el siglo XIII-, ya que la noticia impresa de ese año, hallada en los archivos catedralicios, constata simplemente una costumbre en plena vigencia. Algunos investigadores les ven en esta época vestidos de ángeles, con alas doradas sujetas a la espalda y guirnaldas de flores en la cabeza.

Según Angel Urcelay, ex maestro de capilla de la catedral y experto en seises (estuvo 36 años encargándose de formarlos, hasta que se jubiló), la danza de estos niños cantorcitos no es ninguna derivación de los bailes populares, sino que tiene desde su nacimiento una inspiración totalmente religiosa. Siempre se ha acompañado del música de capilla y el correspondiente coro de voces.

El nombre de seise tiene una explicación: al principio eran seis los danzantes, pero el número ha variado históricamente. Desde 1565 quedó estabilizado en diez. Y fueron diez los que bailaron la última vez, en junio pasado, heredando el privilegio secular de sus antecesores de danzar en el altar mayor de la catedral y permanecer con la cabeza cubierta ante el Santísimo.

Traje y castañuelas

Los seises bailan en tres momentos de cada año religioso. Primero fue con motivo de la festividad del Corpus, y la danza se hacía sucesivamente ante la custodia, ante el arzobispo y ante el pueblo. En 1654, el cabildo catedralicio decidió celebrar la Inmaculada Concepción con la misma solemnidad que el Corpus (y con los mismos danzarines). Fue entonces cuando se instituyó el traje de pajecillo cortesano que ha pervivido como el de los seises hasta nuestros días: zapatos forrados en raso, calzón corto y medias blancas, camisa con encajes y puños, juboncillo (rojo en el Corpus, azul celeste en la Inmaculada), banda cruzando el pecho y sombrero de plumas.A esta indumentaria habría que unirle posteriormente el uso de castañuelas. Y una última fecha anual para sus actuaciones: los tres días de la llamada quincuagésima de carnaval. También es en este oscuro siglo XVII cuando la forma de la danza de los seises queda definitivamente establecida en sus diversas figuras y en su ritmo, siempre cadencioso y sereno, independientemente de la música que se interprete, con algo de minueto avant la lettre.

Pero la tradición sevillana de los seises tiene sus propias leyendas. Todo eso pertenece al pasado. Ahora, los problemas son mucho más materiales. La jubilación del padre Urcelay, la disolución de la escolanía de los Reyes -cantera de seises- y la falta de subvenciones oficiales pueden acabar con esta institución.

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