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Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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La pirámide

La llamada «pirámide» o juego fácil que consiste en dar pasta y pedir pasta, es, no sólo una manera de perder el tiempo que han encontrado los que tienen tiempo (y dinero) que perder, sino toda una metáfora de esta sociedad madrileña de enteradillos, zumbados, vacilones, alternantas y gente jet que vuelve a añorar con urgencia clamorosa e inquietante, en estos días, una estructura piramidal de la sociedad española.La democracia es el triunfo racional de la horizontalidad, pero los francoespañoles somos unos egipcios apócrifos que preferimos constituirnos en pirámide. A la pirámide (casi siempre de oro por la planta alta y de barro y chabola por abajo) se la llama luego imperio, dictadura, cruzada o cosa. El caso es ir de piramidales por la vida. Ramoncín y Rossetta Arbex, dos buenos amigos, son los que han montado las más fastuosas pirámides con pela larga, en la noche madrileña, y me han invitado reiteradamente a sus pirámides itinerantes, confidenciándome los nombres de los nuevos asistentes de cada noche:

- Pues si ya sé quien va a estar, no necesito ir.

Y no iba. Entre la pirámide y el bingo se mueve una sociedad madrileña perdida entre el spleen y el smog. Pero así como el bingo es pasivo, multitudinario, hortera y en algunos casos fraudulento, según se ha demostrado (me parece que se va a fundar un bingo en pro de los damnificados del bingo), la pirámide, en cambio, es elitista, nómada y arriesgada. Exige iniciativa personal y financiera. Lo que pasa es que a mí la pasión del juego me desapasiona mucho, del póker a la pirámide, porque hay que pensar. El otro día se lo decía yo a Raúl del Pozo:

- Mira, Raúl, yo me dediqué a esto de escribir porque no hay que pensar.

La pirámide, como moda que aún conserva cierto piramidalismo, nos descubre que, cuando creíamos que los españoles, con la democracia, iban a descubrir, por ejemplo, la lectura y la libertad, sólo han descubierto el bingo y la pirámide. Visito en su despacho a Carmela, García- Moreno y me lo dice:

- Para interesar a muchas mujeres en la democracia, en los medios rurales, por ejemplo, tenemos que empezar por las recetas de cocina, y en los medios urbanos, por la gimnasia.

Carmela sabe que eso es lo que hacía Pilar en su Sección Femenina, pero sabe también que sin un incentivo previo, personal, particular, cotidiano, ni el español ni la española se interesan en abstracciones ideológicas. Me parece bien que amigos míos, como Ramoncín o Rossetta, se lo hagan de pirámide y se lleven un pastón, mientras haya gente e que se estire, pero la pirámide, corno hecho cultural, no es precisamente optimizante, y, como metáfora nacional, es demasiado evidente. Aquí todo el mundo -el «todo el mundo» que ya sabemos- quiere montar la pirámide piramidal en plan Piramidón, o sea un sistema fuerte cuya arquitectura podría diseñar Máximo mediante el compás y la ironía: cúspide a lo Puerto Banús y entresuelo de chabolas. Hemos sido los egipcio/babélicos que han habitado esa torre de Babel hasta que se vino abajo, que no se ha venido, o sea cuarenta años, y la pirámide vuelve a tentarnos como proyecto nada sugestivo de vida en común (en común, pero guardando las distancias, que es que no sabe usted con quién está hablando, oiga).

El Estado llano debe prevalecer frente al Estado/ pirámide, que los espejismos dominicales nos traen a veces a Madrid. Como decía un personaje de Camus, entendiendo a su manera la Historia de la Cultura, «las pirámides de Egipto se hicieron con sangre y latigazos». Toda gran pirámide presupone un hormigueo de esclavos (hoy se les llamaría presos políticos). A veces, los mismos que, «arruinados por la democracia», no tienen dinero para pagar el sobre a los currantes, se juegan unos miles a la pirámide en la noche madrileña. Son la España piramidal.

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