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Antonio Quirós ilustra poemas de Quevedo

El pintor montañés Antonio Quirós presenta actualmente una gran exposición en la madrileña galería Biosca. Al mismo tiempo, la editorial Rembrandt publica un libro con quince poemas de Quevedo y otros tantos aguafuertes de Quirós.Poetas como Lorca, Lope de Vega y Alberti han quedado ligados en algunos momentos claves a la pintura de Antonio Quirós. Y nadie mejor que José Hierro, poeta, ha profundizado en el mundo plástico quirosiano: «Quirós, velazqueño en parte, se aproxima a sus monstruos con reverencia, tratándolos como a grandes señores. Lo que sucede es que Velázquez eleva a un hidrocéfalo a la condición de gran señor, en tanto que para Quirós la equiparación del gran señor y del monstruo se produce a otro nivel: al de la bella plástica, haciendo de ellos joyas, de idéntica hermosura».

El artista, al lado de los cuadros últimos que siguen ampliando el hermoso territorio de las catástrofes, comenta: «Mi pintura corresponde siempre a mi visión del mundo. Como ésta ya ha echado muy sólidas raíces en mi interior, es normal que esta muestra no suponga ruptura alguna con mis exposiciones anteriores. Lo que cambia es la manera de pintar las cosas, pues eso evoluciona casi sin que uno se lo proponga, como premio al trabajo de todos los días, Ahora bien, la base de mis creaciones artísticas es siempre la experiencia personal».

Una experiencia que engendra una particular visión, bastante coincidente con la de otro poeta, Quevedo: «Esa es la razón por la que acepté complacido el encargo editorial de ilustrar sus poemas. Se trata de un autor excepcional, del gran genio literario español». Le pregunto por otros ilustradores contemporáneos de la poesía quevedesca: Saura, Pelayo o Goñi. Quirós señala: «No conozco ninguna de esas ilustraciones».

Lo que sí conoce Quirós es la honda tragedia personal que subyace en sus cuadros: «La experiencia de ocho años de guerra, primero aquí y luego en Francia, es difícilmente olvidable. De ahí que mi pintura no tenga relación alguna con la de otros artistas. Es el fruto directo de una experiencia límite». Es incluso un modo personal de Quirós para escribir sus memorias sin palabras: «Cada cuadro corresponde a un capítulo autobiográfico».

La autobiografía sigue abierta. Quirós evoca su época parisiense, cuando compartía el pan y la sal con Víctor Brauner, Léger y De Stäel. Se remonta al período santanderino: «Desde las cuevas de Altamira hasta Madrazo, la pintura montañesa es una enorme ausencia. Por eso surge sin contacto estrecho con la española, partiendo de conceptos totalmente internacionales». Quirós participa de ese concepto pictórico sin fronteras. Pero antes necesíta empaparse de vivencias, recorrer las calles, reconocer el grito del que sufre.

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