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Los tabúes sociales, un obstáculo para la sexualidad de los disminuidos

Durante el pasado fin de semana se celebró en París un congreso internacional para abordar el «derecho a la vida sexual de los disminuidos». Médicos, psicólogos, psiquiatras y especialistas han comprobado, al confrontar y comprobar sus experiencias, que los tabúes más arcaicos obstaculizan aún el progreso en esta materia.

Hace veinte años, durante la guerra de Argelia, un soldado francés, como consecuencia de una herida de bala en la columna vertebral, quedó paralizado de la cintura para abajo. Casado poco antes, víctima de su nueva condición, deprimido, intentó suicidarse en varias ocasiones. Un psiquiatra intentó ayudarle, pero en toda Francia no encontró quien hubiese reflexionado sobre este tipo de problemas. El panorama en el resto de Occidente no era mucho más alentador en materia de investigaciones sobre la sexualidad de los parapléjicos (parálisis de los miembros inferiores del cuerpo) y por todo tipo de inadaptados mentales. Estos dos problemas son los que se han estudiado en el congreso de París.Dos decenios más tarde, a la vista de lo escuchado a los expertos, no es que se haya avanzado mucho, pero la cuestión de la sexualidad de los disminuidos empieza a encontrar una respuesta.

La guerra de Vietnam, en Estados Unidos, y la expansión automovilística, en Europa occidental, dos causas de millares de disminuidos anuales, han sido los dos factores que activaron las investigaciones en este campo.

Centros especializados

En varios hospitales existen centros especializados. Se sabe que a los parapléjicos hay que tratarlos inmediatamente. Tras el accidente que ha paralizado sus miembros inferiores hay que iniciar, sin pérdida de tiempo, el tratamiento que les ayude a reencontrar su vida sexual. Las mujeres insensibles por debajo de la cintura pueden llegar a un desahogo sexual completo gracias a otras zonas del cuerpo. Técnicas semejantes provocan incluso la erección en los hombres atacados del mismo mal.El caso de la sexualidad de los subnormales es diferente, ya que, de entrada, se plantea el problema de saber si tiene derecho al placer sexual alguien que no goza de autonomía individual. Según encuestas realizadas sobre el particular, los padres de los tarados mentales constituyen un obstáculo suplementario cuando se intenta afrontar la sexualidad de esos enfermos. El 85% se niega a la práctica de los juegos sexuales, y el 58%, a la masturbación. Admiten la educación sexual, pero regida por la moral más estricta y por la anticoncepción.

La mayoría de los congresistas anotaron que es absurdo negarles una vida sexual a los subnormales cuando se intenta enseñarles a escribir, a trabajar en algo o a cocinar, con el fin de recuperarlos, en la medida de lo posible, para la vida cotidiana normal.

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