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LA LIDIA

Novilladas en Las Ventas: la gloria aún está lejos

Cualquiera de los principiantes que salieron a jugársela el domingo en Las Ventas puede ser torero, pero la gloría -ese puesto de gran figura que todos buscan- aún les queda lejos. Todos exhibieron técnica escasa y poca pericia para dominar a los novillos. Los que días antes habían apuntado cosas no volvieron a apuntar nada.Uno de éstos es Manolo Osuna, que el domingo anterior había templado en algunos muletazos y dibujó dos verónicas exquisitas. Todo el mundo estaba pendiente de volver a ver estos detalles, pero la esperanza resultó fallida. Osuna, en su repetición, trapaceó desordenadamente, tanto con el capote como con la muleta, y sufrió numerosos acosones, más dos volteretas. No pudo con el noble novillo que le correspondió.

Plaza de Las Ventas

Novillos (sin picadores) de Isabel Vicente, muy bien presentados, encastados. Morenito de Jaén: vuelta protestada. Manolo Osuna: aviso y vuelta con protestas. Rubio de la Puebla: vuelta con algunas protestas. Naranjito: petición y vuelta. Diego Moreno: aviso y silencio.

Tampoco consiguieron dominar a sus enemigos, aunque eran asimismo muy nobles, Morenito de Jaén y Rubio de la Puebla. De éstos, el Morenito se mostró más aseado y pulcro en series de derechazos, que instrumentó con reposo. A la bondad absoluta del novillo respondía dejándose ver, esforzándose en marcar los tiempos de la suerte. Pero no había arte; los derechazos que dio fueron excesivos; no se acopló con la izquierda y acabó sufriendo achuchones y desarmes. Por su parte, El Rubio derrochó voluntad, sólo eso, y su faena se convirtió en un rosario de acosones que sorteaba con regates o acababan en voltereta.

A Naranjito se le vio con oficio. Es el único que no pasó apuros, pues se sabía colocar en el terreno y la distancia adecuados, y así pudo construir tina larga faena sobre la izquierda, en la que faltó temple. El peor novillo -una res de trapío, con genio y cierto sentido- le correspondió a Diego Moreno, que estuvo valiente, no perdió nunca la cara de la fiera -la mejor armada de la tarde- ni perdió la cabeza él. Sólo se descompuso al manejar el estoque. Lo hizo mal. En realidad, todos en la tarde lo hicieron mal, a la hora del volapié.

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