Antonio Garrigues-Walker
Estábamos tirados en el jardín de Hafida, Embajada de Argelia jardín cerrado para muchos, paraíso abierto para pocos, como el de Soto de Rojas, noche estival de Puerta de Hierro, segundo año ,triunfal de la democracia, bajo un cielo en el que pesaban más los astros que las sombras, yo sobre una capa argelina de Hafida, la olvidada inolvidable, y Antonio sobre el frescor húmedo y profundo de la hierba, «ocho horas de piscina, Paco, ocho de despacho, ocho de tenis, estoy un poco cansado», estaba un poco cansado y tiene sólo un año más que yo, qué marcha para un presidente presidenciable, que entonces ni soñarlo, ni pensarlo pero allí, paralelo a mí, tendido como una espada multinacional en la noche de un jardín por cuyos fondos empezaba ya a medio verse el Oriente Próximo, adivinaba yo en. Antonio al hombre que espera y prospera, «héroe es el que se recuerda a sí mismo», dijo alguien, y si Antonio no se recuerda a sí mismo, yo le recuerdo por él.-Tengo un plazo para hacer política y nunca será la de ucedé.
Schommer le vio de Supermán en el colorín/ Hermida. Yo le he visto pescando sirenas en Sotogrande, dialectizando en los colegios mayores entre el clan Camuñas/Massielona, haciendo autoservicio en su casa (donde el servicio era él) para Carrillo o Eduardo Galeano, yo le he visto en casa de Carmen elogiando buen inglés de Wojtyla (Antonio va de agnóstico/ ateo /indiferente, más o menos), yo le he visto, ya con prisas de pre/presidente, entre la mitología innominada, natural y grandiosa de Eduardo Chillida. Yo le he visto siempre como el hombre con más marcha de la generación de Suárez, y debemos recordar que todas las competiciones decisivas, en la vida, se juegan dentro de la misma generación. A los amigos y los enemigos íntimos de la misma generación les une y enfrenta el reto generacional. El gap con otras generaciones es mera sociología. Emilio Romero reclama esta semana, en Interviu, con ironía, pero con verdad, una minoría liberal en España y el Congreso. Tanto Romero como Antonio han hablado de alrededor de una docena de liberales, en coincidencia casi mágica. Antonio, en el Ritz, fue más lejos:
-No hay que exagerar el liberalismo económico en un país con millón y medio de parados. Cierto intervencionismo estatal es hoy imprescindible.
Imprescindible siempre que no sea impresentable. Antonio Garrigues-Walker, si llega, que no sé si llega, AGW, si se incorpora la espada humana y decisiva que yacía incógnita sobre la hierba de Hafida, tendría que promocionar el liberalismo en España y defenderse del liberalismo de sus amigos trilaterales, los yanquis. Porque esa es toda la cuestión, Antonio, y tú lo sabes: importar liberalismo de Abraham Lincoln y no de Wall Street. Meterle marcha al liberalismo español sin caer en la liberalidad tramposa del dólar. Alzarse con una economía liberal off/off/Gámir (que me invita con unas letras a su conferencia del XXI), sin que eso suponga recibir bajo palio el liberalismo prestamista de Carter/Reagan. Indefinido indefinidamente el socialismo español, el candidato que puede traernos un liberralismo progresista, socializante e ilustrado es Antonio Trueno Garrigues, alternativa de pelo a cepillo al liberalismo post/Gámir de los gabinetes oficiales de economía, rollo y desarrollo. Creo que se lo he dicho:
-Antonio, tiene tres opciones: ser el Erbard español, ser elsupermán/títere de los yanquis o ser tú mismo.
Quizá su corazón deportivo y alegre, después de tantas muertes, tantas cosas, yace, como un fruto tardío y caído, entre la hierba mahometana de Hafida, cuando soñábamos democracia en las constelaciones. Pero ya ni siquiera está Hafida y quizá han segado la hierba.
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