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Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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Los cuerpos

Anoche, Antonio Asensio montó el número númerero en Windsor con un concurso de mises dentro del clan Protagonistas, que forma parte de su holding. Once jais mundialorras, recaudadas por todas las playas españolas, a disputarse un inconcreto y concretísimo premio que las puede llevar a la fama o a esa forma menor de la gloria que es el cotorreo de peluquería. Lo que hace pocos años hubiera sido una gran fiesta de los cuerpos, ayer quedó normal, porque todos acudíamos allí, como a todas partes, buscando almas.En este sentido, puede decirse que todo advenimiento de una democracia supone la resurrección de la carne y la vida perdurable del espíritu, porque la carne ya no se reprime, como en las épocas oscurantístas, pero agota y embebe en seguida la luz de la expectación, que el cuerpo es o tiene algo de esponja humana, y, liberada la carne y liberados nosotros de su obsesión, lo que buscamos ya, en cualquier señorita 90/30/90, es el fondo colegial de los ojos, allí donde Gutierre de Cetina se ahogó en la oleosidad de las antologías, haciendo madrigales a la mirada, que es el alma o el télex del alma. Se lo dije a Nuria Espert, que estaba a ¡ni lado, dándome ligeramente la semidesnuda espalda, por topografía de la sala:

-Nuria, me erotiza más tu espalda que todas estas misses.

Y era verdad. Porque en la espalda clara y con algunas dulces pecas de Nuria Espert (lo que me revela que es rubia mediterránea, pese a la llama negra y hermosa del pelo) veo así como el mapa de la piel que orienta hacia el corazón inteligente y la cabeza actuante de esta mujer singular..

Antes, cuando entonces, Nuria era una luchadora por la democracia y hubiera resultado hortera y reaccionario decirle piropos que no fueran políticos. Hoy, en la medida en que esta democracia se va logrando/ malogrando, entre divorcios y plazas de toros, adviene la resurrección de la carne de que hablaba antes, y resulta que Nuria Espert vuelve a tener carne, espalda, pecas, y se le puede hablar de ello sin mala conciencia engagé.

Me he sentado, claro, en una mesa de bellas: María Luisa San José, María Asquerino, Claudia Gravy. Bellas oficiales, quiero decir. Lo que más me gusta ya de estos cuerpos es el alma. María Luisa quemó su etapa de desnudos, dejó arder la celeste carne de mujer en la barbacoa de los flashes fotográficos, y, más allá del símbolo sexual, descubrimos al individuo cordial, a la mujer real. Lo mismo puedo decir de Claudia Gravy. María, la gran María, se ha desnudado menos (en público), pero ha vivido más, mucho más que todas ellas, y, a la vuelta de su cuerpo, hacemos amistad íntima con su alma o como se llame eso que hace de una personalidad una persona y de una persona cualquiera, conocida a fondo, una personalidad. (Decía Ortega que el amor es un fenómeno superior de la atención.)

Luego viene a vernos Ana Belén, que tiene cara de espejo del alma, llena de dulzura y de tacos, y yo me corto, como siempre, porque nadie se ha enamorado nunca más que de una cara. Nadie se enamora de una celulitis, por bien distribuida que esté. Y yo de Ana estoy así como enamorado. Ya en la puerta, entre el último frío de ayer y el primer frío de hoy, viene a saludarme Mari Carmen Abréu, y a darme dos besos, uno convencional y otro emocional. Mari Carmen viene siendo la mejor modelo española, desde los sesenta, más que porque tenga un cuerpo o un esqueleto, porque tiene un alma. Y uno, como los curas (pero a la inversa), sólo trafica ya en almas. Lo demás son ganas de pasar o perder la tarde. La democracia, mala o buena, puede curarnos a los españoles el hambre sexual de siglos. Espero que Víctor Manuel y demás jurados hayan acertado, no con el mejor cuerpo, que eso es fácil, sino con el cuerpo más parecido a un alma.

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