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Strauss utiliza la inseguridad alemana ante el futuro como arma electoral

«A partir de 1955, 1960, 1965 o cuando quiera que sea, se ha ido cayendo en un estado casi desesperado, en el que la situación moral de Europa es aún peor que su situación material, política o militar. Los europeos están totalmente degenerados. Los europeos han salido de la historia». Con estas palabras, tan poco estimulantes, expresaba no hace mucho Strauss la opinión que le merecen los europeos contemporáneos.El candidato conoce perfectamente a su pueblo y sabe que el alemán, en buena parte debido a sus experiencias bélicas y consiguientes resultados a lo largo de este siglo, se ha vuelto medroso y suspicaz.

Todavía en el pasado mes de abril, según una encuesta del instituto Emnid para el semanario Der Spiegel, el 45% de los consultados consideraba «posibles una nueva guerra mundial en los tres próximos años. Un 9% incluso imaginaba esta posibilidad como «muy probable». La razón política de tal inseguridad debe buscarse en la anterior política de confrontación interbloques y en el problema interalemán que enlaza con aquélla.

El miedo que los socialdemócratas dicen que difunden los democristianos se extiende a la propia supervivencia de la población. A este paso, dicen los agoreros, dentro de doscientos años habrá dejado de existir el pueblo alemán.

De cada diez niños que nacen en la RFA, uno es hijo de extranjeros. Por ello se impone una cuidadosa política familiar y un control de la afluencia de extranjeros. Los neonazis del NPD son más tajantes, al exigir sin más un «stop a la integración para salvaguardar la cultura alemana».

En el campo democristiano se percibe un temor similar, a pesar de que el año pasado, por primera vez desde 1965, la curva de nacimientos de niños alemanes volvió a remontarse.

Además, la Prensa cercana al CDU habla de la imposibilidad de contar en veinte años con un Ejército adecuado al rango de la RFA. Los estadísticos aportan un nuevo motivo de recelo: en 1985, la décima parte de los eseolares que se matriculen en los centros de estudio alemanes serán musulmanes, y hasta una tercera parte, extranjeros. Con este temor enlaza la campaña de xenofobia que estos días cruza la RFA. Gobierno, Iglesia y sindicatos han puesto en marcha sus correspondientes réplicas para evitar que los atentados aislados degeneren en clima general.

Continuidad de la coalición

Si los profetas electrónicos no yerran, la dédaca socialista-liberal se prolongará otros cuatro años a partir del domingo, a pesar de que el nivel de paro se ha situado, en septiembre, en un 3,5% (822.565 en total), aunque determinados sectores, por ejemplo el universitario, se vean particularmente afectados por el desempleo: uno de cada diez recién graduados en el pasado curso se ve obligado a engrosar el «ejército laboral en la reservan. La fortaleza del marco y la envidiable estabilidad de los precios (4,5% en 1980) permiten a los alemanes programar ya con ventaja y relativa seguridad incluso sus próximas vacaciones.

De ser confirmados los socialistas y liberales en el Gobierno, y en el Bundestag, como sector más numeroso, aunque los democristianos sigan constituyendo la fracción más amplia, con 243 diputados (los socialdemócratas cuentan con 214 escaños, y los liberales, con 39), el nuevo Gobierno, que experimentará tan sólo un cambio de titular al frente de un ministerio, según se prevé, se concentrará en la mejora de la calidad de vida y en su política de distensión.

Ciertamente, en el primer aspecto, la RFA ha alcanzado un alto nivel, pero determinados sectores sociales dejan que desear. Un ejemplo: el excesivo espíritu de emulación escolar, por falta de puestos y extremado rigor selectivo, hace que una cuarta parte de los escolares alemanes sufra anomalías psíquicas. Los objetivos que deberá perseguir el nuevo Gobierno federal deberían tener en cuenta, si se atiende a los institutos de sondeos, las preferencias que establece el ciudadano, al que lo que le preocupa se sitúa en este orden: seguridad del puesto de trabajo, subsidios de jubilación suficientes, justicia social, amplio seguro de enfermedad, ayudas familiares, reducción de la burocracia, mejora del nivel de vida, mayor seguro de paro, igualdad de oportunidades y erradicación de la pobreza. En suma, el alemán expresa una mezcla de sentimientos altruistas y de espíritu de conservación, pero dominando este segundo componente.

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