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Ana Belén, la orquesta Pasadena y La Trinca, en la fiesta del PSUC

La segunda jornada, y última en lo musícal, de la fiesta de Treball, órgano periodístico del PSUC, resultó tan espectacular como la primera, aunque por razones algo diferentes. A primera hora de la madrugada del domingo salían a escena los componentes de la Pasadena Rock Orchestra, una de las agrupaciones más deliciosas que corren por el negocio del espectáculo y que se dedica en exclusiva a rememorar éxitos orquestales de los años veinte y treinta.La noche amenazaba lluvia (ya había caído una fuerte ducha justo antes de la actuación de Ana Belén), pero lo que nadie barruntaba es que su concierto iba a convertirse en una especie de invocación a los elementos. Apenas sonaban los compases iniciales de Singing in the rain, cuando las negras nubes, llenas de solicitud y con ganas de ambientar la fiesta, un ligero chispeo que antes de acabar la canción se había convertido en lluvia torrencial. La masa rugía empapada, pero la música de la Pasadena la mantenía anclada a sus lugares esperando que aquello pasaría pronto.

Un nuevo cantante, un tal Robin, salió en plan provocador con un paraguas verde y rojo para realizar un numerito coreográfico en el que el cielo volvió a colaborar, regando copiosamente lo que todavía no estuviera absolutamente mojado. Pero los ingleses no cejaban (ellos estaban a cubierto) y seguían dándole a sus melodías rancias, aunque el viento crecía y se les volaban las partituras, y todo en el escenario era un guirigay a la búsqueda del papel pautado, húmedo y coladero. Y la gente aguantaba.

Un final apoteósico

Al final, la naturaleza desatada se había adueñado del recinto, ahora ya sin cabecitas, y convertido en un charco inmenso que ddnunciaba bien a las claras quién era el dueño de la plaza. Fue uno de los finales de fiesta más apoteósicos que hayan podido verse, y uno piensa, sin confirmación alguna, que ni siquiera los más mojados podían enfadarse demasiado con semejante puesta en escena meteorológica.

Con anterioridad había empezado la jornada del grupo satírico-musical más increíble de España y parte del extranjero, esto es: La Trinca. Este trío, que en Cataluña es algo tan típico como la fuente de Canaletas, monta un espectáculo que en este país de chapuzas se basa en una profesionafidad tan enorme que les acerca a la perfección. Y no sólo la música, para la que cuentan con unos instrumentistas magníficos, sino también en las presentaciones, en los movimientos, en casi todo. Y además, frente a quienes pretenden que el humor de La Trinca es tan autóctono que sólo puede entenderlo un catalán, es bueno recordar sus grandes éxitos en Madrid.

Después de La Trinca, y tras un primer chaparrón-aviso-entremés, salía a escena Ana Belén, que tuvo una actuación corta pero brillante. Canta bien y su repertorio es enormemente efectivo, pero no acaba de comprenderse muy bien lo que pretende, o qué criterio sigue para escoger unas canciones que van desde el Agapimú famoso hasta poesías de Guillén.

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