Fortuna: "El Papa está interviniendo en asuntos internos italianos"
Las últimas intervenciones del papa Juan Pablo II en diversas ciudades italianas pidiendo a los católicos que usen todos los medios jurídicos a su disposición para derogar la actual ley sobre el Aborto, aprobada por el Parlamento italiano, se están convirtiendo en un asunto político a nivel nacional.Pero de todas las iniciativas, quizá la de mayor envergadura es la que acaba de lanzar Loris Fortuna, vicepresidente de la Cámara de Diputados, de la formación de una liga laica de defensa de la ley del Aborto contra los ataques del Vaticano. El socialista Loris Fortuna fue el promotor en Italia de las leyes del Divorcio y del Aborto, ambas aprobadas actualmente por el Parlamento. EL PAÍS habló con Fortuna en la capital italiana.
Pregunta. ¿Cómo juzga usted las intervenciones de estas semanas del Papa contra la ley del Aborto?
Respuesta. Desconcertantes y absolutamente inadmisibles, porque contradicen el respeto que todo Estado debe tener en relación con los asuntos internos de otro Estado.
P. ¿Pero el aborto no es un problema religioso para los católicos?
R. Yo me libro muy mucho de criticar al Papa en cuanto jefe religioso de los católicos. Me parece muy bien, aunque yo no pueda compartirlo como laico, que diga a los creyentes que el aborto va contra la moral católica, que está prohibido, que es pecado grave, gravísimo, y que, incluso, si quiere, que amenace con la excomunión a los fieles que lo practiquen.
Sobre el pecado el árbitro es él, porque el pecado es un problema religioso. Yo lo critico, y conmigo todo el mundo laico, en cuanto Wojtyla, jefe de Estado del Vaticano, que recorre las ciudades italianas no para decir a los católicos «no cometáis pecados», sino para incitar «a creyentes y no creyentes», como ha hecho en Siena, a destruir con un referéndum una ley del Parlamento italiano. Esto el Papa no puede hacerlo; es ilegal.
P. ¿Pero no le parece exagerada la reacción del mundo laico, que tanto había aplaudido, al principio, al Papa «no italiano»?
R. El mundo laico italiano está reaccionando con estupor y desconcierto, precisamente porque había recibido con alegría, después de cinco siglos, a un Papa no italiano, convencido de que no iba a intervenir en los asuntos internos del Estado. Pero el estupor y la incredulidad son aún mayores al recordar que este Papa está recorriendo el mundo predicando el respeto a los derechos civiles y humanos del hombre.
P. Mientras los católicos conservadores desean un referéndum para abrogar la ley, por considerarla demasiado liberal, los radicales preparan otro referéndum semejante, pero para pedir otra ley aún más abierta. ¿Será posible conciliar esta paradoja?
R. Creo que haría falta una ley nueva que atienda las exigencias de los católicos progresistas, que tanto ayudaron al éxito de la ley del Divorcio. La ley actual puede ser mejorada haciéndola menos burocratizada, dejando mayor espacio a la libertad de conciencia de cada mujer. En este sentido, si los radicales renuncian a un cierto extremismo se podría llegar a un acuerdo, ya que, en el fondo, los radicales acusan a la ley actual de respetar poco la propia conciencia, haciendo pasar a la mujer que desea abortar por las horcas caudinas de mil permisos burocráticos, a veces humillantes.
P. ¿Cómo se prepara el mundo laico para esta nueva batalla?
R. Estoy seguro de que se va a formar el mismo frente que en tiempos del divorcio, que comprenderá a socialistas, comunistas, radicales, socialdemócratas, republicanos, liberales e independientes de izquierda. Esta vez será más difícil la lucha, porque el aborto no es el divorcio ni siquiera para los católicos progresistas, y, sobre todo, por el peso que puede tener el papa Wojtyla con su fuerza carismática y su fortísima personalidad y popularidad.
Pero lo importante es que las fuerzas laicas estemos unidas, aunque podamos perder la batalla. Por otra parte, el papa Juan Pablo II quizá esté más acostumbrado a luchar en las batallas contra las dictaduras comunistas que con la fuerza y la inteligencia de los laicos italianos, que en 1974 consiguieron que diecisiete millones, entre ellos muchos católicos, votaran a favor de la ley del Divorcio, a pesar de la dura campaña clerical contra la ley. Estoy seguro que también esta vez, como entonces, las fuerzas progresistas católicas estarán a nuestro lado para defender el dicho del Evangelio: «Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios».
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