Pitita milagrosa
Pitita, que va ya muy adelantada para convertirse en el Señor de los Anillos, ha aprendido curanderismo y medicina milenaria en Filipinas, y está haciendo curaciones por imposición de manos, quitando reúmas, paralís, algias, bocios, cosas. Hasta a mí va a quitarme la faringitis:- A ti lo que es que te falta fe, Paco.
Este verano fue a verme al campo, me tumbó y me tuvo media hora de imposición de manos mientras Julito Ayesa, que es el vocero de la nueva milagrera, telefoneaba a Miguel de la Quadra y a todos los amigos:
- ¡Que ya le está salvando a Umbral, que ya le está salvando!
Pero yo me encontraba aquel día salvadísimo (julio, campo, paz, salud) y no sé exactamente qué demonio familiar me sacó Pitita del cuerpo, porque, en cuanto a demonios familiares, todas mis cuñadas seguían allí después de la cura. Carmen Rigalt, a la que quiero y amo, ha escrito en Diez Minutos: «Pitita sólo se mueve de Marbella y toma el superjet para venir a quitarle la faringitis a Umbral». Anoche, Pitita ha estado en casa con otros amigos y, mientras me cuenta sus curaciones (bocios, paralís, bultos, y siempre a los humildes, claro, pues ya dijo alguien que la Virgen nunca se aparece a gente solvente, sino a pastorcillos), mientras Pitita cuenta y no acaba, digo, decía, yo voy elevando mentalmente la anécdota a categoría, que es lo de uno y pienso que esta democracia transicional o transición democrática ya tiene su mujer mágica, su santa laica, su virgen y mártir del martirologio snob. Porque todo régimen político necesita de una mujer/fetiche, de un oráculo mudo, y cuenta Stendhal que Napoleón, entraba en el gabinete de los juristas y dictaba el derecho napoleónico según le hubiera ido la tarde con Josefina.
No vamos a hacer erudición grecolatina o egiptofaraónica (que le va más al esfingismo de Pitita), pero ahí está, en nuestro tiempo, Eva Perón, que va a ser la gran Paloma San Basilio en el teatro, y Antoñísima/Sara me cuenta de su amistad con la hermana de Clara Petacci, después de la guerra, y Mary Jo, la que se le hundió a Ted Kennedy, por culpa de la intransitable ortografía del puente, cambiando los destinos de aquella democracia. En España, la República dio mujeres como Victoria Kent, que hasta salía en los cuplés de Celia Gámez, y que era la santa laica o anti-Virgen de la Merced a quien rezaban todos los presos de España. Durante el Movimiento así llamado, Lula de Lara fue la santa mujer que hizo milagros de pan, peces y cartilla de racionamiento, desde Sección Femenina. Madrid tiene a Santa María de la Cabeza, que cruzaba el Jarama en la leve navegación de su propia mantilla, y esta democracia, si de verdad quiere ser nueva y olvidar usos anteriores, tiene que desprenderse de toda la utillería celestial heredada del franquismo: sangre de San Pantaleón, corazón de Santa Gema Galigani, brazo de Santa Teresa, apariciones de Garabandal, innumerables monjas de las llagas del Palmar de Troya.
La democracia remodelada, la remodelación democrática de Suárez necesita, frente a la ineficacia de la Seguridad Social y la medicina socializada, el curanderismo piadoso de Pitita Ridruejo o la Madre Teresa. Yo pido el Nobel de la Paz para Pitita. El curanderismo piadoso es una abnegada flor tercermundista que crece allí donde la justicia y los servicios del Estado no funcionan. Adonde se terminan las insuficientes camas de La Paz, comienza la imposicion de manos. Isabel II tuvo a sor Patrocinio. Perón, a Evita. Franco, a Pilar Primo de Rivera. Suárez, sin saberlo, ha encontrado en Pitita milagrosa el eterno milagro femenino que da caridad por justicia, piedad por información. Espero que, por tus pobres, Pitita, no olvides mi faringitis.
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