El divorcio
Lo único perfilero, brillante y torero que ha hecho Suárez en esta crisis es meter a Fernández Ordóñez en Justicia. Bien entendido que esto no supone un paso adelante de Suárez, sino un paso atrás, una recuperación del hombre perdido, de la España necesaria de Pacordóñez.Ahora, lo que más espera la afición de Pacordóñez es una ley del divorcio, del mismo modo que en -Hacienda hizo una ley fiscal. Sólo que si la ley divorcista -que, sin duda, la hará- se la dejan a medias, como la otra, para pequeños burgueses, vidas sombrías y barojianas y tragedias de la vida vulgar, va a resultar, querido Paco, que todos los españoles, o al menos bastantes, se quedarán con un pie en la escalera y otro todavía en el felpudo (el felpudo aún es hogar). La gente se va a descansar a medias y, del mismo modo que aquí tributa mayormente la pequeña burguesía, o sea que lleva la peor parte y toda la carga, también es posible que, en una ley de divorcio restrictiva y clasista, al funcionario separado se le adjudique la suegra, el tacatá del niño, los plazos de la tele y las cogidas de puntos a las medias de la descasada, que vuelven las medias de costura y otra vez va a haber que coger muchos puntos, lo cual puede ser una manera de remediar el paro en el nuevo plan económico, si a cada siderometalúrgico del subsidio le ponemos una garita en un portal, como los zapateros de antaño, para que coja los puntos, con la aguja eléctrica, a la vecinita de enfrente.
Ya ves, querido ministro, poeta, tron, amigo, que las cosas a medias no suponen un pequeño paso adelante, sino un gran paso atrás. El personal, descasado por un ángel con espada de fuego a butano, y si no la familia de la sopa unida, que se pone en pie cuando sale Wojtyla o tocan por la telecosa el pasodoble de la banderita. Si descasas al personal a medias, admirado ministro, y le cargas al marido hasta las piezas de recambio del minipímer, o le pones a la santa esposa desesposada un detective a caballo para que la vigile y no abuse del santo sacramento del divorcio, entonces esto habrá sido una pasada y un quede, Paco, y tendrás que volver a marcharte en plan campeón, como siempre, pero cada vez con menos credibilidad, que dicen los columnistas políticos. Lo primero, Paco, no tienes que escuchar a Tarancón ni a Azaña.
Azaña dijo aquello que bien sabes de que España había dejado de ser católica. Fernando Lázaro Carreter me decía hace muy poco que España ha dejado de ser franquista
-Franco está ya más lejos que Viriato.
Me quedé pensándolo, y no, que las tapias elegantes de los chalés de Perdices están llenas de pintadas que dicen: «Caudillo Blas». El caudillismo es un viejo tirón de las razas latinas. El vaticanismo, también. El gentío, en España, sigue prefiriendo pecar por el Vaticano a pecar por libre, que tiene menos vicio. En cuanto a Tarancón, ministro, amor, te va a liar liando mucha picadura de tabaco negro, que es lo que él tose, porque del mismo modo que la enseñanza, en el nuevo Gobierno, sigue estando en manos de los católicos de oficio, como toda la vida, los asuntos de ingle también son materia democristiana o socialcatólica, tradicionalmente, en España, y para hacer una ley del divorcio, mira lo que te digo, lo primero tienes que divorciarte tú de Tarancón.
La España necesaria, Francisco alegre, Paco optimista, es ante todo una España divorciada o divorcista, porque el resentimiento matrimonial se sublima en resentimiento político, y luego el personal vota con resentimiento, o sea opciones violentas. Ya sabes que partes para la guerra de los treinta años, ministro, que el divorcio es en España tema de guerra civil fría/caliente, sociológica y psicológica. Pero nos disuelves tú de la suegra, Paco, o tenemos suegra hasta que el infarto nos separe.
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