El amejoramiento del fuero en Navarra
Si se estuviera gestando en los siglos pasados, la cosa no tendría mayor trascendencia. Pero el hecho de que se realice ahora constituye una de las mayores anacronías políticas de la reforma de Suárez: la única razón para desenterrar el fantasma del amejoramiento foral estriba en evitar por todos los medios que Navarra se incorpore al Estatuto vasco para que, así, los señores feudales del pasado puedan, también en el futuro, seguir disfrutando de sus tradicionales provilegios.Euskadi no es una simple palabra a denostar por los viejos caciques. La incorporación a la autonomía vasca entraña para esos señores la pérdida de un poder político que tendría que ser compartido, en otra correlación de fuerzas más popular, ante una institución democrática moderna, con fuerzas progresistas y trabajadoras de las otras tres regiones vascas.
El miedo a la autonomía vasca es una reacción lógica por parte de la derecha navarra, pero el hecho de que el partido socialista en Navarra se adhiera a esa postura, además de significar una contradicción con lo acordado por su partido en el Estatuto de Autonomía vasco, federación a la que todavía pertenece, supone una traición a los intereses democráticos de los trabajadores. Todos aquellos típicos navarristas patrioteros, todos aquellos tópicos que animaron el alzamiento de 1936, fomentando el odio contra la República, la autonomía y el socialismo, son utilizados ahora, de la misma manera que la derecha, por un grupo de advenedizos al socialismo a los que nunca se les viera combatir en los años de la clandestinidad.
El parto del Estatuto fue una labor difícil y complicada, que al final contó con el apoyo de todas las fuerzas de oposición vascas, incluido el Partido Socialista de Euskadi. Ratificado el Estatuto, la agrupación navarra, dirigida por Urralburu y Arbeloa, perteneciente hasta ahora, les guste o no, al Partido Socialista de Euskadi, evita por todos los medios la puesta en marcha del referéndum por el que el pueblo navarro puede optar o no por su integración en el Estatuto vasco, dejando así sin efecto una de las partes más sustanciales del Estatuto de Autonomía.
La gloria del poder local ha gestado esta contradicción en el seno del PSE: prefieren compartir ese poder con la cacicada local, que verlo en entredicho por la incorporación al Estatuto. En buena lógica, no hay razón, si se lucha contra el Estatuto vasco, para que la agrupación navarra forme parte del Partido Socialista de Euskadi. Consecuentemente, lo que es una ruptura real debiera manifestarse y dejar las cosas claras. Hoy mismo se anuncia, sin el conocimiento de la ejecutiva del PSE, el referéndum en la agrupación navarra, tan enemigos del referéndum como son, para ver si siguen en el PSE.
Foralistas en Navarra, liberales en el resto
Dentro del Parlamento vasco, la lucha del partido socialista contra los fueros, aunque llevada de manera visceral, toma las formas más radicales. En consecuencia, con una visión de izquierdas, el fuerismo -con su multiplicidad de instituciones, leyes particulares, reglamentos, subdivisión territorial y corporativismo- esconde privilegios antidemocráticos que tradicionalmente han sido disfrutados por señoritos rurales y caciques de la provincia. El foralismo, por otro lado, como institución legal, quedó arrinconado con la muerte del feudalismo. Su reivindicación, realizada siempre por la derecha, ha ido a esconder, bajo la aureola mítica de la institución que salvaguardó nuestra autonomía medieval, las prebendas legales, la explotación más brutal y las riquezas fraudulentamente obtenidas.
En el Parlamento vasco, el partido socialista -no siempre llevado por motivos racionales, dejando al descubierto viejos prejuicios liberales contra todo nacionalismo vasco, en esa pugna casi centenaria entre centralismo y nacionalismo- arremete contra la organización foral de la comunidad vasca de una manera absolutamente frontal. En su intento está la desaparición de juntas y diputaciones y podríamos decir que va más allá, buscando la desaparición del sistema confederal en el que hoy está asentado el Estatuto vasco.
A excepción de las sentimentales motivaciones, que quede claro, este planteamiento puede ser irreprochable desde una perspectiva democrática y de clase, pero no deja de ser inconcebible que, mientras en el Parlamento vasco sean furibundos detractores del fuero, frente a un PNV moderado últimamente en su defensa, en Navarra hagan el juego a la derecha tradicional, por no decir tradicionalista, presentándose como los defensores del sistema foral.
De no formularse alteraciones al mismo fuero, el amejoramiento no puede contener atribuciones que la legislación moderna del Estatuto contiene. La puesta en marcha a partir de la diputación no tiene en cuenta la voluntad del pueblo navarro en cuanto a la aceptación de este procedimiento. Relaciones de hermandad, étnicas y culturales, económicas, políticas e históricas con el resto de los vascos son aplastadas y reprimidas por esta nueva elite de neófitos del socialismo, en su empeño de sostenerse en la poltrona del poder local.
Gestación de un enfrentamiento
Las mejores relaciones en Navarra con la derecha -que no es el PNV, sino UCD y UPN-, la curiosa apología histórica del requeté, las lisonjas a la represión, coincidencia en desgraciadas y entrometidas declaraciones de gobernadores o generales, son las losas del camino que lleva a conseguir el amejoramiento foral, mientras se mantiene mudo al pueblo navarro.
Pero además, una peligrosa dinámica política se va originando, fruto de haberse impedido el paso del referéndum navarro, hasta provocar enfrentamientos civiles de singular virulencia, animados -en algunos actos concretos- por grupos del PSOE. El pueblo navarro no ha dicho ni sí ni no al Estatuto, pero ya las ikurriñas que ondeaban en sus ayuntamientos se ven arrebatadas de los balcones por grupos de personas que, en ocasiones, como en Sartaguda, son capitaneadas por miembros del partido de Arbeloa. El ambiente de enfrentamientos va cada día aumentando, y dentro de esa situación de bipolarización entre los partidarios de Euskadi y sus opuestos, la necesaria serenidad y capacidad de análisis de un partido obrero y democrático se van enturbiando al ocupar un puesto de primera fila en la lucha, junto a UCD y UPN, insultando a sus oponentes con el mantenimiento de la laureada en la bandera de Navarra, cuando ésta había sido abolida por decisión del Parlamento Foral. En un prolegómeno de parodia con los que comienzan todos los trágicos enfrentamientos civiles, el PSOE ha tomado ya posiciones claras en Navarra y, repitiendo manifestaciones que en 1936 eran de otros, declama ante los nacionalistas: «¿Queréis ikurriña?, tomad laureada».
Algo más que una chispa
Se nos repitió hasta la saciedad por Arbeloa y Urralburu, desde fechas de la campaña del Estatuto en las otras tres provincias vascas, que el referéndum en Navarra iba a dividir al pueblo navarro. Esa división, una división política y democrática, se produjo también en las Vascongadas, pero hoy allí las cosas están instituidas y claras, mientras que en Navarra no. En Navarra se gesta todo un violento enfrentamiento civil que precisamente la falta de referéndum está provocando, donde ayuntamientos de mayoría nacionalista tienen que defender a pecho descubierto la ikurriña, mientras que, en otros, la laureada de 1936 se erige en recuerdo de aquellos y en afrenta a los vencidos; donde el vacío legislativo y político adecua el ambiente a atentados tan graves como el realizado contra el director del Diario de Navarra.
Mientras tanto, el largo y sinuoso camino del amejoramiento alarga demagógicamente sus actitudes, potenciando en la confusión legal y política lo que puede ser más que una chispa. Basta ver la correlación de fuerzas en Navarra, la naturaleza de sus partidos, para comprender que puede ser mucho más que una posibilidad; basta hacer el recuento de las agresiones, violaciones de los derechos humanos, como en El Baztán, para hacemos temer lo peor.
Una misma cultura, un mismo marco económico, una misma historia en defensa de la autonomía, es desgajada así en colaboración con la derecha por cortas e inmediatas razones de poder político, potenciando la frustración y la violencia, convirtiendo a Navarra, no ya en un «Gibraltar vaticanista», como en los años treinta acusaron las izquierdas de querer hacer a los nacionalistas, sino, más precisamente, en un «Gibraltar opusdeísta».
El papel político que hubiera correspondido al PSOE en Navarra, de equilibrador y moderador, de las contradicciones políticas, se ha venido abajo desde el momento que ha tomado posición en el frente de la lucha civil, junto a la derecha local, que, no hay que olvidarlo, es una de las más radicales y montaraces del Estado. Y es una pena que la ideología de la cacicada local penetre en el seno de los trabajadores a través del PSOE, que las viejas e inútiles contradicciones con el nacionalismo vasco vuelvan como si en 1900 viviésemos; y es una pena, porque del camino retorcido y arcaizante del amejoramiento nada democrático ni progresista se puede esperar.
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