Los desencantados
De «profetas de catástrofes» califica Peces-Barba (EL PAÍS del 6 de agosto) a quienes, «desencantados» por el rumbo que los acontecimientos van tomando en nuestro país, hacia la agudización de problemas tan cruciales como el paro, el terrorismo, la estructural crisis económica y,tantos otros, nos oponemos al embellecimiento que, a través de diversos medios de opinión, se viene haciendo del sistema democrático burgués que padecemos por parte de aquellos que en el mismo han visto -aunque sólo sea en parte- culminadas sus apetencias políticas y personales.Es obvio que este no es el caso de miles y miles de españoles, que luchamos y padecimos por una democracia que no es ésta -claro está-; ni el de más de dos millones de parados, ni el de una juventud que busca afanosa un primer trabajo que no encuentra, ni el de más de doce millones de trabajadores activos que ven peligrar sus puestos de trabajo por mor de las facilidades que las empresas tienen para despedir libremente. Somos cientos de miles los españoles y españolas que, muy preocupados, comprobamos cómo la democracia burguesa sólo ha servido para que el capital financiero de nuestro país recupere las cotas de poder que tenía con el franquismo.
Los «desencantados» no somos «normalmente defensores y corifeos del antiguo régimen», sino todo lo contrario; la mayoría pusimos todas nuestras esperanzas en la democracia, y por ella luchamos y hemos aportado nuestra buena dosis de paciencia, esperando unos mayores y mejores logros para el pueblo. Cinco años son más que suficientes para « desencantarse », aunque ello no signifique que hayamos perdido la esperanza en que, de verdad, lleguemos a tener la auténtica democracia que el país necesita.
Demócratas como Peces-Barba, por serlo de verdad, están obligados a luchar hasta donde sea preciso para que la Constitución se cumpla en su verdadera acepción, saltándose, si es preciso, disciplinas que atan y estabilizan poltronas más que democracias. La libertad de expresión, muy recortada por cierto -casos Cebrián, García Salve, etcétera-, no es ninguna panacea si no va acompañada de pan y trabajo. Pedir paciencia a un pueblo que carece de ambas cosas es pedir peras al olmo y ponérselo muy fácil a los enemigos de la democracia. /
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