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Reportaje:Vitoria, la nueva capital autonómica y administrativa de Euskadi / 1

Razones estratégicas y políticas, han cambiado la capitalidad vasca a Alava

Con la capitalidad de Vitoria se cumplía el acuerdo adoptado por la Cámara legislativa, el 23 de mayo de este año, de situar en esta ciudad la capitalidad provisional de la comunidad autónoma vasca, que comienza a estructurarse a partir de la existencia de un estatuto de autonomía.Se cumplía también el deseo del Partido Nacionalista Vasco, o de una buena parte de él, de acercar los centros de decisión política autonómica a Pamplona (Iruña), que los nacionalistas reivindican como la «capital natural» de Euskadi. De ahí precisamente el carácter de provisionalidad que se ha dado a Vitoria como sede; una provisionalidad que, sin embargo, los más creen que puede convertirse en permanente, a la vista de las escasas posibilidades de que la eventual incorporación de Navarra a la comunidad autónoma vasca pueda producirse a corto plazo.

La operación para sustraer la capital política y administrativa de Euskadi a Bilbao, que, en junio de 1977, e incluso tras la aprobación del Estatuto, parecía tenerla asegurada de forma, indiscutible y perenne, se fraguó precisamente en la propia Diputación Foral de Alava. Su presidente, Emilio Guevara, hombre «nuevo», pero influyente hoy en el PNV (a destacar su importante contribución en la redacción y negociación del Estatuto de Guernica y su condición como diputado por Vizcaya y portavoz del grupo nacionalista en el Parlamento vasco), ideó, ya hace casi un año, un plan para llevarse a su provincia la capitalidad.

Desde el sillón de la Diputación de Alava, Emilio Guevara, inició una insistente labor de concienciación de los hombres más influyentes del partido en base a las ventajas que, en su opinión, ofrecía Vitoria para ser sede del Gobierno y Parlamento vascos. Tenía muchos argumentos a favor y pocos en contra. La privilegiada situación estratégica de Alava, su experiencia autonómica en materia financiera y de policía autónoma (reconocida en el Estatuto como modelo a seguir por el resto de provincias vascas), y. fundamentalmente, su proximidad a Navarra, cuna del País Vasco y capital histórica para los nacionalistas vascos, eran factores suficientes como para convencer a los dirigentes más reticentes del PNV, que sólo temían la reacción de los vizcaínos, y más concretamente de los bilbaínos, que celosamente han mantenido siempre una especie de prurito de habitar en la capital del País Vasco.

Estos reaccionaron tarde, sólo un mes antes de que el Parlamento vasco aprobara la ubicación de la capital autónoma en Vitoria, Emilio Guevara se había adelantado. Durante meses, ofreció a los dirigentes de su partido un verdadero aluvión de informes, proyectos sobre medios económicos a su alcance y toda clase de fotos y planos sobre posibles edificios a ocupar. Ofrecía Vitoria «en bandeja» a las instituciones vascas. Carlos Garalcoetxea, se afirma, fue el primer «converso».

Su objetivo estaba prácticamente logrado cuando el 30 de marzo la asamblea nacional del PNV, reunida en Pamplona, «recomendaba» la capitalidad de Vitoria. Lo demás fue ya fácil. El 23 de mayo, el Parlamento vasco confirmaba esta decisión con los votos a favor de los nacionalistas, UCD y PSOE, la abstención de Euskadiko Ezkerra y PC y el voto en contra de AP.

A la manera de Washington

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Las razones que han movido al PNV a llevar, contra viento y marea, a Vitoria la capital política son de carácter sentimental, estratégico, político y material.

Las primeras han quedado ya apuntadas. La capitalidad en Vitoria supone un intento de «tránsito» de acercar los centros de poder autonómico a Pamplona, que el propio Garaikoetxea define como «capital natural» de Euskadi. Un intento, en opinión del ex senador Goyo Monreal, de ESEI, para tratar de evitar, y es muy importante «las suspicacias que siempre ha producido un pretendido centralismo de Bilbao en Alava y muy fundamentalmente en Navarra» No es descubrir nada nuevo que, para algunos navarros, no decididamente contrarios a la incorporación de su provincia a la comunidad autónoma, pero reticentes tradicionalmente al «centralismo bilbaíno», la capitalidad de Vitoria podría ser un elemento positivo y de confianza en la autonomía vasca.

Para aquellos navarros acaso Alava venga a ser como una provincia «neutral» y no poderosa. Alava puede significar proximidad física y parentesco formal. No en vano ambas poseen una autonomía financiera derivada de los restos de sus fueros mantenidos al fin de la contienda civil española por Franco, que las consideró provincias «fieles» (Vizcaya y Guipúzcoa obtuvieron el calificativo de «traidoras»). Esta circunstancia les permite tener en la actualidad una economía mucho más saneada que las de Vizcaya y Guipúzcoa. Por otra parte, y a diferencia de aquéllas, Alava y Navarra han conocido una industrialización relativamente reciente. Por otra parte, el nacionalismo nunca obtuvo en estas dos provincias un grado tan alto de implantación como en Vizcaya y Guipúzcoa.

Cualificados dirigentes del PNV, defensores a ultranza de la capitalidad en Vitoria, echan mano frecuentemente del ejemplo de la división de poderes que se ha establecido entre Washington y Nueva York, para explicar el experimento que supone llevar a Vitoria la capital política y administrativa de Euskadi, cuando lo cierto es que en Bilbao se sitúan hoy los centros de decisión económica, financiera, política y sindical.

«Hay que salir al paso de supuestas concepciones que parecen atribuírsenos y, según las cuales, instalada la capital de Euskadi en Vitoria, el resto va a ser un desierto administrativo», precisa Carlos Garaikoetxea a EL PAIS.

Por lo que se refiere a las razones políticas, parece evidente que la presencia en Vitoria de las instituciones autónomas, dominadas por el PNV, tiene también un significativo alcance electoral. El Partido Nacionalista Vasco está obligado a mantener la hegemonía provincial obtenida por primera vez en las elecciones al Parlamento vasco, celebradas el 9 de marzo de este año, y, si es posible, incrementar su peso político de cara a las legislativas de 1983. Contribuiría quizá así a consolidar la mayoría obtenida en los mismos comicios por las opciones nacionalistas o abertzales en Alava.

Pero. quizá una de las razones de más peso que ha movido al PNV a abogar por la capital autonómica para Vitoria es que Alava cuenta hoy con una autonomía real -y experimentada- a nivel económico, como no conocen ni Vizcaya ni Guipúzcoa, gracias a los conciertos económicos con el Estado, resto de unos fueros ya desaparecidos. Los conciertos permiten a Alava disponer, desde que fueron restaurado en 1958, de una hacienda propia, y contar, en este sentido, con una infraestructura, equipos cualificados, estudios y documentación; una experiencia administrativa más que útil para la futura hacienda autónoma vasca.

A este respecto, cabe señalar que el Estatuto de Autonomía vasco prevé que los conciertos económicos para Guipúzcoa y Vizcaya -que en la actualidad se negocian en Madrid- deben hacerse a imagen y semejanza de los de Alava.

No hay que olvidar tampoco que Alava cuenta, en la actualidad, con un reducido cuerpo de miñones (recuerdo casi simbólico de la, en otro tiempo, policía autónoma alavesa), dependiente de la diputación, que viene realizando desde hace muchos años funciones tales como vigilancia de carreteras o custodia de edificios. Está también previsto por el Estatuto de Guernica que, una vez reforzado y ampliado -hoy cuenta con menos de un centenar de miembros-, el cuerpo de miñones debe servir de modelo para las policías provinciales que han de crearse en Vizcaya y Guipúzcoa, como paso previo para la constitución posterior, en una segunda fase, del cuerpo de policía de la comunidad autónoma, a las órdenes del ejecutivo vasco.

Empresarios vizcaínos: "Es una locura"

Mientras, en general, los medios empresariales guipuzcoanos guardaban un curioso silencio con respecto al tema, entidades como la Cámara de Comercio y la Feria de Muestras de Bilbao y la Confederación General de Empresarios de Vizcaya pusieron el grito en el cielo cuando conocieron la decisión del PNV de instalar en Vitoria la capital vasca. Los rumores que meses atrás habían circulado al respecto no habían sido creídos, o bien se pensó que nunca llegaría a realizarse ese plan, que los propios empresarios calificaban de «verdadera locura».

Su reacción airada y sus activas gestiones de última hora para frenar la decisión del PNV fueron tardías. Faltaban ya pocas fechas para que el Parlamento vasco diera «luz verde» a Vitoria como sede de las instituciones vascas.

La Cámara de Comercio de Bilbao fue el primer organismo que oficialmente se opuso a la capitalidad en Vitoria, que consideró «una idea descabellada». Sus portavoces insistieron, días antes de que la Cámara legislativa vasca se pronunciara sobre el tema, que Gobierno y Parlamento vascos debían instalarse en Bilbao, «capital natural de Euskadi», así la definieron, «que aporta un millón de votos y supone el doble de la actividad comercial e industrial del País Vasco». Ofrecían a este respecto la cifra de 5.000 licencias comerciales registradas en Alava, frente a las 15.000 conque cuenta Guipúzcoa y las 30.000 de Vizcaya.

«La situación socioeconómica del País Vasco», afirmaban públicamente los portavoces de la Cámara de Comercio de Bilbao, «no puede permitirse un lujo tan costoso como el de lanzarse a la aventura de mover todo el aparato de la Administración autónoma de un lugar a otro y de esperar para ver dónde se produce el error para corregirlo».

En un esfuerzo desesperado para evitar la fuga de la capital a Vitoria, la Cámara de Comercio de Bilbao ofrecía, semanas antes del 23 de mayo, al Gobierno y Parlamento vascos, el nuevo edificio que acaba de construir en el centro de Bilbao (con una inversión de 350 millones de pesetas), capaz de alojar a todas las consejerías del Ejecutivo y al Parlamento, en un anfiteatro «a nivel de Consejo de Europa».

«Es una locura», comentaba el empresario bilbaíno Luis Olarra, cuando se le pregunta sobre el traslado de la capital político-administrativa a Vitoria. Días antes de la celebración del ya citado pleno del Parlamento vasco, afirmaba el presidente de la Confederación General de Empresarios Vascos: «Si esto no se para, tendremos que arrepentirnos en el futuro».

El propio presidente de la Diputación de Vizcaya, el peneuvista José María Makua, aun admitiendo los motivos políticos de su partido, no reprimía, a título privado, su opinión favorable a que Bilbao siguiera siendo la capital política y administrativa de Euskadi.

En esta misma línea se mostraban amplios sectores del PNV de Vizcaya -en los que aún persiste un profundo malestar-, e incluso algunos parlamentarios peneuvistas, que, al parecer, llegaron a calificar la decisión de su partido de «error político». Sin embargo, y acatando la disciplina de voto, en el Parlamento vasco todos los diputados nacionalistas votaron «sí» a Vitoria el 23 de mayo.

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