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Carter parece haber ganado la partida en el escándalo "Billygate"

El presidente de Estados Unidos, Jimmy Carter, salvó probablemente su renominación como candidato presidencial demócrata, tras la buena impresión que causó en su alocución televisada de la noche del lunes, explicando con todo lujo de detalles y desmintiendo «categóricamente» la existencia de relación alguna entre las actividades de su hermano Billy y la política de la Casa Blanca.

Previamente a su conferencia de prensa televisada, el presidente envió al subcomité senatorial que investiga sobre el papel de Willy Carter como «agente libio» un documento de unas 13.000 palabras, especificando toda la relación entre la Casa Blanca y Billy Carter. Las reacciones de la Prensa y del Congreso -excepto algunos republicanos- son positivas. Jimmy Carter parece haber ganado la partida y cortado las especulaciones que podrían poner en serio peligro su carrera política.Falta, sin embargo, el resultado final de la encuesta en marcha por parte del subcomité senatorial que, no antes de primeros de octubre, emitirá su opinión sobre el caso Billygate.

«Nuestra historia política está llena de ejemplos relativos a personas que han querido ganarse la simpatía de parientes del presidente para influir en la Administración», dijo Carter. «En este caso», añadió, refiriéndose a su hermano Billy, «las apariencias han sido superiores a las realidades». El presidente añadió que «todos los documentos están a la disposición del Senado y el público» para demostrar que no hubo ninguna violación de la ley ni por parte del presidente Carter ni de su Administración.

Incluyendo todos los informes personales relativos al «caso Billy», conversaciones privadas, transcripciones de su diario personal y telegramas cruzados entre la Embajada de Estados Unidos en Trípoli y el Departamento de Estado, el presidente Carter demostró ante la opinión pública norteamericana, que no existió ninguna incidencia entre la labor de Billy, como agente a sueldo del Gobierno libio, y la política de relaciones bilaterales o multilaterales (problema de Israel) entre Estados Unidos y Libia.

Lujo de detalles

El informe del Billygate, como denominan popularmente los estadounidenses al caso, en memoria del Watergate, que acabó precipitadamente con la presidencia republicana de Richard Nixon en 1974, es un documento con todo lujo de detalles. Figura en él que el presidente aconsejó en varias ocasiones, sin éxito, que Billy Carter «minimizara» sus contactos con Libia, «por los problemas que existían con el presidente egipcio, Sadat, y las relaciones con la Uganda de Idi Amin Dada». A pesar de ello, Billy Carter realizó un segundo viaje a Trípoli en septiembre de 1979.El presidente aconsejó en varias ocasiones a su hermano que se «registrara» como agente «extranjero», lo que permite una actuación legal de cualquier ciudadano norteamericano al servicio de intereses privados o públicos de otros países. Registró que Billy no formalizó hasta el pasado 14 de julio, en pleno escándalo, por demostrarse que cobró 220.000 dólares de Libia (unos quince millones de pesetas). En el informe enviado al subcomité senatorial se especifica que entre febrero de 1979 y julio de 1980 existieron ocho discusiones personales entre los dos hermanos, más el envío de dos cartas. Anteriormente, la Casa Blanca sólo había anunciado la existencia de dos conversaciones.

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Carter, convincente

Jimmy Carter dice que midió todos los «riesgos» y las posibles críticas populares antes de decidirse a solicitar a su hermano Billy, el 27 de noviembre de 1979, que estableciera un «contacto» con los libios, para que estos intercedieran ante el Gobierno de Irán en pro de una liberación de los rehenes norteamericanos detenidos desde el 4 de noviembre. Se especifica que Rossalyn Carter, la esposa del presidente, fue la primera en sugerir la «mediación» de Billy. También que Zbigniew Brzezinski, responsable del Consejo de Seguridad del presidente, fue quien preparó las reuniones entre los responsables de la Casa Blanca y el encargado de negocios de la Embajada libia en EE UU, Ali El Houderi.El presidente niega rotundamente las interpretaciones periodísticas, según las cuales parte de los 220.000 dólares recibidos por su hermano Billy, sirvieran para zanjar las deudas familiares a propósito de la explotación de la granja y la plantación de cacahuetes que posee la familia Carter en Plains, en el Estado de Georgia.

Por último, dentro de los principales capítulos del informe, Carter reconoce que trató con Benjamin Civiletti, responsable del Departamento de Justicia (equivalente al ministro de Justicia en España) a propósito de las actividades de su hermano. Pero, siempre según el informe presidencial, sin el menor ánimo de «interferir» en la investigación judicial que deberá determinar en su día si Billy violó o no la legislación norteamericana al recibir pagos financieros por parte de Libia.

La solución, en octubre

En definitiva, ni el documento ni la conferencia de prensa aportaron realmente nada nuevo. No hay revelaciones suplementarias a las presentadas paulatinamente por la prensa, la Casa Blanca, el Departamento de Estado o el propio Billy Carter. El presidente demostró, mientras no se pruebe lo contrario, que existe una información cristalina en relación con el escándalo y los vínculos de su hermano Billy con la Casa Blanca.Carter, probablemente, deberá declarar en el futuro ante el subcomité senatorial que sigue el asunto. Pero para entonces habrá logrado desactivar la «bomba Billy», que podría mermar considerablemente su imagen presidencial a seis días de la apertura de la convención nacional demócrata, que del 11 al 14 de agosto deberá nombrar en Nueva York al candidato a la elección presidencial del 4 de noviembre.

A pesar del movimiento en pro de una «convención abierta», defendido por el senador Edward Kennedy y muchos miembros del Congreso, Jimmy Carter saldrá casi seguro «vencedor» en la convención nacional de su partido. Otra cosa será lograr mantener la corriente de victoria hasta el 4 de noviembre, frente a un equipo presidencial republicano, con Ronald Reagan en la cabeza, que cuenta actualmente con las simpatías de la mayoría de norteamericanos, según las encuestas de opinión pública.

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